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EL LIBERAL . Padre Seschi

Maquillaje

Le cuento una de Mafalda. Su madre se estaba maquillando- ignoro si con revoque fino o grueso- y la niña terrible se le acerca para preguntarle como quien no quiere la cosa: “Mamá ¿cuándo una mujer deja de ser joven?”. Apuro de por medio, la desconcertada progenitora recurre a una salida de emergencia: “Bueno... una siempre puede ser joven en el corazón”. Pero a Mafalda no le gustan mucho las evasivas, y contraataca: “Lo que yo te pregunto, mami, es cuándo el corazón comienza a necesitar maquillaje”.

Seguramente a la mami se le quemaron todos los papeles. Y no es para menos. Sucede que nadie sabe exactamente cuándo el corazón comienza a envejecer; y no solo como órgano vital sino también como todo lo que puede significar.

El maquillarse es algo bien femenino (aunque, lamentablemente hay cada vez mas competidores masculinos) y está bien que las mujeres procuren realzar su belleza y disimular sus defectos mediante ese arte tan antiguo.

Las arrugas suelen ser sus grandes enemigas. Algunas mujeres llegan a tener una verdadera obsesión por ellas, con todas las consecuencias que conocemos. Pero están igualmente las otras, las que saben realmente tomarse las cosas con mayor filosofía. Una señora comentaba en un salón de belleza: “No, esas no son arrugas. Lo que pasa es que tengo más señas particulares que la mayoría de las personas”... Por lo demás nunca falta el “maldito” que no deja pasar la ocasión para endilgarle a su suegra algún comentario malicioso. Alguien comentaba: “Recuerdo que hace años mi suegra se preocupaba por las manchas de su cutis. Ahora ya no se preocupa más, las manchas han desaparecido debajo de las arrugas”.

En definitiva, las arrugas no son un mal, sino el testimonio de los años ya vividos. Malas son, sí, las arrugas del corazón: no hay maquillaje que pueda disimularlas.

¡Hasta mañana!

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