Evangelio según San Marcos 11,27-33. Evangelio según San Marcos 11,27-33.
Jerusalén. Mientras Jesús
caminaba por el Templo,
los sumos sacerdotes, los
escribas y los ancianos se
acercaron a él y le dijeron:
“¿Con qué autoridad haces
estas cosas? ¿O quién te
dio autoridad para hacerlo?”.
Jesús les respondió:
“Yo también quiero hacerles
una sola pregunta. Si me
responden, les diré con qué
autoridad hago estas cosas.
Díganme: el bautismo de
Juan, ¿venía del cielo o de
los hombres?”.
Ellos se hacían este razonamiento:
“Si contestamos:
‘del cielo’, él nos dirá:
‘¿Por qué no creyeron
en él?’.
¿Diremos entonces: ‘de
los hombres’?”. Pero como
temían al pueblo, porque
todos consideraban que
Juan había sido realmente
un profeta, respondieron a
Jesús: “No sabemos”. Y él
les respondió: “Yo tampoco
les diré con qué autoridad
hago estas cosas”.
Comentario
La sabiduría unigénita y
personal de Dios es creadora
y hacedora de todas las
cosas. Todo -dice en efecto
el salmo- lo hiciste con sabiduría,
y también: La tierra
está llena de tus criaturas.
Pues, para que las cosas
creadas no sólo existieran,
sino que también existieran
debidamente, quiso Dios
acomodarse a ellas por su
sabiduría, imprimiendo en
todas ellas en conjunto y
en cada una en particular
cierta similitud e imagen de
sí mismo, con lo cual se hiciese
patente que las cosas
creadas están embellecidas
con la sabiduría y que
las obras de Dios son dignas
de él.
Porque, del mismo modo
que nuestra palabra es imagen
de la Palabra, que es el
Hijo de Dios, así también la
sabiduría creada es también
imagen de esta misma
Palabra, que se identifica
con la sabiduría; y así, por
nuestra facultad de saber y
entender, nos hacemos idóneos
para recibir la sabiduría
creadora y, mediante
ella, podemos conocer a su
Padre. Pues, quien posee al
Hijo -posee también al Padre,
dice la Escritura- y el
que me recibe, recibe al que
me ha enviado (Mt 10,40)...
Mas, como, en la sabiduría
de Dios, según antes hemos
explicado, el mundo no
lo conoció por el camino de
la sabiduría, quiso Dios valerse
de la necedad de la
predicación, para salvar a
los creyentes. Porque Dios
no quiso ya ser conocido,
como en tiempos anteriores,
a través de la imagen y sombra
de la sabiduría existente
en las cosas creadas, sino
que quiso que la auténtica
Sabiduría tomara carne, se
hiciera hombre y padeciese
la muerte de cruz, para
que, en adelante, todos los
creyentes pudieran salvarse
por la fe en ella.
Se trata, en efecto, de
la misma Sabiduría de Dios,
que antes, por su imagen
impresa en las cosas creadas...
se daba a conocer a
sí misma y, por medio de
ella, daba a conocer a su
Padre. Pero, después esta
misma Sabiduría, que es
también la Palabra, se hizo
carne, como dice san Juan
(1,14), y, habiendo destruido
la muerte y liberado nuestra
raza, se reveló con más claridad
a sí misma y, a través
de sí misma, reveló al Padre;
de ahí aquellas palabras
suyas: Haz que te conozcan
a ti, único Dios verdadero,
y a tu enviado, Jesucristo
(Jn 17,3).
De este modo, toda la
tierra está llena de su conocimiento.
En efecto, uno
solo es el conocimiento del
Padre a través del Hijo, y
del Hijo por el Padre; uno
solo es el gozo del Padre y
el deleite del Hijo en el Padre,
según aquellas palabras:
yo era su encanto cotidiano,
todo el tiempo jugaba
en su presencia.?