Dolar Oficial: - Dolar Blue:- Dolar CCL:- Dolar Bolsa: - Dolar Mayorista: -

EL LIBERAL . Viceversa

Mentiras sobre Mariano Moreno: El Plagio del Plan de Operaciones

28/05/2016 20:47 Viceversa
Escuchar:

Mentiras sobre Mariano Moreno: El Plagio del Plan de Operaciones Mentiras sobre Mariano Moreno: El Plagio del Plan de Operaciones

Este artículo que presentamos, de manera privilegiada, escrita en primera mano por el autor del último texto sobre la controversia que el “Plan de Operaciones” suscitara en nuestra historia y en nuestra política, sirve de anticipo a su presentación en Santiago del Estero, el próximo jueves y viernes, 2 y 3 de junio, en el Salón de Usos Múltiples de la Facultad de HumanidadesUNSE-.

 La cuestión gira alrededor del eje de cómo se hace una revolución , de cómo quiso Moreno y los morenistas hacer la Revolución de Mayo, cómo terminó resultando las acciones efectivas de los morenistas y si estas, acaso, respondían a algún tipo de acción sistemática como la que pudiera ser escrita programáticamente, y que los importantes seguidores de Moreno, implementaran en la política de las Provincias Unidas, cuando él, ya muerto, pusiera a gran parte de los hombres de mayo en el sueño de la libertad y la construcción de una República.

Lo cierto es que este “Plan de Operaciones”, ha sido discutido hasta hoy. El artículo que presentamos trae nuevas pruebas sobre la falsedad de que fuera escrito por |Mariano Moreno. Tengamos presente lo siguiente, la importancia de definir la identidad del autor del “Plan de Operaciones” radica en el carácter y perfil político de la Revolucion de Mayo. Si fue tan sanguinario, si la crueldad fue explícitamente planteada como método de gobierno, si la práctica política que intentaron implementar, y en algún caso lo hicieran, tuvo como signo la indiferencia brutal de derechos que hoy calificaríamos como derechos humanos, sienta un precedente dudoso, triste y traumático, que explicaría las razones de tantos avatares de nuestras instituciones desde su origen hasta nuestros días.

 -------------------------------------------------------------------------------

El Plan de operaciones atribuido a Mariano Moreno: Nuevas pruebas sobre su falsedad

Por Diego Javier Bauso

La publicación del Plan

  Sin dudas, el Plan de operaciones atribuido a Mariano Moreno es el documento más famoso y discutido de la historiografía nacional. Cientos de libros y artículos se han publicado sobre él. Su historia sucinta es la siguiente. Hacia fines de la década de 1880, Eduardo Madero investigando en el Archivo de Indias de Sevilla para documentar su futuro libro sobre el puerto de Buenos Aires halló, sin pretenderlo, un documento asombroso titulado Plano que. manifiesta el methodo de las operaciones que el nuebo govierno provisional de las Provincias Unidas del Rio de la Plata deve poner en practica hasta consolidad el grande sistema de la obra de nuestra livertad e independencia.

Nunca nadie había oído hablar de él. No se trataba del original sino de la “copia de una copia” según lo atestiguaba una nota realista adjunta a él. Al pie figuraba el nombre del supuesto autor y la fecha en que lo habría terminado: “Dr. Mariano Moreno, el 30 de agosto de 1810”. Madero en seguida lo envió al más eminente historiador argentino de la época, el general Bartolomé Mitre. éste, curiosamente, nunca se refirió al documento ni lo utilizó en ninguna de sus obras.

