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EL LIBERAL . Padre Koffi Gilbert

Ser profetas hoy

10/12/2016 22:13 Padre Koffi Gilbert
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Ser profetas hoy Ser profetas hoy

H oy vamos a hablar cómo podemos llegar a ser profetas en nuestro mundo. A veces desde el bautismo decimos que somos profetas, pero hay una falsa definición que se les da a los falsos profetas.

Para mucha gente hablar de profeta es hablar de un hombre que predice el futuro o que adivina el futuro, que habla en nombre de otro o estar envestido de Dios. Pero en algunos pasajes del Antiguo Testamento podemos encontrarnos con esa imagen: 1 Samuel 9, 3; 2 Reyes 6, 8. Aunque hay un fundamento es una imagen incompleta y hasta deformada del profeta, quien no es un simple adivinador.

El profeta es un hombre del presente con memoria del pasado que mira hacia el futuro. Entonces, en el presente es una persona comprometida con su tiempo y su pueblo, su vivencia espiritual no lo separa de sus contemporáneos, sino todo lo contrario. Puede ser hijo de la cultura o de la época en que vivimos. Ese compromiso con la sociedad en que vive el profeta lo lleva a luchar por cambiar todo aquello que denuncia, lo que es incoherente con el mensaje de Dios, por eso –principalmente- es un hombre inspirado. Esto quiere decir ser consciente desde el momento de la vocación misma porque Dios llama, da la posibilidad de hablar de vocación de que es portador de Dios.

Esto lo liga a una misión que va mucho más allá de él mismo, no habla en su nombre sino en el nombre de Dios y que lo empuja a una transformación del mundo, que vive según los designios de esa voz eterna; se hace interna, se convierte en palabra interior. Podemos entrar en este espíritu, porque el profeta no es una persona ajena a una experiencia íntima de comunión con Dios; hay que unirse a ese Dios para ver las realidades y hablar en su nombre.

El profeta tiene conciencia de ser una persona que transmite la Palabra oída, diferenciándose del fanático, porque éste habla según su opinión. El profeta da el mensaje de Dios.

Dios habla al profeta, no en sueños ni visiones como podemos pensar. Pero sí la forma indiscutible es a través de los acontecimientos de las personas que lo relean, del sufrimiento y la angustia de los hombres: mirando las realidades tiene un mensaje de consuelo, para dar alivio, levantar y cambiar las cosas. No es únicamente algo que viene de las nubes, sino que entra en esas realidades el mensaje que quiere dar. Todos los profetas ven la sociedad y dan el mensaje de Dios.

En el Antiguo Testamento los profetas están vinculados a la denuncia del pecado y el anuncio de la Salvación. Estamos en este tiempo, hay que convertirse y recibir la gracia de Dios.

En el Nuevo Testamento, en las Cartas de Pablo encontramos: “No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de todo género de mal”. (1 Tesalonicenses 5, 19; 1 Corintios 11, 7- 10).

Muchos hablan hoy de carisma y San Pablo habla de las diversidades de carismas, pero la profecía que eligen quiere decir que todos los dones son obras de un mismo y único espíritu. No podemos decir que tenemos un carisma, sin obrar por el bien de la comunidad.

La profecía debe interpelar al otro para provocar la conversión, debe revelar los secretos de su corazón. En la Carta a los romanos, Pablo añadió que la profecía debe estar siempre relacionada con la fe: si no tengo fe ¿de qué profecía voy a hablar?

En el Evangelio de Lucas tiene el espíritu del profeta. Sabemos que muchos viven hoy de esa manera. Vemos que el profeta es alguien que sabe, alaba, enseña. Esto también podemos decir de nuestra Madre, que recientemente hemos celebrado la Inmaculada Concepción: María se comporta como una verdadera profetisa. Es la madre de Jesús, a través de sus obras habla en nombre de Dios.

Podemos ver todo lo que ha pasado y cuando estamos al servicio de la comunidad vivimos nuestras profecías, sin miedo. El profeta no tiene miedo de lo que dirán, ni hacer; dedica su vida anunciando y denunciando por el bien común.

La última de las profecías era la referencia y fidelidad al Evangelio, hoy debemos vivir esa fidelidad, esa referencia al Evangelio. No podemos hablar de alguien sin conocer a la persona; ser incoherente con lo que predico me transforma en falso profeta.

La profecía es un carisma que no posee barreras ni de textos ni culturas ni clases de sociales; no posee barreras religiosas ni de edad.

El profeta también es quien está presente de carne y hueso, no huye, ni abandona a la gente. Hay muchos falsos profetas que buscan aprovecharse de la gente.

Entonces, todos podemos tener momentos de profecía en nuestras vidas. No todos somos profetas constantemente. Por otro lado, nunca debemos perder de vista que toda nuestra vida es una especia de profecía.

En un sentido prefigurado, profetizar es hablar de Dios. Por eso es fundamental tener presente que los profetas no sólo fueron personajes del Antiguo Testamento, sino que han existido y existen siempre a lo largo del camino que va recorriendo el Pueblo de Dios. Son quienes con su ejemplo de vida y palabra en cada generación y en cada lugar buscan el gesto del Dios vivo, sienten su presencia y nos interpelan como comunidad.

Hoy podemos llegar a dar esa oportunidad para que vivamos como verdaderos profetas, llegar a decir sí a Dios y cumplir su voluntad.

Que nuestra Madre, que ha dado el ejemplo, pueda ayudarnos a ser verdaderos profetas, a anunciar la Buena Noticia a todos y vivir como Dios quiere. Amén.

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