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EL LIBERAL . Opinión

La búsqueda de competitividad de un gobierno que confiesa que le cuesta manejar tiempos y ansiedades

04/12/2016 00:00 Opinión
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La búsqueda de competitividad de un gobierno que confiesa que le cuesta manejar tiempos y ansiedades La búsqueda de competitividad de un gobierno que confiesa que le cuesta manejar tiempos y ansiedades

E l gobierno de Mauricio Macri ha transitado casi un año de vida y durante su transcurso logró conformar una performance titilante, que no es ni el exagerado "8 puntos" que él mismo le puso a su propia gestión ni tampoco el aplazo de "cero" que le cuelga a diario el kirchnerismo. El propio Presidente acepta que ha tenido problemas en manejar "los tiempos y la ansiedad", cuestiones que lo han relegado al rol de bombero cortoplacista, antes que al que él mismo se asignaba como constructor del desarrollo. Si de hacer un balance de trazo muy grueso se trata, hay que hablar efectivamente de la herencia pero, también, de la inexperiencia propia en el manejo del transatlántico, aunque con una salvedad central: el buque que maneja Cambiemos está lleno de argentinos quienes, en estos meses, han sufrido en demasía la marejada. Para usar un término que gusta mucho en la Casa Rosada a la hora de hablar de economía y producción, el resultado que surgió del encuentro que se llevó a cabo en Chapadmalal en estos días es que en este año de "aprendizaje" al Gobierno le ha faltado "competitividad" y no sólo para mostrarse seguro en la elaboración del producto, sino para enfrentar a los competidores y convencer que es el mejor del mercado. Cómo hacerlo de ahora en más sin afectar la calidad de vida de los ciudadanos es la gran incógnita a resolver por los gobernantes y será probablemente el fruto de lo conversado en la reunión de estos días. Aunque los puristas de la política resisten las comparaciones con el mundo empresario, lo que se fue a buscar a la reunión motivacional que encaró el Gobierno para estabilizar la nave fue, al igual que las compañías que hacen este tipo de encuentros, mirarse para adentro y buscar elementos para mejorar individualmente y en conjunto, más allá de la pregunta que el propio Presidente se tiene que haber hecho: ¿hasta dónde son necesarias más de 30 personas para llevar adelante una tarea tan delicada? Algunos asemejaron el cónclave a un "retiro espiritual", debido a la mística que Macri buscó reinyectar en el equipo de gobierno a partir de un par de premisas básicas para cualquier empresa: cómo sacarse de encima los lastres externos y las telarañas propias para funcionar en equipo y cómo hacer que las cosas fluyan y se acierte de ahora en más en las medidas que se necesitan tomar para equilibrar las cargas y mejorar lo que resta del viaje. Más allá de los prejuicios de quienes creen que el enemigo está en el mundo empresario y sostienen que, por su mentalidad, Macri es funcional a las corporaciones o entre quienes aún plantean las cosas como una puja entre "izquierdas y derechas", aquellos que desde dentro del Gobierno impulsaron el encuentro, similar al que muchas compañías hacen todos los años y el sexto que encara el Presidente desde que tiene funciones de gobierno, dicen creer en otra forma de gestionar la política, aunque confiesan que lo que les ha embarullado sus planes y los ha dejado a merced de las olas fue la necesidad de atender, casi de modo excluyente, el corto plazo. El propio Macri rescató las características de encuentro "horizontal" que tuvo la reunión, ya que lo normal en este tipo de charlas es que nadie apruebe un examen, sino que todos compartan todo con todos. En una suerte de autocrítica, el Presidente expresó que "lo central del aprendizaje de 2016 fue entender que se trata de un proceso en el que hay que saber manejar bien los tiempos y la ansiedad, cuando uno se equivoca con los tiempos". Es verdad que todo el primer año de gobierno fue una sucesión de parches sobre parches y que poco tiempo hubo para elaborar estrategias de mayor alcance, pero el Gobierno tampoco pudo avanzar en diálogos sobre temas de fondo. Muchas cosas se hicieron a las apuradas, sin buscar síntesis superadoras que permitieran salir de los laberintos por arriba. Una cosa es el disenso de la política y otra la imposibilidad de acuerdos en cuestiones centrales, muchas de ellas vitales ya que atañen a la sociedad y aún a la gobernabilidad. Qué más querría un opositor de hoy que conseguir leyes que le permitan gobernar más tranquilo hacia el futuro. Sin tomar en cuenta esta posibilidad, el Gobierno se tentó casi únicamente con el facilismo de sacar leyes en el Congreso poniéndole plata a los gobernadores, actitud que la Iglesia describe críticamente como un "chantaje a dos puntas" y se olvidó de explicar y buscar consensos para avanzar sobre temas comunes. Con la "cultura del encuentro" presente, la reforma electoral, por ejemplo, pudo haber tenido un destino mejor