Pocos años más tarde, en 1893, el Ateneo de Buenos Aires encomendó al jurista Norberto Piñero que compilara los escritos de Mariano Moreno para una edición “crítica”, la primera que debía abrir una frustrada serie de “obras nacionales inéditas”. Sabiendo que Mitre atesoraba este documento el Ateneo lo solicitó para incluirlo en el libro. Sin embargo, el general no pudo entregarlo. Aseguró que lo había “extraviado”. Los miembros del Ateneo no cejaron en su empeño y consiguieron que el Ministerio de Relaciones Exteriores a través de su embajada en España, a cargo de Vicente Quesada, hiciera una nueva copia. Cuando los Escritos de Mariano Moreno aparecieron en 1896 prologados por Piñero, todo el mundo pudo conocer por primera vez en forma completa al luego famoso documento. Piñero lo reprodujo, entre las páginas 447 y 566, bajo un título imaginado para la ocasión: Plan de las operaciones que el gobierno provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata debe poner en práctica para consolidad la grande obra de nuestra libertad e independencia.

El Plan de operaciones, como sencillamente se lo conoce desde entonces, es un extenso escrito que comienza con una larga introducción seguida por nueve artículos. Cada uno de ellos, a su vez, está dividido en varias cláusulas, que en algunos llegan a contabilizar veinte. Finaliza con una breve conclusión. Adjunto al Plan, figura un escrito de Manuel Belgrano donde éste propone a la Junta su redacción y los nueve temas a tratar en él. Siguen, luego, algunas actas de la Junta donde se relatan las reuniones sostenidas para discutir la propuesta del vocal Belgrano. Exponen cómo fue la elección de Moreno para que oficiara de redactor del Plan. Finalmente, existe un escrito dirigido a Moreno notificándolo de esta “comisión”. La copia del Archivo de Indias de Sevilla tiene, además, una breve nota de origen contrarrevolucionario donde asegura que el Plan fue presentado a la Junta en la fecha en que está firmado. Asimismo brinda una plausible explicación de por qué el Plan cayó en manos españolas. Declara, por último, que todos estos documentos son “copias del original”.

Si bien se conocen cinco copias del Plan, todas provienen del bando contrarrevolucionario.

Como se ha dicho, no se conocen los originales –ni copias certificadas de manos patriotas– del Plan ni de los documentos justificativos que le acompañan. Nunca han aparecido. Paul Groussac aventuró que nunca lo harían porque, en realidad, nunca han existido.

La doctrina del Plan y otros puntos controvertidos

  Lo menos que se puede decir de las medidas que propone el Plan es que son polémicas. Recordaremos aquí que propugna la obtención de ciertos fines políticos empleando el engaño, el soborno y el asesinato –inclusive insinúa el parricidio–, entre otros tantos delitos. Todo en nombre de la patria. Expone como el terrorismo emanado desde el mismo estado logrará consolidar y extender la revolución. Justifica su necesidad en que el fin perseguido es superior: la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. También pretende, y éste debe ser seguramente parte de su atractivo, acabar con las “fortunas agigantadas” a través de un nacionalismo económico en el cual los recursos del país –por ejemplo los mineros– estuvieran en manos del estado. En cuanto a las relaciones exteriores, pregona políticas de agresivas conquistas de corte imperialista a expensas de los países vecinos. El territorio del Brasil debía ser repartido con la corona inglesa. Para sellar esta alianza propone la entrega de la soberanía de parte del territorio de la naciente república a Inglaterra.

Un siglo de polémica

La satisfacción de Piñero por la publicación de su libro, que en definitiva intentaba ser un buen paso adelante para el conocimiento y divulgación de la acción y del pensamiento de Moreno, debió durarle muy poco. En seguida, Paul Groussac, el erudito escritor franco-argentino que ejercía tutelaje de la cultura argentina desde su escritorio de director de la Biblioteca Nacional, publicó un artículo (La Biblioteca, T I, 1896) donde pulverizaba la edición. Incluía duras palabras hacia la tarea y la persona del editor. Al final de su artículo la emprendía contra el Plan de operaciones. Una rápida primera lectura le bastó a Paul Groussac para hallar en él diversas inconsistencias, las cuales le permitieron afirmar, sin hesitar, que se trataba de un escrito apócrifo. Para Groussac, el Plan había sido escrito por un enemigo de la revolución con el fin de desprestigiarla.

