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El comercio internacional superará al proteccionismo

28/01/2017 00:00 Opinión
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El comercio internacional superará al proteccionismo El comercio internacional superará al proteccionismo

E l acceso democrático al poder político de la aún primera economía del mundo, los EE.UU., que aporta alrededor del 25% del PIB del planeta, del "muy particular" presidente Donald Trump, con sus polémicas declaraciones y sus primeras medidas ejecutivas, ha revolucionado la política de Washington y del mundo. Pero, su mensaje contra muchos de los principios de su propio partido político y hasta enfrentando la histórica idiosincrasia general de libertad de su país, ha colocado en debate incluso a la conveniencia general del libre comercio de las naciones. La contundente evidencia empírica de su éxito electoral estaría obligando a revisar, cuando menos, a algunos de los fundamentos de la teoría económica del comercio internacional. De hecho, hace alrededor de una media década que el volumen, tanto en términos económicos como físicos, del comercio global había dejado de crecer, inmediatamente después de un muy positivo y extenso ciclo, de varias décadas, de un crecimiento del intercambio internacional de bienes y servicios, basado en las continuas e importantes innovaciones tecnológicas de la información, en las comunicaciones y del transporte, como nunca antes había experimentado la humanidad, lo que marca aún más el contraste con el actual estancamiento. El principal supuesto de la causa de este efecto, hasta el surgimiento del "fenómeno Trump", era el impacto económico ocasionado por el tráfico de drogas, el crimen organizado asociado a ello y la inseguridad general de las guerras y del terrorismo mundial de los fundamentalistas religiosos de Medio Oriente. En una economía global que crece constantemente y de una manera relevante, basada cada vez más en la productividad, lograda a su vez por las referidas innovaciones tecnológicas, siempre derivadas del conocimiento y de la continua y adecuada educación de sus recursos humanos, y cada vez menos en el incremento de la dotación de los factores como la población, el capital y/o los territorios, los supuestos que fundamentan la conveniencia general de los mercados libres y de las aperturas comerciales, resultan consistentes con la simplificación del "todos ganan". Pero, en una economía global estancada, o incluso de bajo crecimiento relativo, algunas cuestiones del marco teórico clásico del comercio internacional pasarían a resultar opinables porque, en esas condiciones, podría suceder que "no todos ganan". Muy genéricamente, los alrededor de 200 países del mundo han sido categorizados en "desarrollados" y en "vías de desarrollo (aunque realmente no lo estén) o subdesarrollados", según su PIB por habitante, como una aproximación de su productividad global. Pero, también pueden ser simultáneamente clasificados en "grandes" y "chicos", según las dimensiones de sus poblaciones y de los territorios disponibles. Así, existen los países desarrollados y grandes como los EE.UU., Canadá o Australia, entre otros; los desarrollados y chicos como Suiza o Japón; los subdesarrollados y muy grandes como China, India o Brasil, y los siempre más complicados, los subdesarrollados y chicos, como varias naciones centroamericanas y muchos estados africanos. Los países grandes y ya desarrollados logran su competitividad global por la doble vía de su eficiencia productiva y de sus denominadas "economías de escala", que diluyen sus costos fijos con las mayores producciones de sus mercados internos. Los países también grandes, o incluso muy grandes, pero aún subdesarrollados, hacen solo uso de las ventajas de sus importantes escalas de producción. Los países chicos, pero desarrollados, avanzan por su única, pero muy relevante, vía de la eficiencia productiva y, por último, las naciones chicas y subdesarrolladas, inmersas en esos complejos contextos, generalmente (salvo en el sudeste de Asia), no se atreven a las revoluciones productivas y quedan estacionadas en las denominadas "trampas de bajos ingresos". Todos ellos conforman una compleja y, necesariamente asimétrica matriz de países, además también de su clasificación geográfica de "centrales" y "periféricos", (aunque "el eje mundial" se desplace hoy gradualmente hacia Oriente), que intercambian bienes y servicios entre sí. Cabe señalar que dejamos de lado en el análisis al comercio de los servicios porque estos, gracias a los importantes avances tecnológicos del conocimiento y de las comunicaciones, atraviesan prácticamente todas las barreras, sean reales o burocráticas, y la competencia global resulta más franca y transparente que en el caso de la producción y la comercialización de los bienes, estos con diferentes tratamientos fiscales, distintas leyes laborales, disímiles infraestructuras de transporte interno, diferentes regulaciones públicas, etc, resultando este el principal motivo del resurgimiento de los nacionalismos y del proteccionismo. Cuando los bienes se transforman en los llamados "commodities", sus precios internacionales quedan establecidos en una franja de referencia en algunos lugares del mundo (en la antigüedad eran solamente en los puertos) donde se lo concentra mayoritariamente y se lo comercializa en todo el mundo. Es el caso de muchas frutas, de los granos, del chocolate, de las carnes, del caucho, del petróleo, etc, fundamentalmente de los alimentos y ahora también de la energía derivada de ella, como uso alternativo. A esos precios de mercado, naturalmente, los determinan los países más competitivos. Los países aún no desarrollados, por sus propias incapacidades e ineficiencia, no pueden exportar a esos precios y, si no importan, son sus propios consumidores los que enfrentan los mayores precios domésticos resultantes "a cambio" de un relativo bienestar de sus productores internos, con el argumento de la simultánea generación de los empleos, que gradualmente pasan a ser cada vez más "antiguos", lo que a su vez genera más aversión a la innovación en esa economía, agudizando así su atraso relativo. El lógico y natural conflicto de intereses, más que entre los países desarrollados o en vías de serlo, sean naciones grandes o chicas, será siempre, como lo indican y lo resuelven los esquemas básicos de la teoría microeconomía, entre los consumidores y los productores. Pero, ocurrirá entre los del propio país en el caso de las naciones subdesarrolladas, con economías más cerradas, y por esa misma condición, el conflicto queda generalmente implícito y permanente. Mientras que en las naciones ya desarrolladas, con economías más abiertas, ocurrirá entre los intereses de los productores de los países exportadores, asociados a los de los consumidores de los países importadores (por ejemplo, el caso actual de las computadoras para Argentina como país importador) versus los intereses de los productores de los países importadores y los de los consumidores de los países exportadores (por ejemplo el caso de los alimentos para Argentina, ahora como país exportador), lo que hace al conflicto de intereses más explícito y, como tal, más propenso a dar una solución mediante los tratados de libre comercio, siempre en el supuesto que el precio internacional del bien a comercializar resulta superior al precio doméstico, condición básica e incentivo fundamental del comercio exterior para cualquier país que disponga de ventajas comparativas y/o competitivas en la producción de ciertos bienes, que siempre las tendrá, aunque no siempre las utilice.

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