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Macri, los frentes abiertos y el fuego amigo

06/02/2017 00:00 Opinión
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Macri, los frentes abiertos y el fuego amigo Macri, los frentes abiertos y el fuego amigo

Mientras Cristina Fernández lucha a brazo partido para evitar que su palabra se "adelgace hasta el silencio", su contracara, Mauricio Macri, ha logrado quedar parado, por fin, en el medio del círculo, centralidad que supo construir trabajosamente, tras su primer año de gobierno. Sin embargo, aunque domina el panorama, no todas son rosas para él. Si el Presidente gira sobre sus talones los 360 grados de la circunferencia le quedan bien a la vista demasiados y, sobre todo, muy variados frentes abiertos en cuestiones sociales, económicas, judiciales y políticas. Es algo normal para un gobernante que acaba de pasar por el natural proceso de aprendizaje, pero no por ello resulta menos traumático lo que vendrá, tal como podría ser para él comprobar, sobre todo desde su mentalidad autoexigente de ingeniero y también para los ciudadanos que van a votar este año, si el Presidente en ejercicio tendrá el temple suficiente para fijar prioridades, equivocándose cada vez menos. Algunos de esos problemas que lo condicionan y que debería enderezar, dificultades que pese a la bruma del día a día seguramente identifica, son propios de situaciones de gobierno, que incluyen a veces tensar la cuerda y llegar hasta el Decreto para instalar ciertos debates (control de inmigrantes, aprobación por DNU de la Ley de ART, discusión de un régimen penal juvenil), aunque también le nubla a veces el horizonte la ansiedad que deriva en notorias impericias (idas y vueltas con los feriados móviles). Luego, el Presidente puede observar con su mirada que hay otro grupo de cuestiones vidriosas que son las que lo obligan a él y a su equipo a realizar un seguimiento pormenorizado de la ejecución de los planes de gobierno (situación fiscal, inflación, empleo, política de endeudamiento, guerra contra la inseguridad, atención de planes sociales, etc.) algunos ellos muy ambiciosos. De esta vertiente, se desprenden los últimos cortocircuitos con la CGT. En verdad, la gran bronca cegetista es con los empresarios, a quienes le enrostran haber incumplido los acuerdos de no despedir gente, tema pactado en la Mesa de Diálogo por la Producción y el Trabajo, aunque también con el Gobierno al que consideraban "garante" y al que acusan de actuar con "pasividad" ante el incumplimiento. Pero, además, los popes de la central obrera están tironeados en su propia interna, ya que los gremios industriales hacen sentir su peso, porque además son los que más empleos han sacrificado durante estos meses. Hay mucho ruido, incluido el de las paritarias, tema en el que el Gobierno dice que no va intervenir con topes, pero también están quienes, dentro de la CGT, quieren darle otra oportunidad al Presidente y amablemente reclaman que los reciba para ver si se puede destrabar la situación. Otro frente más que delicado para Macri lo constituyen ciertas graves dificultades propias del fuego amigo y en ese renglón hay que mencionar la situación del jefe de la ex SIDE, Gustavo Arribas, quien ha dejado descolocado al Presidente. Más allá de si se puede probar judicialmente que el dinero que recibió en su cuenta suiza provenía de la venta de muebles de un departamento que ocupaba en Brasil, cuya escritura mostró, o si era para pagar una coima, el caso tiene connotaciones morales que Macri no puede obviar: la mentira comprobada no tiene retorno y él sabe que, salvando las distancias, esa circunstancia se llevó puesto a un presidente de los Estados Unidos. El caso de las declaraciones de Juan José Gómez Centurión sobre la inexistencia de un "plan sistemático" de eliminación de personas desde el Estado que encaró la dictadura militar, también perturbó políticamente al Presidente, aunque no tanto por la cuestión de la cifra de desaparecidos, aún en la nebulosa y sobre la que se puede verter una opinión, sino porque sobre la metodología que negó el funcionario ya se ha expedido la Justicia. Lo más interesante de todo es que la presencia del titular de la Aduana en un programa de TV amplificó un tema que era tabú en la reciente historia argentina y que habrá que discutir y discernir más rápido que tarde: hablar de una vez de la cantidad de muertos, entre civiles y uniformados, que dejó la guerrilla entre 1973 y 1976, cuando se alzó en armas contra un gobierno constitucional, a quienes habrá que reparar de alguna manera ya que, en principio, no deberían seguir siendo confundidos con las víctimas del "plan sistemático". Por último, y también a la vista de Macri y de todos es que, a diario, le aparecen en el horizonte muchas más situaciones a atender que tienen que ver con el clásico juego universal de la política, en el que, en todos lados, los opositores suelen apestillar a los oficialismos marcando los errores y hasta regocijándose de los infortunios varios que acosan al Presidente. La primera refutadora de las palabras y de los hechos oficiales es hoy CFK, directa o indirectamente. Para hacerse notar, ella ha tomado un temperamento que fue propio de sus años como mandataria, ya que arma sus discursos -hoy por las redes sociales- mezclando siempre peras con manzanas. Como ocurría por entonces, a Cristina no le interesa que lo que expone sea la verdad, sino que apunta a que se lo crea la militancia, seguramente para seguir engordando el relato para afuera y para adentro del PJ, donde hacen cola para despegarse, pese a algunos supuestos leales que