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EL LIBERAL . Padre Seschi

Pecado

¡Buen día! En una catequesis pronunciada hace muchos años, Pablo VI abordó el tema del pecado en términos profundos y de permanente actualidad:

“La idolatría del humanismo contemporáneo, que niega o descuida nuestra relación con Dios, niega o descuida la existencia del pecado. Deriva de ella una ética insensata. Loca de optimismo, porque tiende a hacer lícito todo lo que gusta y lo que agrada y loca de pesimismo, porque priva a la vida de su sentido profundo, proveniente de la distinción trascendental de angustiosa y desesperada fatuidad”.

En otro momento de la misma alocución el Papa insiste en que el pecado es también una relación interpersonal entre el hombre y Dios:

“El pecado no es únicamente un defecto nuestro personal, sino una ofensa interpersonal que desde nuestra persona llega a Dios. No es solamente una falta a una legalidad del ordenamiento humano, una culpa contra la sociedad o contra nuestra lógica moral interior. Es una ruptura mortal del vínculo vital, objetivo, que nos une a la fuente única y suma de la vida, que es Dios, con esta primera y fatal consecuencia: que nosotros, capaces de perpetuar tan fácilmente esta ofensa, esta fractura, no somos ya capaces, por nosotros mismos de repararla. Somos capaces de perdernos, no de salvarnos.

Esto nos hace reflexionar hasta dónde llega nuestra responsabilidad. El acto se convierte en estado: un estado de muerte. Es terrible. El pecado lleva consigo una maldición que sería condena irreparable si de Dios mismo no partiese en nuestra ayuda una iniciativa, reveladora de su omnipotencia en la bondad y en la misericordia. Esto es maravilloso. Esta es la redención, la suprema liberación”.

Santa Teresa solía decir que “el pecado es una guerra contra Dios, de todos nuestros sentidos y potencias del alma”. Esto suena increíble si no fuera dolorosamente cierto. Desde luego, muy pocas personas actúan conscientemente de esa manera: desafiando a Dios y luchando contra él, pero el hecho de dejarnos arrastrar por el pecado grave, a causa de nuestra debilidad, ya es una manera de dejar a Dios de lado.

Hace falta meditar muy a fondo sobre quién es realmente Dios, para tomar conciencia de cuánto lo ofendemos por recorrer caminos que no son los suyos.

¡Hasta mañana!

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