y los ciudadanos hubiesen tenido la seguridad de que su voto ya no iba a ser manipulado. Por una cosa o por la otra, el Gobierno se dejó monopolizar la comunicación por los técnicos informáticos más críticos quienes ayudaron a meter la idea de la manipulación electrónica, sin que haya salido ninguna voz oficial a contrarrestar la operación. La cuestión de los horizontes comunes no es algo menor, ya que el cambio total de paradigma que parece haber votado la gente es verdad que no se ha podido exponer a pleno, sino que, más bien, ha quedado sepultado por la realidad. Esa es la frustración de muchos ciudadanos que juzgan como algo trascendente la salida del populismo, pero que dicen que aún no se encuentran representados por el actual gobierno, debido a lo que consideran que son sus dilaciones en tomar el toro por las astas. Es lo que se les escucha opinar a quienes toman decisiones que, aunque no le guste al Gobierno, son quienes todavía leen diarios de papel y no consumen la inmediatez de las redes sociales y que, de algún modo, han sido excluidos por los caprichos comunicacionales de la Casa Rosada. Pero, también, es lo que se le oye a los tacheros porteños, víctimas de una semana más que complicada en materia de manifestaciones: "te cortan la calle todos los días, pierdo mucha plata y no hay un solo policía que ordene nada. Este gobierno es peor que el kirchnerismo", ametrallan a cada pasajero con la capacidad de amplificación que eso tiene. Desde el oficialismo explican que, debido a la lógica de tener minorías legislativas, en este año han quedado presos de las relaciones con las demás fuerzas, algo que hasta ahora se ha resuelto pragmáticamente con el toma y daca de favores que está lejos de la "nueva política" que se propugna y que los ha obligado a ser, como casi todos que los antecedieron, meros gastadores de la parva de impuestos que pagan los ciudadanos. Y si bien se emite menos y la inflación parece acomodarse hacia la baja, el Gobierno ha elegido una variante también peligrosa, ya que se decidió por el endeudamiento que, aunque todavía es manejable, puede transformarse hacia el futuro en el mismo elixir que emborrachó y volteó gobiernos y empobreció a la sociedad. Todas estas señales de corto plazo, le han jugado negativamente a dos puntas, ya que se inhibió el consumo mientras que, a la vez, se le puso un paréntesis a los inversores. La apuesta ahora es que, hacia fin de año, le entre dinero en el bolsillo a la gente y que las Fiestas transcurran en paz. En este clima, no parece poca cosa entonces el desafío que encararon los actuales habitantes de la Casa Rosada al reunirse en Chapadmalal para levantar la autoestima de los cuadros directivos y plantear un desempeño coordinado de colaboración y eficiencia, buscando conseguir los objetivos estratégicos que les ha planteado el número uno, a partir de medidas coherentes que lleven la gestión, en este caso del segundo año, lo más cerca posible del puntaje soñado. Desde ya que si todo va en esa línea y la empresa Cambiemos se pone a la vanguardia del mercado, habrá mejorado la "competitividad" que se le reclama, ya que sus productos se venderán más que los de la competencia. En términos políticos, se trata de conseguir que los votantes los prefieran, antes que al resto. Está claro que a medida que se acercan las elecciones de medio término hay menos tiempo para sobresalir y por eso, más allá del balance, las charlas de cada área se centraron más en lo que vendrá que en el pasado. Al respecto, de las conclusiones del "retiro espiritual" surgirá un programa de gestión de 100 objetivos para el año 2017 focalizado en distintas áreas como vivienda, agua potable, reforma política, gobernabilidad, ayuda social, energía, transporte e infraestructura, producción, fortalecimiento institucional, inserción de la Argentina en el mundo y desarrollo humano sustentable. Mientras tanto, el Congreso someterá esta misma semana una vez más al oficialismo a sucesivos tests con diferentes proyectos que se van a tratar en los dos cámaras. Como seguramente la sensación de urgencia no ha desaparecido como por arte de magia tras la reunión marítima, para sacar las leyes que faltan este año es probable que se sigan los mismos parámetros que llevaron al Gobierno a creerse políticamente exitoso por los resultados aunque, como se vio, ha tenido que postergar la aplicación de ciertos valores que prometió ponderar. Todo dependerá además de cómo se alineen la oposición para 2017. Del otro lado, en la competencia está nada menos que el peronismo, cuya capacidad de adaptación a la hora de mimetizarse es francamente notable. Por eso, si hay algo que tiene que haber quedado también en claro en Chapadmalal es que en política todo el proceso para conseguir mayor competitividad necesita tener a mano planes B que aseguren siempre marcar la agenda, para no estar corriendo detrás de la zanahoria. Y eso, también faltó muchas veces durante el año. .

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