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EL LIBERAL . Viceversa

Apuntes sobre el debut de Andrés Chazarreta en Santiago

21/01/2017 21:59 Viceversa
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Apuntes sobre el debut de Andrés Chazarreta en Santiago Apuntes sobre el debut de Andrés Chazarreta en Santiago

En los primeros meses

de 1911, don Andrés

Chazarreta insistió en la

difusión por la imprenta

y publica seis danzas

sueltas; la zamba

de Vargas —nueva edición-

Mañana de mañanita,

chacarera; El Gato

(sin título particular);

Flor del aire zamba; El

Triunfo; El Escondido.

En esos primeros

meses de 1911 Chazarreta

se puso a trabajar

con ardor. Quiso presentar,

como base del

espectáculo, un gran

conjunto de instrumentistas.

Las dificultades

no fueron mayores

porque, desde algunos

años atrás, Chazarreta

está organizando y

encabezando reducidos

conjuntos orquestales

para bailes de sociedad

Chazarreta conocía

ya casi todos los músicos

más aptos y, a base

del arpista ciego Domingo

Aguirre, y de

Baltasar Gallardo, también

arpista y ciego, y

con el concurso capital

de Eusebio More, cantor

y violinista, y de Segundo

Juárez, formó un

conjunto de diez o doce

músicos que, por reemplazos

o alternancia,

llegaron a diez y siete,

en total, durante las actuaciones

de ese primer

año de 1911.

Había dos arpas,

tres violines, un par de

mandolines, tres guitarras,

un cajoneador...

Chazarreta ha sido

consagrado de antemano

y la moral de sus artistas

es muy elevada.

El hermoso y flamante

Teatro 25 de Mayo abrirá

sus puertas, y él imagina

en el amplísimo

escenario a la humilde

doña Narcisa, al humilde

cieguito Aguirre, al

humilde Nachi, a todos

los humildes del suburbio

cantando y bailando

chacareras y zambas.

Pide por nota el teatro

al Poder Ejecutivo

de la provincia y comprueba

que los augurios

eran palabras y las facilidades

pura ilusión, vano

optimismo. El señor

Gobernador le negó el

teatro porque la compañía

santiagueña no era

digna de su ilustre sala.

Para colmo — ¡qué duro

golpe, con todo hecho!—

los diarios publicaron

la amarga negativa:

“El Poder Ejecutivo

de la Provincia no ha

hecho lugar a la solicitud”...

“manifestando

que dicho coliseo está

destinado para que actúen

las compañías de

primer orden solamente”

—reprodujo en ese

entonces EL LIBERAL.

Se presenta la

Compañía de Danzas

El sábado 15 de julio

de 1911 la tensión llega

hasta los extremos de

la angustia en el teatro

“Pasatiempo del águila”.

Don Andrés Chazarreta

está resuelto a

lanzar su compañía de

bailes criollos contra el

desaire del señor Gobernador

—que le negó

el nuevo teatro— y desafiando

los sombríos

pronósticos del fracaso

y la silbatina. Un diario

ha dicho —repetimos—

que “no hubo una sola

opinión emitida con

franqueza sobre su éxito”.

Chazarreta le dijo

al autor de estas líneas

en 1935: “Algunos profesionales

me aconsejaban

que desistiera, porque

el público me iba a

silbar.”

Si concurrían pocos

y los pocos silbaban se

produciría a un tiempo

mismo el desastre artístico

y el desastre económico.

El abono a las tres

funciones había dado

incierto resultado. Ahora,

sábado, la boletería

estaba abierta desde la

mañana. Chazarreta no

pudo más y fue al teatro.

¡Gran Dios! No cree

lo que ven sus ojos ni lo

que oyen sus oídos. Palidece,

se transfigura...

Cada hora que pasa...

