Evangelio según San Lucas 10,21-24. Evangelio según San Lucas 10,21-24.
En aquel momento Jesús
se estremeció de gozo, movido
por el Espíritu Santo, y dijo:
“Te alabo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, por haber
ocultado estas cosas a los sabios
y a los prudentes y haberlas
revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo
has querido. Todo me ha sido
dado por mi Padre, y nadie sabe
quién es el Hijo, sino el Padre,
como nadie sabe quién es
el Padre, sino el Hijo y aquel a
quien el Hijo se lo quiera revelar”.
Después, volviéndose hacia
sus discípulos, Jesús les
dijo a ellos solos: “¡Felices los
ojos que ven lo que ustedes
ven! ¡Les aseguro que muchos
profetas y reyes quisieron ver
lo que ustedes ven y no lo vieron,
oír lo que ustedes oyen y
no lo oyeron!”.
Comentario
Durante siglos, antes que
Jesús viniera a la tierra, todos
los profetas, uno tras otro,
estaban en su puesto de guardia,
en lo alto de la torre; todos
esperaban atentamente
su venida en la oscuridad
de la noche. Velaban sin cesar
para sorprender el primer
albor de la aurora... “Oh Dios,
tú eres mi Dios, desde la aurora
te busco. Mi alma está
sedienta de ti como tierra reseca,
agostada, sin agua”...
“¡Ah, si rompieses los cielos
y descendieses! Ante tu faz
los montes se derretirían como
prende el fuego en la hojarasca...
Desde los orígenes
del mundo, lo que ni el ojo vio,
ni el oído oyó, ni al corazón del
hombre llegó, lo que Dios preparó
para los que le aman”.
Sin embargo, si alguna vez
unos hombres han tenido el
derecho de atarse a este mundo
y de no desinteresarse de
él, fueron ésos servidores de
Dios; se les había dado participar
de la tierra, y según las
mismas promesas del Altísimo,
ésa debía ser su recompensa.
Pero nuestra recompensa,
la que nos concierne,
es la del mundo venidero...
También ellos, estos grandes
servidores de Dios, a pesar
de su valor, han sobrepasado
el don terrestre de Dios
para atarse a unas promesas
más bellas todavía; por esta
esperanza han sacrificado
lo que tenían en posesión. No
se contentaron con menos sino
con la plenitud de su Creador;
buscaban ver el rostro de
su Libertador. Y si para alcanzar
esto era preciso que la tierra
se quebrara, que los cielos
se abriesen, que los elementos
del mundo llegaran a
disolverse para, al fin, darse
cuenta que es mejor que todo
se hunda ¡mucho mejor que
seguir viviendo sin él! Tal era
la intensidad del deseo de los
adoradores de Dios en Israel,
los que esperaban lo que había
de venir... Su perseverancia
da prueba de que había
alguna cosa que esperar. ?