Esperanza Esperanza
hace que agite el
náufrago sus brazos en
medio de las aguas, aun
cuando no vea tierra por
ningún lado”.
Esta gráfica imagen de
Ovidio toca la esencia de
la esperanza, pues tiene
que ver con una dimensión
que nunca debe faltar:
el seguir animados a
pesar de todo.
La e spe r anz a e s t á
siempre ligada a una ausencia:
es lo que deseamos
y no tenemos, pero pensamos
que podríamos tener.
Por ello, decían los obispos
católicos canadienses,
“la esperanza conserva
nuestra capacidad de
vivir en peligro sin caer
en él; es la voluntad de luchar
contra los obstáculos,
aunque parezcan insuperables”.
Y Cora Cané:
“Esperanza: maravillosa
palabra que no nos permite
tocar fondo, cuando las
preocupaciones y las ansiedades
cotidianas parecen
empeñadas en abatirnos.
Ella surge imprevistamente
dentro de nosotros,
en los momentos menos
propicios para sentirnos
con buen ánimo”.
Ella nos ayuda a mirar
el lado bueno de la vida,
mientras hace más tolerable
su lado oscuro. James
Keller nos lo dice en palabras
simples:
“La esperanza busca lo
bueno en la gente en lugar
de marcar lo malo. Abre
las puertas que la desesperación
cierra. Descubre
lo que puede hacer en lugar
de rezongar por lo que
no se puede hacer. Obtiene
su poder de una profunda
confianza en Dios y
la bondad innata de la humanidad.
Enciende una
vela en lugar de grandes y
pequeños. No abriga ilusiones
ni cede ante el cinismo.
Fija grandes metas
y no se frustra por dificultades
o reveses repetidos.
Empuja hacia delante
cuando sería fácil abandonar.
Se conforma modestos
logros porque se da
cuenta de que el viaje más
largo comienza con un paso.
Acepta los malentendidos
como el precio de hacer
un bien mayor a otros.
Es una buena perdedora
porque tiene la seguridad
divina de la victoria final”.
¡Hasta mañana!