Lo que dijo el diario

El Siglo del día 17:

“El sábado a medio día

ya se podía ver claro, teniéndose

en cuenta las

numerosas localidades

que hasta esa hora se

habían vendido; pero

aun los mismos que estaban

al tanto de la venta

de localidades, han

experimentado una verdadera

sorpresa a la hora

de la función, viendo

el teatro Totalmente

lleno, así como suena,

con T mayúscula,

desde el paraíso hasta el

último rincón de la platea,

donde habían algunos

espectadores parados

por falta de asiento,

que querían presenciar

el debut a toda costa”.

Por fin —término de

tantos trabajos y de tantas

desazones— a las

21.20 se levantó el telón

del “Pasatiempo del

águila” y apareció la

compañía en cuadro vivo.

Los diez y seis bailarines

en traje de carácter,

formaban en parejas,

algunas sentadas,

en dos filas; atrás, de

pie, la dilatada hilera

de músicos. Al fondo, la

escenografía a base de

un rancho, la “troja” y

el quimilí santiagueño,

creación del pintor Luis

Fraternalli.

Apenas el telón asciende

lo necesario para

que se reconozca

el cuadro se produce

“una estruendosa manifestación

de aplausos

y vivas”. El entusiasmo

había caldeado

el ambiente a tal extremo,

que se oyeron oleadas

de aplausos aun antes

del comienzo. El público

quiso ver de nuevo

el cuadro, pero ya se

habían desorganizado

adentro.

Parece que se altera

el plan y la velada se inicia

con las películas que

debían complementar

los actos.

Después empiezan el

esperado programa. La

orquesta toca la “Zamba

de Vargas” y ejecuta

la coreografía una

pareja no identificada.

“En la primera vuelta

de baile, la pareja se

notaba un tanto cohibida

y dudosa del desempeño

de su papel —dice

el cronista de El Siglo—;

pero las salvas de

aplausos y palabras de

aprobación que le tributó

el público al terminar,

hicieron que en la

segunda vuelta “largara

el rollo”... “El público

aplaude y grita: ¡Bien!

¡Bien! ¡Repita! ¡Que repita!

y siguen los aplausos

hasta que otra pareja

baila la misma zamba

terminando cada vuelta

en medio de delirantes

manifestaciones de

júbilo”.

Hacemos notar que

en la ciudad de Santiago

del Estero, en 1911, la

más elemental nomenclatura

del baile criollo

era casi desconocida.

El cronista cree que

no puede decir simplemente

“la primera”, sino

“La primera vuelta

del baile”; y no “la segunda”,

sino la “segunda

vuelta”.

El número siguiente

fue la Firmeza. Entra

el arpa, cantan y baila

otra pareja “que arrancó

también numerosos

aplausos y palabras de

aprobación. La sala está

enteramente conquistada.

Sigue Mañana de

mañanita “una chacarera

evocadora, ejecutada

admirablemente por

la orquesta, nos mostró

dos parejas notables en

ese baile que parece una

muda exteriorización

de todos los sentimientos,

pensares y quereres

del alma del paisano”...

Y estas palabras

inauguran la emocionada

literatura del segundo

período del tradicionalismo.

Baldes de tinta

correrán por esos cauces

literarios.

Una cuarta pareja

ejecuta el Bailecito, “un

número de baile verdaderamente

novedoso,

pues no es aventurado

decir que entre todo

el público no había cinco

personas que lo conocieran”

—dice el cronista—.

Sí; ya lo hemos

dicho: en el ambiente

europeizado de las ciudades

provinciales los

bailes criollos —salvo

tres o cuatro— son novedades.

Ahora sale don Andrés

Chazarreta a tocar

el Miserere de II

trovatore. Creemos

que entre todas las cosas inadecuadas que

pudieran habérsele ocurrido

a cualquiera en tales

circunstancias, ninguna

tan disparatada como

la elección de un trozo de

ópera italiana. Pero Chazarreta

hacía su política

artística. Quería demostrar,

primero, que era un

hombre culto en música

“clásica”, y segundo, que

era un concertista. Además,

pretendía agradar a

una supuesta minoría de

filarmónicos europeizantes

y elevar el nivel de su

espectáculo. En nuestra

opinión, no acertó en ninguno

de los casos.

