Apuntes sobre el debut de Andrés Chazarreta en Santiago Apuntes sobre el debut de Andrés Chazarreta en Santiago
de 1911, don Andrés
Chazarreta insistió en la
difusión por la imprenta
y publica seis danzas
sueltas; la zamba
de Vargas —nueva edición-
Mañana de mañanita,
chacarera; El Gato
(sin título particular);
Flor del aire zamba; El
Triunfo; El Escondido.
En esos primeros
meses de 1911 Chazarreta
se puso a trabajar
con ardor. Quiso presentar,
como base del
espectáculo, un gran
conjunto de instrumentistas.
Las dificultades
no fueron mayores
porque, desde algunos
años atrás, Chazarreta
está organizando y
encabezando reducidos
conjuntos orquestales
para bailes de sociedad
Chazarreta conocía
ya casi todos los músicos
más aptos y, a base
del arpista ciego Domingo
Aguirre, y de
Baltasar Gallardo, también
arpista y ciego, y
con el concurso capital
de Eusebio More, cantor
y violinista, y de Segundo
Juárez, formó un
conjunto de diez o doce
músicos que, por reemplazos
o alternancia,
llegaron a diez y siete,
en total, durante las actuaciones
de ese primer
año de 1911.
Había dos arpas,
tres violines, un par de
mandolines, tres guitarras,
un cajoneador...
Chazarreta ha sido
consagrado de antemano
y la moral de sus artistas
es muy elevada.
El hermoso y flamante
Teatro 25 de Mayo abrirá
sus puertas, y él imagina
en el amplísimo
escenario a la humilde
doña Narcisa, al humilde
cieguito Aguirre, al
humilde Nachi, a todos
los humildes del suburbio
cantando y bailando
chacareras y zambas.
Pide por nota el teatro
al Poder Ejecutivo
de la provincia y comprueba
que los augurios
eran palabras y las facilidades
pura ilusión, vano
optimismo. El señor
Gobernador le negó el
teatro porque la compañía
santiagueña no era
digna de su ilustre sala.
Para colmo — ¡qué duro
golpe, con todo hecho!—
los diarios publicaron
la amarga negativa:
“El Poder Ejecutivo
de la Provincia no ha
hecho lugar a la solicitud”...
“manifestando
que dicho coliseo está
destinado para que actúen
las compañías de
primer orden solamente”
—reprodujo en ese
entonces EL LIBERAL.
Se presenta la
Compañía de Danzas
El sábado 15 de julio
de 1911 la tensión llega
hasta los extremos de
la angustia en el teatro
“Pasatiempo del águila”.
Don Andrés Chazarreta
está resuelto a
lanzar su compañía de
bailes criollos contra el
desaire del señor Gobernador
—que le negó
el nuevo teatro— y desafiando
los sombríos
pronósticos del fracaso
y la silbatina. Un diario
ha dicho —repetimos—
que “no hubo una sola
opinión emitida con
franqueza sobre su éxito”.
Chazarreta le dijo
al autor de estas líneas
en 1935: “Algunos profesionales
me aconsejaban
que desistiera, porque
el público me iba a
silbar.”
Si concurrían pocos
y los pocos silbaban se
produciría a un tiempo
mismo el desastre artístico
y el desastre económico.
El abono a las tres
funciones había dado
incierto resultado. Ahora,
sábado, la boletería
estaba abierta desde la
mañana. Chazarreta no
pudo más y fue al teatro.
¡Gran Dios! No cree
lo que ven sus ojos ni lo
que oyen sus oídos. Palidece,
se transfigura...
Cada hora que pasa...
Lo que dijo el diario
El Siglo del día 17:
“El sábado a medio día
ya se podía ver claro, teniéndose
en cuenta las
numerosas localidades
que hasta esa hora se
habían vendido; pero
aun los mismos que estaban
al tanto de la venta
de localidades, han
experimentado una verdadera
sorpresa a la hora
de la función, viendo
el teatro Totalmente
lleno, así como suena,
con T mayúscula,
desde el paraíso hasta el
último rincón de la platea,
donde habían algunos
espectadores parados
por falta de asiento,
que querían presenciar
el debut a toda costa”.
