Psicología

¡Buen día! Es conocido en medios profesionales el caso de un individuo que aparece en el consultorio del psiquiatra: “Doctor, tengo una doble personalidad”, dice acongojado. El médico lo acoge sonriendo: “Está bien, pero no es un gran problema: pase al consultorio y conversaremos los cuatro”...

¿Exageración? Desde luego, pero no deja de alertarnos sobre los rumbos que a veces se toman para superarlos problemas. A propósito de los psicoanalistas, alguien comentaba, ridiculizando la nota: “Es tan buen psicoanalista que si uno no tiene ningún trauma, él enseguida te inventa uno”... Y está el otro caso: el del psicoanalista que tuvo tanto éxito en desinhibir a una muchacha, que después tuvo que ofrecerle una serie de terapias para devolverle al menos algunas inhibiciones...

Entendámonos: la psicología, el psicoanálisis, la psiquiatría son necesarios; hasta indispensables en algunos casos. Pero es el propio individuo el que deberá sentirse protagonista de su terapia, con o sin ayuda profesional. El psicólogo René Trossero (‘Como luces en tu camino’) advierte: “Cuando mantienes una buena relación, haces terapia aunque no lo sepas; si eres incapaz de una relación, no haces terapia aunque te lo propongas”. Sigamos leyendo lo que nos dice: “Crece nuestra sociedad de psicoterapia en la medida en que nos encontramos más solos, menos comunicados, menos reconocidos y menos amados. Los psicólogos son los anticuerpos que genera la sociedad para curarse de su enfermedad de ‘solitaridad’ y de aislamiento.

Si invirtiéramos más tiempo en amarnos y en dialogar, y en estar comprometidos con los otros en una vida con sentido, invertiríamos menos tiempo y dinero en la psicoterapia.

Tal vez acentuamos el rol de los psicólogos para que nos ayuden a rescatar el espíritu y la profundidad, en un tiempo signado por el materialismo y la superficialidad”.