Pequeñeces Pequeñeces
el mundo a mi jardín,
y ahora veo la inmensidad
de todo lo que existe”.
No lo dijo un jardinero
que sólo entiende de
flores sino un gran pensador
de nuestros días: José
Ortega y Gasset. Porque
no basta conocer solamente
de jardines para
llegar a una conclusión
de tanto vuelo. Sólo asomándose
a la vida en sus
expresiones más profundas
puede uno comenzar
a descubrirla en el mundo
pequeño de un jardín.
“El gran mundo -dijo alguien-
está formado por
moléculas pequeñas”. Por
eso es importante no olvidar
las pequeñeces, pues,
como dice un póster encontrado
por ahí, “las almas
grandes tienen muy
en cuenta las pequeñas
cosas”.
Al descuidar detalles
pueden sobrevenir tragedias.
Leo por ahí: “¡Si
supieras lo que significa
una chispa caída entre las
maduras mieses de una
sementera! Lo que significa
una pequeña grieta
en los altos muros de una
represa. Lo que significa
el rodar de una piedra en
la formación de una avalancha,
una rama atravesada
en el curso de un río,
una sospecha, una frase
maligna y, en fin, una cosa
tan poca para producir
una catástrofe irreparable...
pondrías especial
cuidado en no dar esas
pequeñas gotas de veneno
que vas exprimiendo
de lo malo que llevas en
ti”.
Leo también: “¡Si supieras
lo que significa un
rayito de luz para un viajero
que ha extraviado el
camino! Lo que significa
una voz de alerta para los
barcos que navegan entre
las sombras de la noche.
Lo que significa una flor
sobre una tumba, una caricia
de sol para un enfermo,
una palabra de aliento
para el caído, un hilito
de agua para el sediento,
un recuerdo para el ausente
y, en fin, una cosa
tan poca para los tantos
cuyas vidas dependen
muchas veces de aquellas
migajas... no estarían esperando
grandes ocasiones
para dar a los hombres
lo bueno que llevas
en ti”. Como dicen los españoles,
“un grano no hace
granero, pero ayuda al
compañero”. ¡Hasta mañana!