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EL LIBERAL . El Evangelio

Mateo 3, 1-12

03/12/2016 23:27 El Evangelio
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Mateo 3, 1-12 Mateo 3, 1-12

Mateo, al expresar

“en aquellos días”, pone

en perspectiva del cumplimiento

de lo anunciado

por los profetas,

la predicación y bautismo

de Juan. Se reanuda

así, la historia de la salvación.

Juan proclama en el

desierto de Judea “conviértanse

porque ha llegado

el Reino de los Cielos”.

Alejado de los centros

de poder político y

religioso, en el desierto,

dónde Dios habla al corazón,

Juan anuncia la

necesidad de convertirse

ante la llegada inminente

del Reino de Dios.

La predicación del

bautista es exitosa, muchos,

especialmente el

pueblo sencillo, concurren

al desierto a escucharlo

y hacerse bautizar

en las aguas del Jordán.

Sin embargo, los jefes

del pueblo tienen una

actitud de dureza y rechazo.

A éstos, Juan llama

“raza de víboras” porque

pretenden resguardarse

de la necesidad de

conversión en su legalismo

religioso y en su pertenencia

al pueblo de Israel.

También ellos deben

dar fruto digno de

conversión, adquirir una

nueva orientación de vida

que dé seriedad a su

bautismo. Fariseos y saduceos

no se convierten

porque siguen apoyándose

en sus privilegios

religiosos. “El hacha

ya está puesta a la raíz de

los árboles. El árbol que

no de frutos buenos será

cortado y echado al fuego”.

Con la predicación

de Juan y su bautismo y

la llegada inminente de

Cristo, el juicio se realiza

“ya” contra los hijos de

Israel, por eso la conversión

es imprescindible e

inaplazable.

Juan bautiza con agua

para conversión; pero

aquel que viene detrás

es más fuerte que él. éste

bautizará en Espíritu

Santo y fuego. Es el Espíritu

que ayuda a Jesús a

descubrir y comunicar el

rostro misericordioso del

Padre a los hombres de

Galilea, que lo lleva a tener

gestos de ternura con

su pueblo, cuando sana

un enfermo, perdona a

un pecador y comparte la

mesa con los últimos de

la sociedad. En ese mismo

Espíritu, Jesús bautiza

a sus discípulos, porque

los asocia a su misión

de anuncio de la llega

del Reino de Dios.

Conclusión

Los cristianos hemos

sido bautizados con

agua, sin embargo, nos

hace falta un bautismo

en el Espíritu, que nos

ayude a poner en el centro

de nuestras comunidades

la misericordia

de Dios, que nos ayude

a abrir nuevos caminos

de encuentro con el

mundo y hacia el Reino.

La recepción del Espíritu

puede ayudar a convertir

nuestras comunidades,

dejando el sacramentalismo

que infantiliza, el

rigorismo legal que desdibuja

el rostro de Dios,

y el individualismo religioso

que nos impide vivir

como hermanos y solidarizarnos

con los que

sufren. La Iglesia de Jesús

es la comunidad del

Espíritu, siempre nueva,

transformada, con signos

de conversión pastoral

y renovación de las

estructuras institucionales,

comunidad profética

que anuncia buenas nuevas

que dignifican y humanizan

a los hombres.

Dejar que el Espíritu inspire

y acompañe

nuestras comunidades

de fe, es el

mayor desafío

hoy. ?

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