Por fin —término de
tantos trabajos y de tantas
desazones— a las
21.20 se levantó el telón
del “Pasatiempo del
águila” y apareció la
compañía en cuadro vivo.
Los diez y seis bailarines
en traje de carácter,
formaban en parejas,
algunas sentadas,
en dos filas; atrás, de
pie, la dilatada hilera
de músicos. Al fondo, la
escenografía a base de
un rancho, la “troja” y
el quimilí santiagueño,
creación del pintor Luis
Fraternalli.
Apenas el telón asciende
lo necesario para
que se reconozca
el cuadro se produce
“una estruendosa manifestación
de aplausos
y vivas”. El entusiasmo
había caldeado
el ambiente a tal extremo,
que se oyeron oleadas
de aplausos aun antes
del comienzo. El público
quiso ver de nuevo
el cuadro, pero ya se
habían desorganizado
adentro.
Parece que se altera
el plan y la velada se inicia
con las películas que
debían complementar
los actos.
Después empiezan el
esperado programa. La
orquesta toca la “Zamba
de Vargas” y ejecuta
la coreografía una
pareja no identificada.
“En la primera vuelta
de baile, la pareja se
notaba un tanto cohibida
y dudosa del desempeño
de su papel —dice
el cronista de El Siglo—;
pero las salvas de
aplausos y palabras de
aprobación que le tributó
el público al terminar,
hicieron que en la
segunda vuelta “largara
el rollo”... “El público
aplaude y grita: ¡Bien!
¡Bien! ¡Repita! ¡Que repita!
y siguen los aplausos
hasta que otra pareja
baila la misma zamba
terminando cada vuelta
en medio de delirantes
manifestaciones de
júbilo”.
Hacemos notar que
en la ciudad de Santiago
del Estero, en 1911, la
más elemental nomenclatura
del baile criollo
era casi desconocida.
El cronista cree que
no puede decir simplemente
“la primera”, sino
“La primera vuelta
del baile”; y no “la segunda”,
sino la “segunda
vuelta”.
El número siguiente
fue la Firmeza. Entra
el arpa, cantan y baila
otra pareja “que arrancó
también numerosos
aplausos y palabras de
aprobación. La sala está
enteramente conquistada.
Sigue Mañana de
mañanita “una chacarera
evocadora, ejecutada
admirablemente por
la orquesta, nos mostró
dos parejas notables en
ese baile que parece una
muda exteriorización
de todos los sentimientos,
pensares y quereres
del alma del paisano”...
Y estas palabras
inauguran la emocionada
literatura del segundo
período del tradicionalismo.
Baldes de tinta
correrán por esos cauces
literarios.
Una cuarta pareja
ejecuta el Bailecito, “un
número de baile verdaderamente
novedoso,
pues no es aventurado
decir que entre todo
el público no había cinco
personas que lo conocieran”
—dice el cronista—.
Sí; ya lo hemos
dicho: en el ambiente
europeizado de las ciudades
provinciales los
bailes criollos —salvo
tres o cuatro— son novedades.
Ahora sale don Andrés
Chazarreta a tocar
el Miserere de II
trovatore. Creemos
que entre todas las cosas inadecuadas que
pudieran habérsele ocurrido
a cualquiera en tales
circunstancias, ninguna
tan disparatada como
la elección de un trozo de
ópera italiana. Pero Chazarreta
hacía su política
artística. Quería demostrar,
primero, que era un
hombre culto en música
“clásica”, y segundo, que
era un concertista. Además,
pretendía agradar a
una supuesta minoría de
filarmónicos europeizantes
y elevar el nivel de su
espectáculo. En nuestra
opinión, no acertó en ninguno
de los casos.
