Evangelio según San Lucas 9, 11-17 Evangelio según San Lucas 9, 11-17
de la misión encomendada
por el maestro,
Jesús los tomó consigo
y con la intención de
descansar se dirigieron
a Betsaida. Pero la gente
lo supo y lo siguieron.
Entonces se puso a hablarles
del Reino y curar
los enfermos. Jesús renuncia
a su propósito de
pasar un rato de intimidad
con sus discípulos y
movido por misericordia
atiende las necesidades
de su pueblo de recibir
el anuncio del Reino
y de curarse de sus sufrimientos.
Al caer la tarde, la hora
de la comida vespertina,
los “Doce” le piden
despedir a la gente para
que busquen comida
y alojamiento en los poblados
vecinos. Jesús les
dice: “Denles ustedes de
comer...” Parece como si
Jesús los invitara a hacer
el milagro. Es imposible,
que puedan conseguir
alimento para cinco
mil personas. Entonces,
les dijo, hagan que
se acomoden por grupos
de cincuenta. Luego,
en un gesto que nos hace
pensar en la Eucaristía,
tomó los panes y peces,
y levantando los ojos al
cielo, pronunció sobre
ellos la bendición y los
partió, y los iba dando a
los discípulos para que
los dieran a la gente. El
prodigio no supone que
Jesús multiplicara los
trozos, sino que pudieran
comer todos, los cinco
mil, y aún sobrar, teniendo
en cuenta el reducido
número de panes
y peces que tenían a disposición.
Todos comieron hasta
quedar saciados, lo
que muestra la abundancia
con que Dios alimenta
a su pueblo.
Conclusión
La llegada del Reino
en la predicación y
actuar de Jesús supone
una nueva humanidad,
un hombre nuevo que
vive la experiencia del
Reino en la gratuidad y
el compartir la vida como
signo de que Dios vive
entre nosotros.
Ho y l a c r i s i s s o -
cioeconómica por la que
atraviesa el país ha dejado
a muchos hermanos
sin pan en sus mesas,
sin trabajo que les
permita vivir en dignidad.
Es la hora de la solidaridad,
del compartir,
la hora de hacerse cargo
del hermano, de velar
por su felicidad. Los discípulos
de Jesús no podemos
desentendernos
del sufrimiento de muchas
familias en nuestra
patria; dar de comer
al hambriento, de
beber al sediento,
visitar al enfermo
y al preso,
anunciar buenas nuevas
que vayan acompañadas
de acciones de solidaridad,
sirviendo a los que
no tienen trabajo, cobijando
a los que no tienen
techo, compartiendo
nuestros bienes con los
que están excluidos de
la mesa de la vida, serán
gestos de pertenencia a
la comunidad de Jesús.
La Iglesia, experta en
humanidad, puede aportar
al país un mensaje de
esperanza, trazar caminos
de solidaridad compartiendo
su vida y sus
bienes con la sociedad,
poniéndose del lado de
los que sufren, promoviendo
la justicia social
para que todos
puedan
acceder
a
una vida
digna.