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EL LIBERAL . Padre Seschi

Vejez

¡Buen día! En el órgano de la Organización Mundial de la Salud apareció un artículo en el que se distingue entre vejez y envejecimiento.

La vejez consiste en una edad propia de los muchos años vividos, mientras que el envejecimiento es más bien un estado del espíritu. Se podrá coincidir o no con esta distinción, pero no deja de ser verdad que la vejez como tal -es decir, la suma de los años- no incluye necesariamente sentir envejecida el alma.

Es más, la vejez puede transformarse en el tiempo de las grandes síntesis vitales. El padre Héctor Muñoz (“36 Oraciones para la tercera edad”) dice al respecto: “La sazón ha llegado. Se sabe con certeza que hay más vida por detrás que por delante, y la sabiduría comienza a empapar el pensamiento y la vida (...). Es el único momento de la historia del hombre en que se puede leer el pasado con ojos plenos, porque el pasado es grande. Un viejo sabio no es escéptico, pero relativiza bien las cosas. Está “de vuelta” de la vida y valora bien a los verdaderos bienes. Puede ser paciente y se encuentra bien con los niños, pues se parece a ellos en muchas cosas: ambos tienen “poco” de algo. Unos de pasado. Otros, de futuro”. No obstante que los ancianos viven más de recuerdos que de proyectos, muchos transitan el presente abiertos a ilusiones y futuro. Ello los mantiene jóvenes de espíritu, permitiéndoles escribir, por ejemplo, esta bella página de Tata Melcho (Juan Francisco Bianchi), un poeta santiagueño que sabe decir las cosas con belleza y claridad: “No obstante mis achaques y goteras / que en mi vejez afronto en mi destino, / sigo andando... andando mi camino / tras mis ansias, mis sueños o quimeras. Buscando sin cesar, de mil maneras, / con afán empeñoso y diamantino, / en mi mundo fugaz y peregrino / horas gratas, felices, placenteras. Tratando de apartar el desconsuelo / y escollos que encrespan el sendero; / buscando de alargar mi derrotero / hasta el fin prometido allá en el cielo, / rogándole al Señor que no atempere / el ansia de vivir que en mí no muere”.

El ansia de vivir es, precisamente, una de las mejores señales de juventud espiritual. Ojalá todos la conservemos, no importa los años que tengamos. ¡Hasta mañana!

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