aún quieren mantenerla en la interna con el argumento de que su imagen está por arriba de 25 por ciento, aunque lo que se presume que es para no quedarse afuera ellos mismos. Uno de las consideraciones preferidas de la ex presidenta es nunca negar las imputaciones refutando con pruebas sino victimizarse (un clásico) o salir con una acusación de mayor calibre, aunque poco tenga que ver. El modus operandi de Cristina parece provenir de una compulsión típica de los años de intolerancia que ella vivió cuando no se usaba la palabra homosexual, cuando para tapar un hecho con otro bien descolgado, pero más pecaminoso al fin para la época, se le enrostraba al acusador tal condición con palabras de entonces, más soeces y discriminatorias. Pese a que está claro que lo que Cristina busca políticamente es cambiar pieza por pieza, se ve que a ella le siguen resultando útiles todos esos trucos para convencer a sus fieles, aunque la estrategia cada día es más notoria. Y por último, cuando está flojita de argumentos, replica o le hace replicar a sus más fieles con una querella hacia los denunciantes (espionaje político, persecución, etc.), con la esperanza de tener hacia el futuro algo para negociar. Qué más quiere Macri que se lo compare con la hoy devaluada ex dama del látigo de la política argentina, si ella tiene los problemas que tiene en la interna del PJ, es factor de división allí y registra media docena de causas judiciales en su contra y otras en expectativa que, al menos, la van a tener en jaque durante varios años y por las que podría ganarse alguna condena, si más allá del ruido mediático de la instrucción logran probarse los cargos cuando se sustancien los juicios, claro está. Quizás la que menos debería afligirla, pese a que está procesada y la causa la maneja el juez Claudio Bonadio a quien ella denunció por su hostilidad, es la denuncia por la puesta en vigencia del "dólar futuro", ya que se trató de una decisión de política económica que fue errada por lo ruinosa, pero que habrá que probar si fue dolosa. En este caso, mientras no se observe alguna conexión con alguien que se enriqueció será difícil que se la pueda encontrar culpable. Algunos de sus partidarios, por las dudas, impulsaron contradenuncias contra las actuales autoridades del BCRA por la operatoria de las LEBAC. La segunda causa es la llamada "la ruta del dinero K", la que surgió luego de ver por televisión obscenas pilas de dólares en las oficinas de Lázaro Báez. La investigación está en manos del juez federal Sebastián Casanello y allí la ex presidenta está imputada en función de los dichos que Leonardo Fariña formuló contra el empresario santacruceño y una referencia que hizo sobre Cristina por supuestamente mandar a destruir registros de transferencias que llegaban de los Estados Unidos de allegados al kirchnerismo. La tercera, ya más grave, aunque habría que probar que ella era la jefa de una asociación ilícita, son los contratos que recibió Báez de parte de Vialidad Nacional, a partir de una investigación que hicieron los fiscales Gerardo Pollicita e Ignacio Mahiques. En esta causa está procesada por Julián Ercolini y fue llamada a indagatoria. En tanto, el cuatro problema que tiene Cristina en la Justicia es el de Hotesur, relacionado con la anterior y en manos del mismo juez, aunque allí se apunta a probar que ella cobró efectivamente retornos de Báez mediante el alquiler de habitaciones en su hotel de El Calafate que nunca fueron ocupadas. El viernes pasado, la ex presidenta fue llamada a indagatoria por una quinta causa en proceso, también en manos de Bonadio. La novedad es que junto a Báez y Cristóbal López fueron citados también sus hijos Máximo y Florencia, integrantes de la sociedad "Los Sauces", a la que se investiga por presunto lavado de dinero y cohecho. Por último, la más sensible para Cristina, la que implica quizás hasta su futuro en la historia, es la acusación del fiscal Alberto Nisman de haber generado un pacto con Irán para "encubrir" el atentado a la AMIA, caso que ahora está siendo investigando nuevamente por el juez Ariel Lijo. Una causa paralela, en manos de Bonadio, tiene imputado al ex canciller Héctor Timerman por "traición a la Patria". Pese al oscuro panorama, ella tiene igualmente letra política para decir que el Gobierno utiliza sus problemas judiciales (y los de "sus hijos y sus sobrinos") para tapar las cosas que no le conviene que se muestren, tal como el "tarifazo", el "fin de las cuotas sin interés" más el aumento de los precios "de todo", el caso Arribas y las medidas de fuerza que anunció la CGT. Y cerró su escrito en Facebook mostrando que conocía acabadamente el método: "De manual", confesó. Es verdad que el golpe por los servicios y las primeras señales de los "precios transparentes" fueron negativas para el Gobierno, pero hay que interpretar que recién un año después se termina con la mentira de las cuotas "sin interés" (si bien la caridad no es el fuerte de los banqueros, el subsidio no lo pagaba el Gobierno ni los comercios, sino quienes compraban al contado) y se está avanzando en desarmar la política energética del kirchnerismo de energía barata y pagos por importaciones. Donald Trump ha sido más expeditivo con las políticas de Barack Obama y ya mismo las ha empezado a desbaratar apoyado en el mandato de su investidura. Más allá de la delicada situación social, con otra mentalidad, la Argentina necesita cambiar mucho su cabeza para absorber muchos de los cambios. Y esta razón cultural es la que hace que, debajo de los pies de Macri, a veces tiemble la tierra.

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