Textos de Lucía Kobylañski de Peralta Textos de Lucía Kobylañski de Peralta
Mis padres se fueron a Buenos Aires. Debían operar a mamá. Fui la responsable
de la casa y de mis dos hermanos; pero como la Nona se instaló para
cuidarnos, todo fue fácil, alegre y divertido. Nos convenció de que, dado
que a mamá le gustaba tanto el orden y la limpieza, nos dedicáramos, un poco
cada día, a mejorar la casa. Con borrador, limpiamos los escritos en las paredes
(podría describir cada centímetro de zócalo rescatado). Con ingenio,
arreglamos el viejo jarrón –preferido de Anita- pegando cintas y figuras de papel
brillante y colorido. Debimos cuidar las plantas: cada día cortar las hojas
secas, regar, querer y atender (ése es el secreto de un lindo jardín).
Por suerte, como la Nona era italiana, no nos torturaba con los deberes;
pero, “incansable hormiguita” nos tuvo todo el día “fregando”: ¿Cuándo volverá
mamá? Empecé a extrañarla.
Una tarde, sonó el teléfono. Corrí a atender. Era papá. La operación había
sido exitosa, pero debía permanecer allá un mes. Como no podía estar sin
nosotros iríamos a visitarla. ¿Saben lo que era ir a Buenos Aires? Tuve mucho
miedo sobre todo por Guyín de seis años, travieso, que siempre se ingeniaba
para “encontrar un chichón” y Miky que apenas tenía tres años. La Nona preparó
nuestras valijas y nos despidió. Papá nos esperó en la gran capital.
Doy fe de que Dios existe y de que el ángel de la Guarda nos protege. Llegamos
bien. Encontramos a papá, acompañamos a mamá y ¡conocimos tantas
cosas lindas!...
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Tardecita santiagueña
Qué alegría es poder salir con la Nona! La busco en su casa.
Está lista, con su impecable vestido de seda negro “perche e’ viuda”;
pero su rostro calmo, sonriente, pone color a la estampa. De
la mano, vamos por 24 de septiembre, a la Plaza Libertad, para
escuchar a la Banda de Música. Me explica: “éste es Frediani, el
que pasa cantando y taconeando fuerte, el ritmo”. Al llegar la Nona
saluda con respeto a Don Pedro Cinquegrani. “Es el Director –
enseña- merece distinción”. Lo que más me atrae es el bastidor
con luces y ver cómo el encargado coloca tres tiras horizontales
con el nombre, género y autor de la pieza musical. Los valses de
Strauss me invitan a danzar en torno a la retreta; las marchas, a
marcar el paso acompañando con palmas. Poco a poco mi abuelita
me inicia en la ópera, al reconocer partes de alguna de ellas...
Tengo una tentación: ¿si saco las tirillas, dejará de tocar la Banda?
Me hago la distraída y llevo mi empresa adelante. Quito la tercera
(no alcanzo las otras). Dos focos potentes me enceguecen. Me
descubrirán, sin duda; ¿pero quién me quita el placer de la aventura,
en un ambiente cargado del perfume de las flores, la cordialidad de
los vecinos, la belleza de la música?