Moral y vida

¡Buen día! “Ya no hay moral”. ¿Cuántas veces lo escuchó? “Siglo XX Cambalache” se lamenta de lo mismo.

Sin embargo, el tema no es nuevo. Bastaría asomarse a esa Biblia junto al calefón para encontrarse con lamentos parecidos: “Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay, de los sabios a sus propios ojos, y de los que son prudentes ante sí mismos!” (Isaías 5, 20-21).

Es que la tentación de la autonomía frente a la moral es, prácticamente, tan antigua como el hombre. Sólo basta recordar lo que pasó en el Paraíso terrenal con Adán y Eva (Génesis 3, 1-7).

Sin embargo en nuestros días se multiplican las voces de quienes pretenden inventar una moral a medida de los propios gustos como si no hubiera principios, como si las leyes morales objetivas no existieran.

Ellas existen. Están escritas en el corazón del hombre, y el hombre habitualmente se da cuenta algo está o no de acuerdo a ellas. En definitiva, toda ley moral tiene como base un principio universal: hay que hacer el bien y evitar el mal. A partir de ahí toda la vida del hombre - sea individualmente, sea socialmente - debe constituirse conforme a principios que surjan de aquel postulado básico.

Esa ley escrita en el corazón del hombre se llama ley natural, con la que todos nacemos. A lo largo de l historia la humanidad ha ido explicitando con mayor o menos precisión y perfección aquella ley. Y así como pueblos muy primitivos acataron leyes morales que les ayudaron a ir creciendo en su evolución humana.

Con Jesús la ley moral llegó a su máxima expresión, y basta con leer el evangelio para comprender su extraordinario nivel.

¡Hasta mañana!