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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangel io según San Lucas 6,12-19.

28/10/2016 01:55 El Evangelio
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Evangel io según San Lucas 6,12-19. Evangel io según San Lucas 6,12-19.

Jesús se retiró a una montaña

para orar, y pasó toda la

noche en oración con Dios.

Cuando se hizo de día, llamó

a sus discípulos y eligió a

doce de ellos, a los que dio el

nombre de Apóstoles:

Simón, a quien puso el sobrenombre

de Pedro, Andrés,

su hermano, Santiago, Juan,

Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás,

Santiago, hijo de Alfeo,

Simón, llamado el Zelote, Judas,

hijo de Santiago, y Judas

Iscariote, que fue el traidor.

Al bajar con ellos se detuvo

en una llanura.

Estaban allí muchos de sus

discípulos y una gran muchedumbre

que había llegado de toda

la Judea, de Jerusalén y de la

región costera de Tiro y Sidón,

para escucharlo y hacerse curar

de sus enfermedades.

Los que estaban atormentados

por espíritus impuros

quedaban curados; y

toda la gente quería tocarlo,

porque salía de él una fuerza

que sanaba a todos.

Comentario

A los apóstoles Simón,

el Cananeo, y Judas (Tadeo)

-que no debemos confundir

con Judas Iscariote- los consideramos

juntos no tan sólo

porque en la lista de los Doce

se citan siempre uno detrás

del otro (cf Mt 10,4; Mc 3,18;

Lc 6,15; Hch 1,13) sino también

porque los detalles que

nos han llegado de ellos son

muy pocos, a parte del hecho

que en el Nuevo Testamento

se conserva una carta atribuida

a Judas.

Simón recibe un epíteto

variable según las cuatro

listas; así, mientras Mateo y

Marco lo llaman “el cananeo”,

Lucas lo llama “celotes”.

En realidad los dos calificativos

son equivalentes

porque tienen el mismo significado.

En efecto, en hebreo

el verbo “kana” quiere

decir “ser celoso, apasionado”...

Es, pues, muy posible

que ese Simón, si no pertenecía

propiamente al movimiento

nacionalista de los celotes,

por lo menos se haya caracterizado

por un ardiente celo

por la identidad judía, así

pues, también por Dios, por

su pueblo y por la ley divina.

Si esto es así, Simón queda

situado en las antípodas

de Mateo, el cual, por el contrario

y en tanto que publicano,

ejercía una actividad considerada

como del todo impura.

Ello es un signo evidente

de que Jesús llama como

discípulos y colaboradores

suyos a personas de las clases

sociales y religiosas más

diversas sin ninguna clase de

prejuicios. ¡Lo que le interesa

son las personas y no las

categorías sociales o las etiquetas!

Y lo bueno es que, en el

grupo de sus discípulos, a

pesar de ser tan diferentes,

todos coexistían y superaban

todas las dificultades

imaginables; en efecto,

era él mismo Jesús la razón

de su cohesión y quien hacía

que todos se encontraran

unidos.

Esto constituye una clara

lección para nosotros, a

menudo inclinados a subrayar

las diferencias, y posiblemente

las oposiciones, olvidando

que, en Cristo Jesús,

se nos da la fuerza para resolver

nuestros conflictos.

En nuestro interior no olvidemos

que el grupo de los

Doce es la prefiguración de

la Iglesia en la que deben encontrar

su lugar, todos los

carismas, todos los pueblos

y razas y todas las cualidades

humanas, su identidad y

su unidad en la comunión con

Jesús. l

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