En seguida, los historiadores comenzaron a alinearse en uno u otro bando. Muy rápidamente se sumó a las filas del Dr. Piñero, el Dr. Ernesto Quesada. El Plan le vino como anillo al dedo para justificar la política terrorista de Rosas (La época de Rosas, 1898). Piñero tampoco se quedó callado pero demoró un año y medio en responderle a Groussac (Los escritos de Mariano Moreno y la crítica del señor Groussac. 1897). Luego, Groussac hizo lo propio con la réplica de aquél de un modo aun mucho más agresivo, pero con nuevos argumentos que apoyaban la falsedad del Plan (La Biblioteca. T VII, febrero 1898). Incluso la virulencia de su ataque a Piñero determinó una reprimenda ministerial que derivó, en 1898, en la suspensión de su querida revista La Biblioteca.

Los argumentos de Groussac, leídos hoy, siguen resultando razonables y de peso comprobatorio, sin embargo, no fueron aceptados con facilidad. Probablemente, porque su figura no despertaba la simpatía que provocaba la del pobre Piñero que había sido vejado en su carácter de escritor, abogado e historiador. Piñero no lo era, pero debemos considerar que en aquella época no existían los historiadores profesionales o universitarios como los conocemos hoy. Por lo tanto, luego de que Groussac asegurara que el Plan era apócrifo quedó abierta una ardua polémica que aún no se ha zanjado.

Luego de estas violentas disputas públicas, siguió hasta la década del 20, un interregno de engañosa calma. El ambiente histórico optó por evitar la polémica abierta. Recordemos que aún Groussac vigilaba desde su despacho de la Biblioteca Nacional. No significa esto que la existencia del Plan haya sido callada o que su presencia haya pasado desapercibida. Más bien ocurrió lo contrario. El Plan fue utilizado en numerosas obras históricas. Pero lo cierto, es que poco o nada fue lo que se aportó para verificar o negar su autenticidad. En 1917 se conoció una nueva copia del Plan que existía en la Biblioteca Nacional de Madrid. La publicó J. Francisco V. Silva en su libro, El libertador Bolívar y el Deán Funes en la política argentina (Madrid, 1917). Esta copia estaba firmada por la princesa Carlota Joaquina y datada en Río de Janeiro en enero 1815. Se supo luego que fue la que la princesa destinó para su hermano el rey de España.

La actitud más común de aquellas primeras décadas del siglo XX –aun hoy, inexplicablemente, ocurre lo mismo– fue la de utilizar al Plan como si fuera un documento auténtico, pero, al mismo tiempo, dejando una puerta abierta para la duda. Un buen ejemplo lo encontramos en el famoso literato uruguayo Juan Zorrilla de San Martín. En su obra sobre Artigas, hablando de Mariano Moreno, aseguró: “Su pensamiento integral, en cuanto al fin de la revolución americana y a los medios que debían emplearse para su triunfo, están consignados en ese Plan de operaciones”. Sin embargo, diez renglones más abajo aseveró con toda determinación: “No vacilo en afirmar tras detenido estudio, que Groussac tiene razón: ese documento no es de Moreno; ha sido escrito con posterioridad a su fecha y por un detractor de la revolución de Mayo”. (La epopeya de Artigas, tomo I, 1910).

Todo esto cambió a partir de 1921. En ese año Ricardo Levene intervino con nuevos argumentos a favor de la falsedad del Plan. (El "Plan" atribuido a Moreno y la "instrucción" de Chiclana). Logró identificar al amanuense de la copia del Archivo de Indias en la figura de un, hasta aquel momento, desconocido Andrés álvarez de Toledo. Afirmó, entonces, que Groussac tenía razón y que el Plan había sido creado por ciertos realistas para “hacer daño a la revolución”. De allí en más, hasta su muerte en 1959 dedicó multitudinarias páginas a reafirmar su tesis.

