Evangelio según San Juan 15,18-21. Evangelio según San Juan 15,18-21.
“Si el mundo los odia, sepan
que antes me ha odiado a mí.
Si ustedes fueran del mundo,
el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí
y los saqué de él, el mundo los odia. Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron
fieles a mi palabra, también
serán fieles a la de ustedes.
Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió”.
Comentario
“El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna”. Se trata aquí de una verdad que el mundo contemporáneo a menudo rechaza y desprecia,
porque hace del amor a sí mismo el criterio supremo de la existencia. Pero los testigos de la fe no han pensado en su ventaja propia, ni en su bienestar,
ni tan sólo en su supervivencia
como si fueran valores
superiores a la fidelidad al Evangelio. Se han opuesto vigorosamente
al mal. En su fragilidad
ha brillado la fuerza de la fe y de la gracia del Señor. La preciosa herencia que estos
testigos de la fe nos han dejado es un patrimonio común
a todas las Iglesias y a todas
las comunidades eclesiales...
El ecumenismo más convincente
es el de los mártires y los testigos de la fe; ello indica
a los cristianos del siglo veintiuno el camino de la unidad.
Es la herencia de la cruz vivida a la luz de la Pascua; herencia que enriquece y sostiene
a los cristianos a medida que avanzan en el nuevo milenio...
¡Qué en el siglo y milenio
que empieza, la memoria de estos hermanos y hermanas,
permanezca siempre viva!
¡Qué se transmita de generación
en generación, a fin de ser semilla fecunda de una profunda renovación cristiana!
¡Qué se guarde como un tesoro de insigne valor para los cristianos del nuevo milenio
y sea levadura para llegar a la plena comunión de todos los discípulos de Cristo!... ¡Pido
al Señor para que la nube de testimonios que nos rodea nos ayude a todos nosotros, creyentes, a saber expresar nuestro amor a Cristo con una valentía igual a la suya, para aquel que permanece viviendo en su Iglesia, hoy como ayer, mañana y siempre!