Los críticos de aquella

noche lo trataron con

benevolencia. EL LIBERAL

dijo aquella vez que

“gustaron los números

de guitarra del empresario

acompañado por don

Alejandro Ledesma”. En

cambio el cronista de El

Siglo parece haber sido

más sincero, si nos imaginamos

una sala caldeada

por el entusiasmo y

por la aglomeración indisciplinada

y ruidosa.

Dice: “El número de guitarra

a cargo del señor

Chazarreta, no ha producido

el efecto que se esparaba.

El instrumento

resultó malo y la ejecución

deficiente, amén de

que el amplio local no se

prestaba para audiciones

de una sola guitarra”.

Después de la segunda

sección de cinematógrafo,

se ofrecieron

El Sombrerito, La Media

Caña y Los Aires, que

“también gustaron muchísimo,

siendo las parejas

aplaudidas con entusiasmo

delirante” (El

Siglo). “El baile que más

gustó, fue la Media Caña,

por su originalidad”, (El

Porvenir).

Inicio de un sueño

El “debut” se produjo

el sábado 15 y la segunda

función, el día domingo

16. Debido al descanso,

la crítica resumió el lunes

sus notas sobre ambas

funciones, poco diferentes,

por cierto. En esta

función del lunes 16

se ejecutaron casi todas

las danzas de la primera

y, además, la Zamba

Alegre. Otra vez el público

llenó la sala y aplaudió

con gran entusiasmo.

EL LIBERAL del día

17 de 1911 publicó: “El

suceso provocó dos llenos,

dos enormes llenos,

como no se ha visto nunca

en el Pasatiempo del

águila”... Entre los diez

y seis danzantes sobresalen

“un criollo, ya maduro,

de Atamisqui, que hace

prodigios en el arte del

zapateo, y una mantorne

sesentona de Clodomira”...

“Todos los bailes

ejecutados”... “provocaron

el encanto de la sala,

que estallaba en cada

baile en aplausos ruidosos.”

El martes 18 de 1911

se dio el tercer y último

recital y su plan fue el siguiente:

PRIMERA PARTE:

Biógrafo; Zamba de

Vargas; Chacarera “La

Centenario”, cantada;

El Cuándo; Escondido;

Gato en cuatro parejas.

SEGUNDA PARTE:

Orquesta; Marote; El

Sombrerito; Malambo,

mudanzas por el célebre

zapateador santiagueño

Antonio Salvatierra;

Chacarera por la orquesta,

El Palito; Media Caña.

El teatro “El Pasatiempo

del águila” fue de

nuevo concurrido y hubo

algunas novedades:

se bailó el Gato de cuatro

parejas; se decidió que la

orquesta tocara primero

la música sin que bailaran

y que repitiera para

el baile; se anunció especialmente

el célebre zapateador.

Sobre las consecuencias

de este malambista

volveremos

más adelante.

El balance artístico

En su tiempo y circunstancias

el éxito artístico

de la compañía

de bailes criollos fue

muy grande. La música

tradicional, sumamente

agradable; el conjunto

orquestal, bien ajustado,

rítmicamente exacto,

gustó a todos por sí mismo.

La coreografía pareció

elemental y primitiva

a muchos —incluso

se negó a la serie de danzas

valor suficiente para

constituir un espectáculo—

y entusiasmó a otros

tantos, a los menos exigentes

y a los menos distanciados

espiritualmente.

Los factores no estéticos

—tradicionalismo,

patriotismo, costumbrismo,

añoranza— contribuyeron

más o menos en

todos los casos. La pura

crítica general se encuentra

entre las muchas líneas

de la crónica y puede

extractarse aquí.