Numerosos historiadores, incluso académicos –verbigracia, Enrique Ruiz Guiñazú y Enrique de Gandía– se opusieron a las teorías de Levene. La historia de esta polémica nos llevaría muchas más páginas de las que podríamos abarcar aquí.

El público debe saber que los aportes reales al fondo de la polémica, los que hacen a la autenticidad del Plan se fueron agotando. No por falta de consistencia o de interés, sino porque ninguno de ellos fue considerado como definitivo. Aquél que pusiera un punto final a la polémica. Todas las argumentaciones en contra de la autenticidad o en su favor dejaron –para la mayoría de la gente– alguna pequeña puerta abierta para la duda.

El final de la polémica

Sin embargo, el final de esta disputa fue decretado –infructuosamente– en numerosas oportunidades. En general, utilizando sentencias categóricas que no dejan lugar a la duda. Los ejemplos abundan. Sólo traeré aquí tres de cada bando. El 2 de noviembre de 1921, Carlos Correa Luna, en La Razón de Buenos Aires publicó un artículo que tituló: “Esclarecimiento definitivo de un interesante punto histórico”, y como subtítulo en letra destacada: “Término de una vieja polémica entre P. Groussac y N. Piñero: Ricardo Levene demuestra en forma concluyente que el Plan, atribuido a Moreno, fue obra de un enemigo de la revolución”. De este “esclarecimiento definitivo”, ya han pasado 95 años. Alfredo Gárgaro, en 1953 sentenciaba en vano: “La presente investigación histórica pone punto final a la discusión mantenida desde hace tiempo alrededor del Plan revolucionario de Mayo atribuido a Mariano Moreno. La comprobación documental que hacemos es terminante en el sentido de su falsedad, sin poderse argumentar nada en contrario”. En la década del 60 la intelectualidad de izquierda argentina proclamó lo mismo, aunque con conclusiones opuestas. La solapa de un libro de Rodolfo Puiggrós (La época de Mariano Moreno. 2da edición.1960) le informaba al casual lector que “esta obra constituye el alegato irrefutable a favor de la legitimidad del Plan”. Por lo tanto, aún antes de leer los argumentos del autor somos avisados que será imposible rebatir lo que allí dice. Igual de categórico fue quien décadas más tarde será decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Juan Carlos Portantiero (Cuadernos de Cultura, N° 47, 1960): “No haremos aquí detalle de esa polémica porque ella, virtualmente, ya no existe: ningún historiador serio duda hoy de la veracidad de ese documento”. Vemos que si no se opinaba que el documento era verídico uno corría el riesgo de dejar de ser “serio”. Años después el bando opuesto proclamó la misma victoria de un modo igual de categórico. Carlos A. Segreti afirmó (Todo es Historia, 1978): “Creo haber demostrado, pues, que el plan atribuido a Moreno fue, en realidad una falsificación, …en lo que a mí respecta la vieja polémica sobre la autoría del documento del 30 de agosto de 1810, ha terminado”. Al menos, Segreti la dio por terminada sólo a título personal. Pocos años más tarde fue el Dr. Eduardo Dürnhöfer quien anunció (Historia, N° 7, sep.-nov. 1982): “A 86 años de la iniciación de lo que fuera designado como “el más famoso debate que registra la historiografía argentina”, podemos afirmar que la autenticidad del llamado Plan de operaciones, de Mariano Moreno, ha quedado comprobada”.

Se entiende que decretar unilateralmente el final de cualquier disputa es un ejercicio inútil que sólo puede satisfacer una aspiración individual pero que no sirve como argumento decisivo.

Las “viejas” pruebas sobre la falsedad del Plan de operaciones

¿Por qué se ha creído que el Plan de operaciones es un fraude? Si bien es cierto que esta disputa se cubrió de subjetiva intencionalidad en ambos bandos, y que cierto sector político y alguna corriente historiográfica vieron con simpatía e interés que el Plan pudiera ser declarado apócrifo, también lo es que existe clara evidencia que apuntala esta hipótesis. La resumiré ahora agrupándola en cinco apartados.

