Matrimonio: adaptación

¡Buen día! Pasado el primer tiempo de rosas, una de las quejas más frecuentes de los jóvenes esposos tiene que ver con la dificultad de adaptación: “No nos entendemos”, “somos demasiado diferentes”, “no es el mismo (la misma) que antes”...

En el fondo de éstas y otras quejas hay una tendencia muy frecuente: pensar que es la otra persona la que tiene que hacer el mayor esfuerzo para adaptarse a uno; porque uno (una) ya hace demasiado. Sin embargo, como decía Anne Morrow Lindberg, “el matrimonio debe consistir en romper la propia caparazón para entrar en otro mundo; un mundo más grande”. Esto, naturalmente, duele, pero es el único camino para una real adaptación, que, además, no termina nunca.

Michael Grant escribió una vez: “Mi esposa y yo estamos constantemente adaptándonos el uno al otro. Esta adaptación comenzó hace 19 años, y no concluirá nunca, pues cada uno de nosotros crece y cambia sin cesar.

Siempre seremos diferentes. Yo, al pensar en nuestro aniversario de bodas, imagino rosas y una cena formal; ella prefiere la comida mejicana y luego ir al cine.

Pero el nuestro no es un matrimonio sólido; eso no existe. El matrimonio se parece más a un avión que a una roca: es necesario echarlo a volar.

De pronto lo oye uno crujir y rechinar, y se da cuenta de que sostenerlo en el aire es cuestión de actitudes.

Con todo, es posible verlo en lo alto por siempre, si uno se lo propone. Sólo mi esposa y yo sabemos cuán difícil ha sido y también sabemos que ha valido la pena”.

Hermosa figura la del avión, como lo es también aquella otra encontrada por ahí: “Hablamos del ‘nudo matrimonial’, pero en realidad se trata más bien de un cinturón, que aprieta si se ciñe con fuerza, y se cae si se lo coloca demasiado suelto.

Por ello debe tener varios hoyitos, para ajustarlo a los diferentes cambios y presiones que sufre la relación”.

Naturalmente, esto debe ir aprendiéndose ya desde el noviazgo; que es el tiempo en que ambos deberán saber si son capaces de adaptarse el uno al otro en las diferencias. Porque para las coincidencias la adaptación es muy fácil...

¡Hasta mañana!