El Siglo del día 17 de

1911 se dijo: .. .”A nadie

se le oculta que la inspiración

del señor Chazarreta

al organizar esta

compañía ha tenido un

éxito colosal, por lo que

merece felicitaciones;

pero debemos anotarle

también deficiencias en

la organización. Por más

que se haya querido representar

nuestras tradiciones,

según las cuales

es frecuente ver bailar

en la campaña a personas

de edad avanzada,

en el escenario produce

mal efecto la presencia

de ancianos de verdad

que puedan ser muy bien

reemplazados por medio

del arte. Las Compañías

Teatrales son tanto

más interesantes cuanto

mayor sea la juventud,

lozanía y belleza de

sus componentes; y aquí

tenemos elementos que

reúnen todas estas condiciones

y no debe prescindirse

de ellos en detrimento

de la fama de los

santiagueños y del buen

gusto artístico”.

“El traje es otra cosa a

la que el público le otorga

mucha importancia.”

“Está bien que se

quiera representar una

tradición —continúa El

Siglo—, una costumbre

que ya no existe. El personaje

representativo lleva

el traje característico

de la época, de la costumbre,

de la tradición;

pero presentado con lucidez,

con brillo, con lujo

si se quiere, para no chocar

con el adelanto estético

del día en que vivimos”.

“Se dirá tal vez que este

debut ha sido un ensayo,

una tentativa, una exploración.

Perfectamente.

Anotamos la excusa,

haciendo constar que esta

Compañía, presentada

en la forma del debut,

podrá despertar simpatía

por el aspecto primitivo

y sencillo de sus componentes;

pero este será

un sentimiento fugitivo,

porque en el fondo

de él no hay otra cosa que

una tendencia del público

a divertirse a costa del

prójimo festejando la faz

grotesca y ridícula de la

caricatura”.

“Las parejas de baile

deben ser designadas

también con sus nombres

respectivos para que

el público conozca a los

artistas y sepa distinguirlos

en su actuación”.

“Salvadas éstas y

otras deficiencias de detalle

—concluye El Siglo—

en la organización

de la Compañía del señor

Chazarreta, podemos augurarle

éxitos importantes

aquí y en donde quiera

que trabaje”.

Mucho más par -

co, El Porvenir anotó lo

siguiente:”El amplio local

del «Pasatiempo del

águila», estaba repleto.

Aparecido en los carteles

el anuncio del debut,

despertó la curiosidad

pública, pues, si la

danza criolla es conocida

muy pocos la ejecutan

correctamente y con

la habilidad característica

de nuestros paisanos

que en el momento de la

mudanza, saben caligrafiar

el suelo con admirable

compás, desgranando

en los movimientos

de su cuerpo, las sonrisas

de una gracia exquisita”.

De Santiago al país

“La música criolla,

llena de ternuras, ayes

y languideces, tiene,

pues, en nuestros paisanos,

una fiel interpretación.

Los elementos de

la Compañía, vistieron a

la manera antigua, y se

desempeñaron debidamente”.

El cronista añade que

era simpático ver a los de

chiripá quebrarse en movimientos;

dice que notó

“la presencia de señores

de avanzada edad, quienes

asistieron quizá, para

evocar las remembranzas

del pasado, de aquel

entonces, cuando desleían

sus alegrías juveniles,

ya en las suaves notas

de una zamba, ya en

los agitados pasajes de

una chacarera en cuarto,

o cuando festejaban

el sí de la joven adorada

bajo una salva de triunfos”;

afirma que el “baile

que más gustó, fue la

Media Caña, por su originalidad”,

y opina sobre

los músicos: “La orquesta

estuvo feliz, ejecutando

con buen gusto las diferentes

piezas”.

EL LIBERAL del día

17, comentó: “Todos

los bailes ejecutados”...

“provocaron el encanto

de la sala, que estallaba

en cada baile en aplausos

ruidosos.” “Contribuía a

acentuar el colorido de

los bailes la buena orquesta

dirigida por Chazarreta,

de índole netamente

criolla”. El día 19,

añadió: “Además, la orquesta

del señor Chazarreta,

que es en su mayor

parte de instrumentos de

cuerdas, es un factor si se

quiere superior al espectáculo

criollo que se ofrece

en las tablas”.

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