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María, Madre de Dios: 1 de Enero del 2017

30/12/2016 20:57 El Evangelio
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María, Madre de Dios: 1 de Enero del 2017 María, Madre de Dios: 1 de Enero del 2017

En la octava de Navidad, en el primer día del año, la Iglesia celebra solemnemente a María como Madre de Dios: es una fiesta que nos remite a la proclamación del dogma sobre la maternidad divina de María por el Concilio de éfeso en el año 431.

La maternidad divina de María es un regalo del Padre Dios a la Iglesia y a la humanidad toda, porque de esta manera nutre de rasgos humanamente maternales no sólo a Jesús y su ministerio sino a la Iglesia como comunidad del Cristo resucitado, anunciadora de la buena noticia de la salvación con gestos de ternura y misericordia.

Jesús hace extensiva esta maternidad en la cruz a toda la humanidad, cuando confía el cuidado de su madre al discípulo amado: “aquí tienes a tu madre”. Este gesto de Jesús nos ayuda a profundizar en el misterio de Dios que da la vida. Nos da a su madre, nos comunica el amor humano más puro y desinteresado que pudo experimentar. María, a pesar de que no siempre comprendía las palabras y gestos de su Hijo, supo “guardar estas cosas en su corazón”, para que después en el tiempo del Espíritu las compartiera con los discípulos que comenzaban a dar sus primeros pasos en el seguimiento del Señor llevando a cabo la misión que El les encomendó.

María tiene mucho que enseñar a la Iglesia, la docilidad al Espíritu que siempre promueve cosas nuevas, que nos va señalando el camino por donde debemos transitar los discípulos, pero siempre en una actitud de servicio: “yo soy la servidora del Señor, que se cumpla tu palabra”. María es modelo de servicio desinteresado a la humanidad, servir porque no hay otra forma de expresar el amor: servir dando vida, promoviendo la vida y la dignidad a todas las personas, llevando a Jesús a los hombres para que lo conozcan y amen, para que lo sirvan en los hermanos, en especial en los pequeños, aquellos que el mundo rechaza y descarta.

La maternidad de María es fecunda, no solo porque engendra vida de Dios en los creyentes, sino porque nos ayuda a sostenernos en la fe.

Nuestro pueblo Santiagueño lo vive con profunda emoción cuando peregrina a Sumampa, a la Virgen del Valle y otras advocaciones marianas tan queridas y veneradas. Esa maternidad protectora no es sin embargo castradora, María nos lleva a Jesús que nos libera de todas nuestras ataduras y esclavitudes, tanto personales como sociales y culturales. La fe en María no puede infantilizar a los cristianos, ella es la liberadora de cautivos, la que canta al Dios que derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”, esa es la Madre de Jesús y madre nuestra, la que camina junto a su pueblo alcanzando las gracias de Dios, enjugando las lágrimas de sus hijos para que puedan ver el nuevo amanecer que se avecina sobre la humanidad.

Por eso, el pueblo sencillo le reza diciendo: “María, Madre de Dios y Madre Nuestra, intercede por nosotros.

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