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EL LIBERAL . Opinión

Jubileo Extraordinario de la Misericordia

19/11/2016 00:00 Opinión
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Jubileo Extraordinario de la Misericordia Jubileo Extraordinario de la Misericordia

Al Pueblo de Dios que peregrina en Santiago del Estero, El "Año de la Misericordia", que providencialmente nos regaló el Señor y al que nos convocó el papa Francisco, está llegando a su fin, y por eso me dirijo a ustedes, querido Pueblo de Dios, junto al presbiterio de Santiago del Estero, para agradecer a Jesucristo, el "rostro de la Misericordia" del Padre, por todos los frutos espirituales de este año de Gracia. Contemplar el misterio de la Misericordia divina ha sido fuente de renovación personal y comunitaria, profundizando en este misterio de amor de Dios que siempre sale al encuentro de sus hijos ofreciendo su ternura, compasión, perdón y posibilidad de una vida nueva. Ha sido para nosotros fuente de alegría, de esperanza y de paz, y al mismo tiempo un fuerte compromiso, porque "la credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo" (MV 10). Nos ha hecho mucho bien fijar nuestra mirada en la Misericordia, porque ella nos revela el misterio de la Santísima Trinidad, y nos invita como Iglesia, a una verdadera "conversión pastoral" para ser servidora del Reino, que con entrañas de misericordia ayuda a "los que tienen la vida y la fe amenazadas".

Iniciado el Año de la Misericordia, nuestro Dios se manifestó sorpresivamente al recibir la noticia del deseo del papa Francisco para que la beatificación de una mujer santiagueña, María Antonia de San José -nuestra Mama Antula- sea en nuestra tierra y nuestra diócesis. En verdad fue un regalo de la Providencia. Aunque esto nos cambió algunos planes pastorales que estaban marcados en la agenda diocesana, fue una ocasión maravillosa para que muchísimos laicos, consagrados, consagradas y sacerdotes conociéramos a una mujer con admirable celo apostólico que salió a caminar con su Cruz, su Manuelito llevando la Buena Nueva a todos. Iniciamos el proceso de preparación con jornadas, encuentros, estudio, producción de materiales catequísticos y celebrativos, retiros, tiempos de honda espiritualidad en celebraciones, peregrinaciones y otras actividades más. Descubrimos a la beata Mama Antula como una mujer que encarnó en su vida la misericordia de Dios y salió al encuentro de sus hermanos, en particular los más pobres y abandonados. En este tiempo, en el cual nuestra juventud está expuesta a tantas situaciones de riesgo, percibimos la presencia masiva de jóvenes atraídos por la figura de esta mujer ejemplar. En ese camino de preparación reconocemos el intenso trabajo que han realizado nuestros institutos educativos, a través de los cuales llegamos a una de las "galileas" de nuestra sociedad santiagueña. Entre otros conocimientos en los que nos ha formado la beata, es su condición de mujer laica que asumió un papel protagónico en la evangelización y promoción de los pobres.

Esto tiene hoy un valor inmenso e inspirador en todo nuestro accionar eclesial: al revalorizar, incorporar, seguir formando laicos para que asuman cada vez más su lugar y misión en nuestras comunidades eclesiales. Ella es una de las figuras que planto la Iglesia en Santiago. Vivimos la beatificación en clave de misión y misericordia. Este año nos ha permitido profundizar la mirada sobre nuestras "galileas", aquellas situaciones, estructuras, instituciones y personas que requieren de nosotros palabras y gestos de misericordia, un amor compasivo que sale al encuentro de todos sin excluir a nadie. Constatamos con preocupación la "ruptura social" que vivimos a nivel familiar por el elevado número de separaciones de las parejas con el consiguiente sufrimiento de los hijos, el dolor de las familias pobres sin oportunidades de desarrollarse y de llevar una vida más digna, el trabajo precario e inestable de muchos padres de familia, el drama de las adicciones que golpea tanto en el hogar, la violencia contra la mujer y los niños, la vida truncada de muchos jóvenes en accidentes de tránsito o por la dramática determinación de quitarse la vida, la soledad o el abandono de muchos ancianos, el sufrimiento de campesinos por el atropello de personas poderosas, la falta de oportunidades laborales para muchos jóvenes.