Los críticos de aquella
noche lo trataron con
benevolencia. EL LIBERAL
dijo aquella vez que
“gustaron los números
de guitarra del empresario
acompañado por don
Alejandro Ledesma”. En
cambio el cronista de El
Siglo parece haber sido
más sincero, si nos imaginamos
una sala caldeada
por el entusiasmo y
por la aglomeración indisciplinada
y ruidosa.
Dice: “El número de guitarra
a cargo del señor
Chazarreta, no ha producido
el efecto que se esparaba.
El instrumento
resultó malo y la ejecución
deficiente, amén de
que el amplio local no se
prestaba para audiciones
de una sola guitarra”.
Después de la segunda
sección de cinematógrafo,
se ofrecieron
El Sombrerito, La Media
Caña y Los Aires, que
“también gustaron muchísimo,
siendo las parejas
aplaudidas con entusiasmo
delirante” (El
Siglo). “El baile que más
gustó, fue la Media Caña,
por su originalidad”, (El
Porvenir).
Inicio de un sueño
El “debut” se produjo
el sábado 15 y la segunda
función, el día domingo
16. Debido al descanso,
la crítica resumió el lunes
sus notas sobre ambas
funciones, poco diferentes,
por cierto. En esta
función del lunes 16
se ejecutaron casi todas
las danzas de la primera
y, además, la Zamba
Alegre. Otra vez el público
llenó la sala y aplaudió
con gran entusiasmo.
EL LIBERAL del día
17 de 1911 publicó: “El
suceso provocó dos llenos,
dos enormes llenos,
como no se ha visto nunca
en el Pasatiempo del
águila”... Entre los diez
y seis danzantes sobresalen
“un criollo, ya maduro,
de Atamisqui, que hace
prodigios en el arte del
zapateo, y una mantorne
sesentona de Clodomira”...
“Todos los bailes
ejecutados”... “provocaron
el encanto de la sala,
que estallaba en cada
baile en aplausos ruidosos.”
El martes 18 de 1911
se dio el tercer y último
recital y su plan fue el siguiente:
PRIMERA PARTE:
Biógrafo; Zamba de
Vargas; Chacarera “La
Centenario”, cantada;
El Cuándo; Escondido;
Gato en cuatro parejas.
SEGUNDA PARTE:
Orquesta; Marote; El
Sombrerito; Malambo,
mudanzas por el célebre
zapateador santiagueño
Antonio Salvatierra;
Chacarera por la orquesta,
El Palito; Media Caña.
El teatro “El Pasatiempo
del águila” fue de
nuevo concurrido y hubo
algunas novedades:
se bailó el Gato de cuatro
parejas; se decidió que la
orquesta tocara primero
la música sin que bailaran
y que repitiera para
el baile; se anunció especialmente
el célebre zapateador.
Sobre las consecuencias
de este malambista
volveremos
más adelante.
El balance artístico
En su tiempo y circunstancias
el éxito artístico
de la compañía
de bailes criollos fue
muy grande. La música
tradicional, sumamente
agradable; el conjunto
orquestal, bien ajustado,
rítmicamente exacto,
gustó a todos por sí mismo.
La coreografía pareció
elemental y primitiva
a muchos —incluso
se negó a la serie de danzas
valor suficiente para
constituir un espectáculo—
y entusiasmó a otros
tantos, a los menos exigentes
y a los menos distanciados
espiritualmente.
Los factores no estéticos
—tradicionalismo,
patriotismo, costumbrismo,
añoranza— contribuyeron
más o menos en
todos los casos. La pura
crítica general se encuentra
entre las muchas líneas
de la crónica y puede
extractarse aquí.
