La prédica misional de la beata Ana María Taboada La prédica misional de la beata Ana María Taboada
La fundación de la Casa Belén no
fue un hecho aislado casual, tampoco lo
fue el nacimiento y el ensueño que tuvo
Ana María Taboada hacia principios del
siglo XIX, sino que responde a esa sucesión
histórica que hace de Santiago del
Estero una tierra señalada en la catolicidad
y en la nacionalidad argentina.
La Casa Belén es considerada como
el último gran jalón entre las fundaciones
espirituales que aquí se promovieron
durante tres siglos.
La historia señala que después de la
fundación de la ciudad de Santiago del
Estero, se vivió una larga gesta de ascensos
y descensos, todo unido por un
hilo conductor, que es la prédica del
pensamiento ignaciano, que culmina
con la obra de Belén, con el propósito de
dar vida en este viejo solar un servicio
en el nombre de la Compañía de Jesús.
Primeros indicios
Fue desde 1585 cuando se afincan
en Santiago los primeros religiosos de
la Compañía de Jesús, los padres Alonso
de Barzana, Francisco de Angulo y el
hermano Juan de Villegas. En ese entonces,
estaba en Santiago establecida
la primera Diócesis del país desde
1570, y el primer obispo de la Argentina,
asentado 11 años después, en la persona
de Fray Francisco de Vitoria.
Con los años, urgía a realizar una acción
extraordinaria, María Antonia de
Paz y Figueroa, con un sentido misional
que reivindica a Santiago históricamente.
Consigna el historiador Alén Lascano,
que don Felipe Matías Ibarra se había
casado con María Antonia de Paz y
Figueroa, y de ese hogar nació el brigadier
general Juan Felipe Ibarra, en 1787.
Ana María Taboada “del Niños Jesús”,
como se llamó en la vida religiosa,
era hija de don Ramón Antonio Taboada
y de doña Francisca Luisa de Paz y
Figueroa, y vino al mundo en 1788.
Quedaba vivo en ese entonces el recuerdo
de María Antonia de Paz y Figueroa
y de su empeño por la reconstrucción
ignaciana, por su retorno a
estas tierras, por la continuidad de su
obra misional. Ana María Taboada se
propuso reiterarlo cuando se sintió con
fuerzas seguras de su llamado interior.
Por los caminos
Ana María estuvo angustiada por las
guerras civiles y convulsiones sociales
vividas en ese entonces, pero también
convencida en la necesidad de mitigarlas.
Enseñó, mendigó, oró y recorrió los
caminos desde Potosí hasta Buenos Aires
y luego hasta Montevideo. Tuvo la
guía directriz del presbítero Felipe Ferrando
y la proyección de Juan José Lami.
Con la donación de material del solar,
fundó así la Casa de Belén, un 25 de
diciembre de 1821, bajo la leyenda de su
pórtico inicial: “Casa de Dios y Puerta
del Cielo”, en el predio de una manzana
ubicado entre las calles Rivadavia y
Leandro Alem.
Así, la beata Taboada edificó su Casa
de ejercicios, levantó una capilla pública
y organizó un claustro con el nombre
de “Madres de Belén” y los hábitos de la
compañía de Jesús.
En 1823 secundaban a Ana María
Taboada las hermanas Juana María y
María Antonia Paz, quedando esta última
al cuidado de Belén, cuando debía
partir en labor evangélica por las provincias
de la Confederación.
Predicó siempre con la imagen del
“Niño Viajero” y llevaba como prédica
dar los ejercicios espirituales de San Ignacio
para luego dar lugar al funcionamiento
de la escuela, para la educación
de la juventud en especial de la niñez
pobre, que fue la primera con ese carácter
en Santiago. Su objetivo era, dice
Orestes Di Lullo de Belén, “entre conventual,
escolar y laboral”.
Hacia 1886, llegaron luego las hermanas
Esclavas del Sagrado Corazón de
Jesús, para hacerse cago de la dirección
de Belén, ante el peligro de su desaparición
de las últimas compañeras de la
madre Taboada.
Ana María Taboada murió un 14 de
marzo de 1852. Su congregación quedó
constituida luego de su desaparición,
el 14 de mayo de ese mismo año, con la
presencia del vicario Dr. Miguel Ignacio
de Alurralde, y bajo el nombre de “Señoras
del Niño Jesús” que conservaron
hasta 1884.
Sus sobrinos, el gobernador Manuel
Taboada y su hermano don Antonino,
ambos hijos de Leandro Taboada,
hermano de Sor Ana María y su esposa
doña Agueda Ibarra, hermana de don
Juan Felipe, protagonizaban en 1852
una nueva época política que quedará
en el recuerdo para la provincia. l
Fuentes consultadas
Templos y fiestas religiosas-populares en
Santiago del Estero, 1960; La instrucción primaria
y el Colegio Nacional de Santiago del Estero,
de Alfredo Gargaro, 1944; Los Taboada, de Gaspar
Taboada, 1953.