El primero es el de los anacronismos. Se sabe que el Plan contiene varios. El más notorio es el nombre del país, lo llama “Provincias Unidas del Río de la Plata”. El “Unidas”, claramente, no corresponde a 1810. Sólo comenzó a ser utilizado en 1811. Las cinco copias del Plan que se conocen contienen el mismo desliz. Nadie en 1810 usaba esa fórmula, y lógicamente tampoco sabía que así se llamaría al país en un futuro. Sólo lo podía saber quien escribiera luego de 1811. En segundo lugar, el Plan nombra a la Gazeta de Montevideo (artículo 8, máxima 5) y a los “periódicos de nuestros enemigos” (artículo 1, máxima 10), pero resulta que esa Gazeta solo fue fundada en octubre de 1810. Recordemos que el Plan está fechado en agosto de ese año. De hecho, para esa fecha, aquella ciudad ni siquiera poseía imprenta. Se entiende, entonces, la imposibilidad de que Moreno o ningún patriota hubieran escrito esas palabras.

La segunda categoría es la de los errores. Los hay de forma y de fondo. Entre estos podemos destacar que el Plan equivoca la fecha de la asonada de Montevideo en favor de la revolución porteña. La data en agosto de 1810 cuando los hechos ocurrieron, verdaderamente, en julio. También confunde el cargo de uno de los jefes sublevados, Prudencio Murgiondo. Téngase en cuenta que el verdadero Moreno difícilmente hubiera podido equivocarse al respecto, ya que esos hecho fueron absolutamente contemporáneos al momento en que supuestamente el Plan estaba siendo redactado. En el proemio, el autor del Plan le hace decir a Moreno que estudiaba al “corazón humano” desde hacía 25 años, o sea desde que tenía siete años. Se entiende la imposibilidad de esta afirmación de parte del propio interesado. En cuanto a la forma, las firmas de todos los próceres son erróneas. Comenzando por las de Manuel Belgrano y Juan José Paso. Ambos figuran firmando como “doctores” cuando ninguno de ellos lo hacía así en los documentos manuscritos. En las firmas del resto de los integrantes de la Primera Junta existen, también, severas inconsistencias. Por ejemplo, Saavedra es siempre “presidente”, cuando casi nunca firmaba aclarando su condición; Castelli aparece firmando “Casteli”; Azcuénaga firma “Miguel Azcuenaga” en vez de “Miguel de Azcuénaga”; Matheu firma “Mateu” como aparecía en los impresos y nunca en los manuscritos. Por otro lado, ningún prócer firma con sus abreviaturas habituales. El presbítero Alberti siempre abreviaba el “Manuel” como “Manl.”. En cambio, en los impresos el nombre aparecía desarrollado como ocurre en el Plan. Allí el apellido figura tanto con “b” como con “v”. Con ambas variantes está escrito en las diferentes copias del Plan donde leemos “Alberti” y “Alverti”. Sin embargo, su firma manuscrita era indefectiblemente “Alberti”. Juan Larrea, abreviaba el “Juan” como “Jn”. En cambio en el Plan aparece “Juan” completo como en todos los impresos. Vemos, entonces, que ninguna firma es la correcta para un manuscrito de 1810.

