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EL LIBERAL . Santiago

La sal al banquillo, entre enemigo silencioso y con permitidos

16/10/2016 07:09 Santiago
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La sal al banquillo, entre enemigo silencioso y con permitidos La sal al banquillo, entre enemigo silencioso y con permitidos

Poca sal o sal cero es uno de los debates

más calientes e irresueltos entre los especialistas

en cardiología. Si bien el consenso

apunta a que la reducción del consumo de

sodio es una de las herramientas mas eficaces

en la prevención de las enfermedades

cardiovasculares, recientes investigaciones

apuntan a que consumir poca sal es la mejor

opción.

Hoy se instala un nuevo desafío al pensamiento

dogmático y ortodoxo que establece

que la reducción del consumo de sodio

es saludable y beneficioso para la salud en

general. Algunos estudios contemporáneos

han observado que tanto la ingesta elevada

como la muy baja de sodio se asocia a mayores

tasas de enfermedades del corazón en

la población general y en pacientes con presión

arterial elevada.

“Lo primero que hay que comprender

es que la discusión alrededor de la sal tiene

dos dimensiones: la académica – la tenemos

prácticamente que debatir y resolver

entre los médicos – y la poblacional o comunicacional;

y aquí sí el mensaje tiene que ser

claro y contundente: la gente debe consumir

menos sal, hay que reducir notablemente el

consumo de sal en las ingestas de todos los

días ya que se consume en exceso”, explicó

el médico cardiólogo Rafael Díaz, director de

Ecla (Estudios Clínicos Latinoamérica) y director

del departamento de cardiología del

Instituto Cardiovascular de Rosario.

“Hasta hace pocos años la mayoría de

los organismos oficiales internacionales recomendaron

una ingesta de sodio muy baja:

2.3 gramos por día (equivalen a unos 5 a

6 gramos de sal de mesa por día) por persona

y en sujetos de mayor riesgo, como aquellos

hipertensos o con patología cardiovascular

establecida 1.5 g/d por paciente”, contextualizó

el médico cardiólogo Rafael Díaz.

Las observaciones recientes que desafían

estos estamentos sugieren que cuando

la ingesta es menor a 3 g/d puede ser perjudicial

para la salud, tanto en sujetos sanos

como en individuos enfermos.

Polémica: menos sal,

no siempre es mejor

Uno de cada dos argentinos adultos

(entre 35 y 60 años) sufre hipertensión

y la mitad de ellos tampoco

lo sabe. Las cifras se complejizan

al saber que la hipertensión arterial

(HTA) está presente en el 80

por ciento de las muertes por causa

cardiovascular.

“La peor noticia para los argentinos

es que la mitad de los adultos

padece HTA, la mitad de ellos no lo

sabe”.

Las sociedades científicas

más importantes del mundo aseguran

que habría que consumir menos

de 2.3 gramos de sodio por día,

y si además se asocia alguna enfermedad

adicional se requiere aún más

restricción de sodio y se debería comer

1.5 gramos. Para graficar la idea,

para transformar los gramos de sodio

en sal hay que multiplicarlo por 2.5.

“La mejor indicación para la gente es decirles

que no le agreguen sal a la que la comida

ya trae. Eliminar el salero de la mesa

es una muy buena conducta y un muy buen

mensaje. La sal no es como el cigarrillo: que

el mejor tabaco es cero. La mejor cantidad

de sal no es cero; al contrario, puede ser

perjudicial”, enfatiza el cardiólogo.

Para la Organización Mundial de la Salud

(OMS) si se reduce el consumo de sal al nivel

recomendado (5 gramos por día de sal o

2,3 gramos de sodio por día), se podría evitar

hasta 1 de cada 4 ataques al corazón o

accidentes cerebrovasculares.

Incluso el agua tiene sodio. Dentro de las

aguas embotelladas existen dos grupos: las

que tienen alto y bajo contenido de sodio. Si

nos remitimos a los dos litros que son recomendados

incorporar por día para lograr

una hidratación adecuada, es importante

destacar que el aporte de las aguas de alto

contenido de sodio para dicho consumo es

de 256mg por día, mientras que el de las bajas

en sodio, es de 10mg por día.

Según un último estudio global publicado

recientemente por la New England Journal of

Medicine, esa sola causa se cobra más de

10.5 millones de vidas por año. Las cifras

hablan por sí solas.

Es por eso que uno de los primeros desafíos

que debe vencer la hipertensión arterial

(HTA) es derribar su lugar de enfermedad

cotidiana en la vida de las personas.

Su condición de enfermedad crónica, no

transmisible y asintomática ayuda a naturalizar

su presencia como enfermedad de alto

riesgo para aquellos que la padecen.

Y este aparente “estado de normalidad”

que supone para la mayoría de los mortales

es su principal escollo y atributo a la vez

para avanzar ladina y silenciosa. Y por eso,

irrumpe sin dar síntomas previos a través de

un infarto de miocardio, accidente cerebrovascular,

insuficiencia renal o insuficiencia

cardíaca.

La peor noticia es que las consecuencias

de todos estos cuadros en la mayoría

de los casos son irreversibles o fatales.

La hipertensión arterial ocasiona el 13

por ciento de la mortalidad del mundo, es

una enfermedad considerada una “serial killer”

y está presente en el 80 por ciento de

las muertes por causa cardiovascular.

Lo primero que caracteriza a un hipertenso

es el incremento continuo de las cifras

de la presión sanguínea en las arterias; por

ello se convierte en una espada de Damocles

para las enfermedades del sistema circulatorio

que representan la principal causa de

muerte en la Argentina.

Legislación y sal

En el año 2013 se sancionó en nuestro

país la Ley 26.905 que implementa, entre

otros puntos, la reducción del consumo de

sal en alimentos procesados y promueve la

eliminación de los saleros en las mesas de

los locales gastronómicos.

Para el doctor Claudio Majul, director del

Consejo de Hipertensión Arterial de la SAC,

jefe de hipertensión del Hospital Santojanni

de Buenos Aires y cardiólogo del Hospital

Británico: “La mayoría del sodio que se consume

proviene de los alimentos procesados

o industrializados, donde por lo general los

consumidores no tienen conocimiento de

las cantidades.

En nuestro país, se calcula

que entre el 65% y el 70% de la sal consumida

proviene de dichos alimentos”.

Es por ello que debemos estar atentos

a la cantidad de sodio que indican las

etiquetas de los alimentos y bebidas, ya

que estos valores sumados a la sal que

se agrega al ser consumidos (se estima

que el 17,3% de la población agrega

siempre sal luego de la cocción),

puede superar los niveles saludables

indicados por la OMS.

La carne, por ejemplo, contiene

65 mg de sal en 100 gramos,

mientras que el huevo 122 mg

y el pescado 140, en 100 gramos.

Una rodaja de pan contiene

114 mg, cuatro fetas

de panceta 548 mg y tres

medialunas tienen toda la

cantidad de sal que una

persona con hipertensión

arterial puede consumir

en una semana.

Aquellos que respaldan

una reducción marcada

de sal en la dieta

esgrimen que la sal

es “quizás el ingrediente

más mortal de nuestro

alimentos”. Esta posición

es la más ampliamente

aceptada por las

autoridades sanitarias internacionales.

Sin embargo

aquellos científicos que

sugieren un efecto adverso

de consumos muy bajos

sostienen que una política

sanitaria tan rígida

podría hacer daño a un

numero enorme de personas

en el mundo.

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