El Siglo del día 17 de
1911 se dijo: .. .”A nadie
se le oculta que la inspiración
del señor Chazarreta
al organizar esta
compañía ha tenido un
éxito colosal, por lo que
merece felicitaciones;
pero debemos anotarle
también deficiencias en
la organización. Por más
que se haya querido representar
nuestras tradiciones,
según las cuales
es frecuente ver bailar
en la campaña a personas
de edad avanzada,
en el escenario produce
mal efecto la presencia
de ancianos de verdad
que puedan ser muy bien
reemplazados por medio
del arte. Las Compañías
Teatrales son tanto
más interesantes cuanto
mayor sea la juventud,
lozanía y belleza de
sus componentes; y aquí
tenemos elementos que
reúnen todas estas condiciones
y no debe prescindirse
de ellos en detrimento
de la fama de los
santiagueños y del buen
gusto artístico”.
“El traje es otra cosa a
la que el público le otorga
mucha importancia.”
“Está bien que se
quiera representar una
tradición —continúa El
Siglo—, una costumbre
que ya no existe. El personaje
representativo lleva
el traje característico
de la época, de la costumbre,
de la tradición;
pero presentado con lucidez,
con brillo, con lujo
si se quiere, para no chocar
con el adelanto estético
del día en que vivimos”.
“Se dirá tal vez que este
debut ha sido un ensayo,
una tentativa, una exploración.
Perfectamente.
Anotamos la excusa,
haciendo constar que esta
Compañía, presentada
en la forma del debut,
podrá despertar simpatía
por el aspecto primitivo
y sencillo de sus componentes;
pero este será
un sentimiento fugitivo,
porque en el fondo
de él no hay otra cosa que
una tendencia del público
a divertirse a costa del
prójimo festejando la faz
grotesca y ridícula de la
caricatura”.
“Las parejas de baile
deben ser designadas
también con sus nombres
respectivos para que
el público conozca a los
artistas y sepa distinguirlos
en su actuación”.
“Salvadas éstas y
otras deficiencias de detalle
—concluye El Siglo—
en la organización
de la Compañía del señor
Chazarreta, podemos augurarle
éxitos importantes
aquí y en donde quiera
que trabaje”.
Mucho más par -
co, El Porvenir anotó lo
siguiente:”El amplio local
del «Pasatiempo del
águila», estaba repleto.
Aparecido en los carteles
el anuncio del debut,
despertó la curiosidad
pública, pues, si la
danza criolla es conocida
muy pocos la ejecutan
correctamente y con
la habilidad característica
de nuestros paisanos
que en el momento de la
mudanza, saben caligrafiar
el suelo con admirable
compás, desgranando
en los movimientos
de su cuerpo, las sonrisas
de una gracia exquisita”.
De Santiago al país
“La música criolla,
llena de ternuras, ayes
y languideces, tiene,
pues, en nuestros paisanos,
una fiel interpretación.
Los elementos de
la Compañía, vistieron a
la manera antigua, y se
desempeñaron debidamente”.
El cronista añade que
era simpático ver a los de
chiripá quebrarse en movimientos;
dice que notó
“la presencia de señores
de avanzada edad, quienes
asistieron quizá, para
evocar las remembranzas
del pasado, de aquel
entonces, cuando desleían
sus alegrías juveniles,
ya en las suaves notas
de una zamba, ya en
los agitados pasajes de
una chacarera en cuarto,
o cuando festejaban
el sí de la joven adorada
bajo una salva de triunfos”;
afirma que el “baile
que más gustó, fue la
Media Caña, por su originalidad”,
y opina sobre
los músicos: “La orquesta
estuvo feliz, ejecutando
con buen gusto las diferentes
piezas”.
EL LIBERAL del día
17, comentó: “Todos
los bailes ejecutados”...
“provocaron el encanto
de la sala, que estallaba
en cada baile en aplausos
ruidosos.” “Contribuía a
acentuar el colorido de
los bailes la buena orquesta
dirigida por Chazarreta,
de índole netamente
criolla”. El día 19,
añadió: “Además, la orquesta
del señor Chazarreta,
que es en su mayor
parte de instrumentos de
cuerdas, es un factor si se
quiere superior al espectáculo
criollo que se ofrece
en las tablas”.