Poema de María Cristina Ibarra de Suárez Poema de María Cristina Ibarra de Suárez
Son ellas, las que en el andar misterioso de la vida
proyectan rayos de luz sobre el fruto de los huertos.
Ellas son, las que con su manto virginal a sus hijos los cubrieron,
a esos pedacitos de pureza inconcebibles, tiernos.
Las que los hicieron nacer en el momento más íntimo y eterno,
y envolviéndolos en su regazo les dieron vida y cielo.
Las que no pudieron comprender en lo bello y en lo nuevo
la furia del vendaval que dibujó su figura ligada a los sustentos.
Las que se doblaron, se quebraron, se asfixiaron,
con la fuerza de haberlo hecho.
Las que afrontaron sin descanso la magnitud de lo soberbio.
Ellas son, quienes en las arenas del desierto
buscaron y encontraron flores que adornaron sus senderos.
Son ellas, las que en la multiplicidad de sus sueños
murmuran hoy con sus labios lo que no pudieron decir a grito abierto.
Las que tienen los ojos mojados y secados por el viento
y un corazón muy grande para dar tanto amor y en todo tiempo.
Nadie sabe, nadie palpa; sólo murmuran entuertos
y soplan tal vez el polvo que cubre su propio espejo.
Nadie presiente tristezas
nadie siente su pasión por dentro.
Madre
Sólo tu sabia te envuelve para prodigar secretos.
Madre, aquí estas para mostrar tus sentimientos.
Aquí, para leer en la mirada de tus hijos,
divisarlos desde lejos y con la firmeza de madre, comprenderlos.
Milagro que no agota letanías
gozo que se implora y que no alcanza para disimular
con magia su serenidad sagrada,
y acurrucar dormida esperanzas muertas.
Seré yo la madre de este niño
manantial de amor, sonido en el concierto?
Rendida a tus pies, caigo ¡Oh Dios! Rendida
por no haber admirado lo perfecto.
Por no haberle entregado mi confianza.
Por no haberle entregado mis consuelos.
A tiempo estoy ante la obligación que debo.
Por eso me agiganto hoy, por eso
y bendigo ser madre de este niño
que me da ternura, comprensión y besos.
Por María Cristina Ibarra de Suárez Fernández, Santiago del Estero