Frente a esta realidad que nos interpela, quisimos como Iglesia profundizar un camino ya iniciado y comprometernos pastoralmente saliendo al encuentro de todas estas situaciones con entrañas de misericordia, aunque reconocemos, y por eso pedimos perdón, que no siempre supimos llegar a tiempo con palabras y acciones precisas por falta de coordinación, organización o recursos humanos y materiales. Hacemos una memoria agradecida de los pasos que dimos y queremos destacar ahora: reconocemos el trabajo de muchos voluntarios en la prevención y contención de jóvenes con problemas de adicción, aunque la realidad, en cuanto al número de jóvenes que acompañamos, nos supera largamente. Somos conscientes que hemos trabajado sobre los efectos sin atacar las causas tan complejas que mueven a nuestros jóvenes al consumo y consiguiente adicción. Esperamos seguir sirviendo en este ámbito, trabajando en comunión con el Estado y algunas organizaciones no gubernamentales.

Destacamos el servicio de Cáritas con su proyecto de viviendas para algunas familias que se han beneficiado con una casa digna, como también la asistencia que brinda esta institución a familias carenciadas. Existen también otras iniciativas solidarias en nuestras comunidades sosteniendo algunos comedores comunitarios o dando apoyo escolar a muchos niños. Han sido de mucha importancia el trabajo realizado por la Pastoral Social Diocesana, junto a consagrados y laicos en la defensa de la tierra y los recursos naturales muchas veces explotados irresponsablemente. Conjuntamente han acompañado al campesinado en sus justos reclamos para que sus derechos sean respetados. Es de desear que nuestros hermanos campesinos en un trabajo mancomunado con el estado provincial, puedan llevar una vida digna y no se vean "empujados" a tener que abandonar el campo. Otro ámbito en donde se vivió la misericordia este año tan especial, ha sido el de los enfermos. Cuántos agentes de la Pastoral de la Salud han visitado los enfermos en hospitales, sanatorios y casas de familia llevándoles una palabra de aliento, sosteniéndolos en la esperanza, escuchándolos con respeto, orando por ellos y con ellos, o llevándoles a Cristo, Pan de Vida, como alimento y fuerza para seguir adelante! Un servicio de mucha importancia, enmarcado en lo que serían las obras de misericordia espiritual, ha sido la catequesis en todos sus niveles.

Valoramos el compromiso de tantos catequistas en la ciudad y el campo, en las parroquias y escuelas, en pequeñas y grandes comunidades, en instituciones y movimientos de la Iglesia, acompañando la formación y el crecimiento en la fe de tantos niños y jóvenes, así como de adultos hombres y mujeres. Es una gran obra de misericordia ayudar al otro a conocer y seguir a Cristo el Señor. Destacamos también el trabajo silencioso en varios institutos penales, de personas que visitan a los privados de su libertad, ayudándolos, incluso materialmente, a sobrellevar esta carga tan pesada y a prepararse para reinsertarse en la sociedad a su debido tiempo.

Los templos jubilares, en su mayoría santuarios, de nuestra diócesis han sido objeto de continuas peregrinaciones de grupos numerosos de fieles que buscaron en el Sacramento de la Reconciliación experimentar el perdón que Dios, rico en misericordia, les ha ofrecido a través de la ministerialidad de la Iglesia. Queremos reconocer como un logro tan ansiado y un deseo anhelado por nuestros laicos, la concreción y apertura de la "Escuela de Ministerios y Servicios". Es importante que nuestros laicos participen en la misma para formarse como verdaderos "agentes de la misericordia", comprometiéndose más y mejor en sus comunidades en los distintos ámbitos de servicio. Así como nos sorprendió la convocatoria del papa Francisco a vivir un año de Gracia: mirar toda nuestra vida de fe desde la óptica de la misericordia "atributo más destacado de nuestro Dios", y después de un año de reflexión, oración y compromisos: nos queda la pregunta –que nos dejó este año: ¿Cómo sigue nuestra historia? No es sólo un "evento" ocasional.

En el espíritu de la convocatoria había mucho más. Hoy podemos decir que la misericordia debe convertirse en estilo de vida, es como decir: ser cristiano es ser misericordioso. En un mundo con tanta violencia, injusticia, indiferencia, sufrimiento: la respuesta del cristiano es la misericordia. La que no nos deja quietos o mirando como meros espectadores: es un llamada a comprometernos con la realidad para ser "con Jesús misericordia de Dios para nuestro mundo". Ser misericordiosos no de un día, o cuando experimentemos estar bien: siempre y en todo lugar. En este año de gracia recibimos el don de la canonización del Cura Brochero. Queremos resaltar la importancia del ejemplo que nos han dejado el santo y nuestra beata Mama Antula, para estimularnos a vivir la misericordia como ellos lo hicieron de una manera extraordinaria.

Ambos guían nuestros pasos como Iglesia e interceden para que con fidelidad encarnemos el mensaje y pongamos en práctica el mandamiento del Amor que nos dejó Jesús "el rostro de la misericordia del Padre". Los saludo y bendigo como padre y pastor.

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