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Un enero más que caliente: entre el apuro del gobierno por crecer y el caso Arribas, un grano para Cambiemos

16/01/2017 00:00 Opinión
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La palabra de moda no está en el Diccionario, pero todos la repiten en el Gobierno: "sustentabilidad". Un ministro muy cercano al presidente Mauricio Macri, aunque no del área económica, la reveló a un periodista, aunque no desde ese costado únicamente, sino referida a la necesidad de sostener en el tiempo el esquema de "salida de la degradación que dejó el kirchnerismo" que abarca lo social desde todas sus variantes, "el cambio cultural en primera instancia". Según el funcionario, "lo económico es algo primordial, pero no es lo único que están mirando los inversores. Hay que convencer que todo este proceso se puede sostener en el tiempo y es verdad que eso depende también de la oposición, pero primero de los ciudadanos que deben votarnos", plantea bastante entusiasmado por el resultado del blanqueo que, a su juicio, "algo está anticipando", aunque se lo nota ciertamente preocupado por las elecciones de medio término de este mismo año. El periodista indaga: "¿Arreglar con los gobernadores, los piqueteros y ahora la Ciudad con los manteros y todo con plata arriba de la mesa, no muestra que el populismo sigue vivo?". El interlocutor no se ofende y explica que "éste es el precio que estamos pagando por tener el tren sobre las vías" y añade que "afuera lo saben", aunque confía en que se irá saliendo de ese esquema que promueve la extorsión, a medida que el país crezca. Sobre los manteros, la conversación deriva hacia la probable acción subterránea de grupos filokirchneristas que impulsaron la protesta y la posibilidad de mostrarse como víctimas de una eventual represión. "¿O acaso el partido de Luis D’Elía (Miles) no tiene su sede central sobre la Recova de la avenida Pueyrredón?", dice. "Lo que pasó el viernes, con gente que apareció un día después queriendo anotarse después del primer censo sonó a avivada o a fogoneo", agrega. El caso de Once fue para el gobierno porteño el bautismo de la nueva policía en la calle tratando de controlar un desborde que hizo colapsar el tránsito, tras aquella admonición de Macri hacia Horacio Rodríguez Larreta, que fuentes seguras dicen que, por inesperada, le cayó muy mal al jefe de Gobierno. "Espero un comportamiento distinto del gobierno de la Ciudad en términos de poner algún límite" a las protestas callejeras, había martillado públicamente el Presidente. No obstante, la administración porteña pasó la prueba de un modo bastante decoroso, cumpliendo una orden de la Justicia con la menor dosis de violencia posible, en un contexto muy difícil, ya que los manteros son intrusos, pero además víctimas de organizaciones que los surten de mercaderías non sanctas (talleres clandestinos, contrabando, piratas del asfalto) y que los explotan. En todo caso, se trató de algo mucho más sencillo de instrumentar que lo que podría haber sido un intento de corte de piqueteros más violentos. Ya se verá, cuando llegue, cómo se va a llevar adelante esa acción. En cuanto a la resolución del conflicto, hubo negociaciones para sacarlos de la calle en las que se generaron tironeos verbales y hasta económicos. Una primera oferta para que puedan pasar el tiempo de capacitación era de algo más de 7.500 pesos aportados por la Ciudad que, por suerte para Rodríguez Larreta, fue rechazada. El gobierno nacional aún está pagando los costos de haberle dado fondos millonarios a las organizaciones sociales. Luego, tras alguna negociación que no trascendió, apareció Came con dos meses de más de 11 mil pesos cada uno. "No creo que sea una extorsión y son aportes privados: nosotros ponemos la plata y el gobierno las instalaciones para dar los cursos", se defendieron en la entidad gremial que nuclea a los comerciantes más perjudicados. En la charla con el hombre del Gobierno, la conversación derivó hacia una pregunta bien delicada sobre el caso del jefe de Inteligencia, Gustavo Arribas, de quien se sospecha que ha cobrado coimas de parte de Odebrecht, la constructora brasileña que, asociada con Iecsa, la empresa del primo de Mauricio Macri, tiene que realizar el soterramiento del Ferrocarril Sarmiento. En este caso, el funcionario se cubre y señala que cree "en lo personal" que, "para tranquilidad del Presidente", el propio Arribas debió haber "pedido una licencia hasta que las cosas se aclaren". Es que la situación en su conjunto ha sido un grano que le ha salido al Gobierno debajo de su línea de flotación, ya que lo emparenta directamente con todo aquello que dice que ha venido a remover. Esta postura de alguien que, aunque con eufemismos, se sincera "off the record" es más o menos lo que piensan los principales socios de Cambiemos, tema que ha generado un importante terremoto político alrededor de Macri. En primer lugar, porque con un recorte periodístico como fundamento fue Elisa Carrió quien primero le pidió a la Justicia que investigue a Arribas, apenas horas después de que el diario La Nación publicó la novedad y luego, porque la UCR parece haber tomado una cerrada actitud crítica hacia la estrategia presidencial y ha dicho públicamente que hay que abandonar "el estado de sospecha". "A mí me dicen que la investigación adolece de algunas lagunas", añade el funcionario. ¿Cuáles?, se averigua: "Que el cambista brasileño que hizo los giros no sólo trabajaba para Odebrecht (la empresa constructora que admitió haber coimeado a troche y moche para ganar obras en 11 países fuera de Brasil) y que es apenas una casualidad que los pagos se hayan hecho justo un día después de la adjudicación del soterramiento en 2013. Sobre este segundo punto, la denuncia infiere y no asegura", plantea. "El término casualidad me remite al kirchnerismo", comenta este cronista. "Hablando de kirchnerismo, ¿te parece que si recibió algo por esa obra como allegado a la empresa del primo del Presidente, Arribas no podría decir si hubo otros que cobraron en el gobierno anterior que eran quienes autorizaban, sobre todo después de que los diputados del Frente para la Victoria lo denunciaron ante la Justicia. Si se presentaron es porque no hubo coimas entonces, pero ellos exageran y meten a todos en la misma bolsa para que la sociedad crea que ‘estos son como los otros’ y eso de ninguna manera es así", se altera. Pese a sus deseos de que 2017 sea el año del despegue y que las elecciones no le resulten adversas, el Gobierno tiene en claro que viene sufriendo desde hace un tiempo una gran dosis de desgaste desde varias vertientes que liman su eventual "sustentabilidad". Como le suele ocurrir a los habitantes del poder, ponen las culpas afuera y le dedican mucho más tiempo a analizar las motivaciones de los críticos que a corregir sus propios errores. Es más que lógico que los opositores busquen siempre el pelo en la leche, pero tampoco habría que darles de comer. Lo que parece evidente es que el presidente actual padece por estos días la acción de una grieta mucho más profunda que la que existía en épocas de su antecesora, donde había sólo dos bandos de acuerdo a la lógica amigo-enemigo. Ahora, se verifican tres costados del pensamiento: el propio del Gobierno y los palos que recibe por derecha por no hacer tal cosa y por izquierda por no hacer exactamente lo contrario. Por ejemplo, en el caso de los manteros, los más recalcitrantes lo criticaron por no ordenar la expulsión de los indocumentados de otros países, mientras comparaban actitudes: "Me aumentan el ABL y si estaciono mal me castigan con una multa", criticaban. En tanto, del otro lado, estaban quienes defendían la hermandad latinoamericana y marcaban, sin evaluar los años que esa gente trabaja en la calle, que era la pobreza que supo generar este gobierno la que había enquistado la situación. Desde el costado económico, en este bombardeo que recibe el Gobierno desde los dos flancos, los más ortodoxos lo critican por los importantes desvíos fiscales a los que somete el gasto a las cuentas públicas, mientras que desde el peronismo en general y más aún dentro del kirchnerismo, le endilgan que sus medidas han abatido el consumo. Lo concreto es que todos los críticos por igual le dan letra negativa a quienes tienen la llave de las inversiones, por lo que Macri y su gente tienen que hacer equilibrio permanente para marcar aquello de la "sustentabilidad" económica y para desgañitarse en decir que se trata de expresiones minoritarias, ya que las leyes que se han obtenido durante el primer año de gobierno demuestran que "se dialoga y se convence". El mes de enero ha puesto sobre el paño demasiados temas para esta época del año y en varios de ellos se notó la mano del Gobierno a la hora de su instalación y quedó en claro que lo hizo por los medios tradicionales, como si se hubiese comprendido de una vez que para fijar agenda las redes sociales son masivas, pero no forman opinión. Así, los ministros de Justicia, Germán Garavano y de Trabajo, Jorge Triaca, pusieron en debate la cuestión de la imputabilidad judicial y la flexibilización laboral. El primero de los casos resultó ser una lamentable consecuencia de la muerte de Brian Aguinaco en las supuestas manos de un chico de origen peruano de 15 años y 10 meses, quien lo habría tiroteado desde una moto. La Ley dice que con menos de 16 años, el presunto delincuente es inimputable y, por lo tanto, se lo expulsó hacia el país de sus padres. Ante una primera reacción negativa de algunos políticos de la oposición (el kirchnerismo y Margarita Stolbizer, hoy cerca de Sergio Massa, quien usó la baja de la edad como caballito de batalla de la campaña presidencial), el Gobierno manejó con mucha calidad la sensibilidad de la opinión pública y se abocó a una serie de discusiones bien operativas sobre el régimen penal juvenil, que dejarán la cuestión de la edad para ser discutida en el Congreso. La cuestión laboral, echada a rodar por Triaca a propósito de las pasantías para jóvenes, comenzó a ser rechazada por algunos sindicalistas hasta que apareció Vaca Muerta como caso testigo de que el cambio de los tiempos requiere otras soluciones menos rígidas. El gremio petrolero acordó condiciones especiales para ese reservorio no convencional y así se mejoraron las condiciones para que aparezcan inversores que permitan sacar el gas que hoy, debajo de la tierra, no le sirve a nadie. Otro tema de alto impacto que sobrevoló durante la última semana fue el oscuro panorama del fútbol que no sabe cómo hacer para manejarse con sus propios recursos. Hay tironeos dirigenciales, deudas irresueltas de todos lados, la posibilidad cierta de que no comience el torneo y la espada de Damocles de la FIFA, que podría llegar hasta la desafiliación, más la cola que no debería, pero que mete la política. Es demasiado por ser enero. "Y Trump en la Casa Blanca no te olvides", añade el ministro. .

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