 Luego existen una serie de “premoniciones” que Mariano Moreno supuestamente asentó en agosto de 1810. La exactitud de estas afirmaciones torna a Moreno en un iluminado. Curiosamente, estas dotes de adivino no se llegan a percibir en ningún otro de sus escritos. Por ejemplo, acierta en que la revolución incorporará oficiales venidos de España –como sucedió en 1812 con San Martín, Alvear y sus compañeros de viaje– y que alguno de ellos será extranjero y servirá como fundidor como ocurrió con el Barón de Holemberg. También predice con justeza que se premiarán las acciones militares con escudos que se fijarán en los brazos de nuestros héroes –así aconteció luego de la primera victoria de Suipacha– y que en Buenos Aires se construirán “pirámides” o “columnas” para conmemorar nuestros hechos heroicos y que se escribirán allí los nombres de aquellos que se destaquen. Sabemos que la Pirámide de Mayo se construyó en 1811 para conmemorar el primer aniversario de la revolución y que en agosto de ese año, el gobierno decretó que allí se gravara el nombre de los primeros oficiales caídos por la patria: Felipe Peryera Lucena y Manuel Artigas. Las premoniciones más extraordinarias son las relacionadas con la Banda Oriental. Atina en nombrar a José G. Artigas y a José Rondeau como los futuros jefes de un teatro de operaciones que, por entonces, ni siquiera existía. En 1810 ambos eran aún oficiales enemigos, y el segundo de ellos ni siquiera se encontraba en el país, faltaba desde 1807. También nombra proféticamente a los oscuros caudillos orientales que tomarán parte en las acciones de 1811 en adelante y que, entonces, eran completamente desconocidos en Buenos Aires. Vaticina, luego, todos los hechos que acontecerán en la Banda Oriental desde 1811 hasta 1814: que Montevideo será la única ciudad del virreinato que se opondrá a la revolución; que se levantará la campaña oriental; que los ejércitos porteños participarán luego apoyándola; que en breve se podrá poner sitio a Montevideo; que ésta no se rendirá y que sólo se logrará esto luego que se la haya bloqueado por agua; que los ejércitos portugueses invadirán esa banda para apoyar a Elio y que habrá que firmar un armisticio. Que habrá que negociar con la corte de Río otro más ventajoso valiéndose de la asistencia de la corona británica y de su representante en Rio de Janeiro, Lord Strangford; que una vez logrado esto –como ocurrió en 1812– se podrán continuar con las hostilidades. El Plan también sabe que España nunca terminará de caer completamente en manos de Napoleón.

 En cuarto lugar, existen algunas “quimeras”. De ser cierta la autoría de Moreno, el Plan lo mostraría como a un pequeño Napoleón sudamericano. Allí se promueve, insistentemente, la conquista del Brasil. Para ello el gobierno revolucionario, con la ayuda de Gran Bretaña, invadiría el país vecino con ejércitos de decenas de miles de hombres. Recuérdese que los ejércitos que salieron de Buenos Aires hacia el interior del país eran pequeños. El que partió hacia Córdoba lo hizo con sólo 1150 hombre. Y diminutos, el que se dirigió al Paraguay inició su marcha con solo 200 soldados. En cambio, el Plan habla de tropas conformadas por masas de dieciocho a veinte mil hombres que claramente nunca estuvieron a disposición del gobierno de Buenos Aires.

Existe una última categoría, la relativa a las “omisiones”. En el Plan no se discuten los temas que por entonces concitaban la atención de la Junta. Entre multitud de asuntos acuciantes, nombraremos sólo dos. Nada dice de la expedición a las provincias interiores. Era éste, el emprendimiento militar más importante que por entonces afrontaba el gobierno revolucionario. Había partido el 7 de julio, o sea, sólo pocos días antes de que Moreno, supuestamente, recibiera el encargo de escribir el Plan. Córdoba, el Alto Perú y el Paraguay no existen para el Plan. Y sabemos que la política de la Junta estuvo centrada, además de en la Banda Oriental, en aquellas provincias. Tampoco dedica una sola frase al congreso que se estaba convocando en Buenos Aires y que supuestamente iba a decidir la forma de gobierno y el futuro de las Provincias del Río de la Plata. Sabemos que este tema era de gran interés para Moreno. Le dedicará largas y luminosas páginas en la Gazeta.

Algunas de estas pruebas pueden ser consideradas como circunstanciales, pero muchas otras son prácticamente irrefutables. Por ejemplo, las que tienen que ver con los anacronismos y con los errores de forma y de fondo. El Plan yerra donde Moreno no hubiera podido hacerlo.


Lo que debes saber
Lo más leído hoy