Ricardo Piglia: otra lección del maestro de la tribu Ricardo Piglia: otra lección del maestro de la tribu
descubrir la experiencia
de la injusticia absoluta. ¿Por
qué a mí?, se pregunta uno, y
cualquier respuesta es ridícula.
La injusticia en estado puro
nos hace rebelarnos y persistir
en la lucha”.
Ricardo Piglia cumplió 75
años. Los tres cuartos de siglo
llegan con las librerías inundadas
con su más reciente libro,
el segundo tomo de Los
diarios de Emilio Renzi, que se
podrían catalogar como el trabajo
de toda una vida. Durante
los últimos años, Piglia reordenó
y le dio una estructura
y un estilo a los centenares de
cuadernos en los que, desde la
década del 50, apuntó su vida
y sus lecturas. Varias veces dijo,
un poco en broma un poco
en serio, que todo lo que había
hecho en términos literarios
tenía como finalidad la publicación,
algún día, de ese trabajo
monumental bajo la forma
de notas fechadas.
La publicación de sus diarios
llega en un momento
complicado para el escritor,
en tanto en 2013 le diagnosticaron
ELA (Escelorosis Lateral
Amiotrófica), que le ha ido
restringiendo sus habilidades
motrices pero que fue piadosa
con todo lo que necesita para
seguir produciendo: la mente,
la lengua materna, la memoria.
¿Hasta qué punto es invasivo
hablar de la enfermedad
de un escritor cuando esta
está por afuera de su obra,
de aquello que ha escrito? Piglia
fue siempre muy elegante
a la hora de mencionar su estado
de salud, y en una entrevista
con EFE esta semana habló
simplemente de la injusticia
absoluta.
Como sucedió con Roberto
Bolaño, la enfermedad parece
haber acelerado el proceso
creativo de este artista. Está
corrigiendo el tercer tomo de
sus diarios, está puliendo un
libro de cuentos y trabaja en
un ensayo sobre Juan Carlos
Onetti. “Como dice el resignado
dicho popular con su hermética
elegancia poética: no
hay mal que por bien no venga”,
dijo, con un optimismo
espiritual envidiable. El encierro
le dejó como una opción la
escritura.
El segundo tomo de sus
diarios, el más reciente, abre
una ventana luminosa para
entender quién es Ricardo Piglia
y cuál es su importancia
para las letras argentinas. Formado
en los 60, condensa muchas
de las tensiones de los escritores
de aquellos años: es al
mismo tiempo un intelectual
comprometido, un teórico, un
narrador, un académico, un
humanista.
Estudió Historia porque
intuía que estudiar Letras podía
arruinarle el amor por la
literatura y su trabajo futuro
evidenciaría las marcas de esa
formación: es quizás el último
de los historiadores de la literatura
argentina en un sentido
amplio, no necesariamente
dogmático.
La “línea”, el caminito que
armó para pensar la literatura
argentina se impuso en la facultad
de la renovación de los
años 80 y es la línea hoy canónica
para entender nuestras
letras: Sarmiento, Arlt y Borges,
Macedonio, Gombrowicz,
Puig, Walsh, Saer. La otra
línea es la “aireana” (que atraviesa
estaciones como Copi o
Lamborghini). Es, en ese sentido,
quizás el último gran escritor
argentino del siglo XX
porque en sus libros y en su
modo de estar en el mundo
aparecen, nítidos, brillantes,
los signos de ese siglo lleno de
tensiones dramáticas y de hitos
estéticos. Publicó cuentos,
novelas y ensayos, pero su
punto alto está en la hibridez,
en esos textos libres en los que
se cruza la oralidad con la erudición,
como Prisión Perpetua,
Crítica y ficción, Formas
breves y El último lector. Hizo
de la amistad literaria, del
culto por la pandilla, una forma
de entender la circulación
de libros e ideas. Es el maestro
de nuestra tribu, el hombre
que asumió la enorme tarea de
enseñar a leer. Su cumpleaños,
dijo con ironía, lo celebrará
“bebiendo y charlando, como
siempre”.