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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Mateo 5,13-16

04/02/2017 22:27 El Evangelio
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Evangelio según San Mateo 5,13-16 Evangelio según San Mateo 5,13-16

La doble parábola

sobre la sal y la luz están

estrechamente vinculadas

con el pasaje

precedente de las bienaventuranzas;

los aquí

llamados sal de la tierra

y luz del mundo,

son los oyentes de la

predicación y beneficiarios

del reino inaugurado

por Jesús, perseguidos

por su causa.

Aparece aquí un matiz

muy importante para

Mateo: la eclesialidad.

Los discípulos son sal y

luz en tanto y en cuanto

forman parte de una

comunidad, la comunidad

de los testigos de

Cristo.

Los discípulos serán

sal de la tierra y luz del

mundo por sus obras,

por su vida de fe comunitaria,

eclesial, en unidad

con Cristo quien es

el fundamento y quien

da su sentido. En el

oriente antiguo la sal

tenía diversos significados:

lo que purifica,

conserva, lo que da valor

a lo que se sala, partir

la sal era signo de

alianza, etc. Mateo innova

su sentido aplicándolo

a los discípulos

mismos: éstos, al hacer

las obras, darán sabor

a la tierra, a la humanidad

toda. Las obras

son así, expresión de

la identidad de los discípulos.

Los discípulos

deben practicar las

obras porque así manifiestan

su ser en Cristo,

su verdadera identidad.

Si no lo hacen, su

vida será un sinsentido,

una contradicción, como

la sal que se vuelve

insípida (lo cual es imposible).

Mateo invita a los

discípulos a hacer las

buenas obras delante

de los hombres siendo

testigos de la revelación

de Dios en Jesucristo.

“Vuestra luz”,

es la vida entera de los

discípulos, sus obras

que deben realizarse y

exponerse para gloria

de Dios. No se trata de

fomentar la vanagloria

por las buenas obras

ni de vivir la fe de manera

oculta, sino de

dar testimonio, a través

de las obras de la

llegada del Reino en

Jesús. Este testimonio

no es individual, sino

eclesial, del conjunto

de los creyentes, de la

Iglesia como discípulos

del Cristo resucitado

y glorioso. La finalidad

de mostrar las buenas

obras es que todos

puedan conocer y glorificar

a Dios.

Conclusión

Estas parábolas nos

dejan un mensaje movilizador:

la Iglesia está

llamada a vivir en

unidad con Cristo para

dar testimonio ante

el mundo, a través de

las obras, de que el Reino

de Dios ha llegado

en la persona y ministerio

de Jesús. La Iglesia

no existe para sí misma,

no es su propio fin;

existe para ser sal de la

tierra y luz del mundo.

Esto será posible no sólo

si permanece unida

a Jesús, sino también

si tiene una actitud de

apertura, de diálogo

amoroso con el mundo.

Los hombres, sea cual

fuere su vida, no son

sus enemigos, sino los

destinatarios de sus palabras

de amor y de sus

obras de misericordia.

En este tiempo, de

tanta confusión y en

cierto sentido de ausencia

manifiesta de Dios

en la sociedad contemporánea,

quizás sea necesario

pedagógicamente,

a la hora de evangelizar,

dejar que brille la

luz de las buenas obras

de los cristianos, reconociendo

también en el

mundo los signos, aunque

sean tenues, de la

presencia del Reino que

germina en la historia.

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