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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Marcos 7,14-23.

08/02/2017 01:03 El Evangelio
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Evangelio según San Marcos 7,14-23. Evangelio según San Marcos 7,14-23.

Y Jesús, llamando otra

vez a la gente, les dijo: “Escúchenme

todos y entiéndanlo

bien.

Ninguna cosa externa

que entra en el hombre puede

mancharlo; lo que lo hace

impuro es aquello que sale

del hombre.

¡Si alguien tiene oídos

para oír, que oiga!”.

Cuando se apartó de la

multitud y entró en la casa,

sus discípulos le preguntaron

por el sentido de esa parábola.

él les dijo: “¿Ni siquiera

ustedes son capaces de

comprender? ¿No saben

que nada de lo que entra de

afuera en el hombre puede

mancharlo, porque eso no

va al corazón sino al vientre,

y después se elimina en lugares

retirados?”. Así Jesús

declaraba que eran puros

todos los alimentos.

Luego agregó: “Lo que

sale del hombre es lo que lo

hace impuro.

Porque es del interior,

del corazón de los hombres,

de donde provienen las malas

intenciones, las fornicaciones,

los robos, los homicidios,

los adulterios, la avaricia,

la maldad, los engaños,

las deshonestidades, la

envidia, la difamación, el orgullo,

el desatino.

Todas estas cosas malas

proceden del interior y son

las que manchan al hombre”.

Comentario

En una hoja parroquial

de hace medio siglo existía

una sección de “consultorio

moral”, en la que aparecían

preguntas de la más

variopinta casuística. No

se me olvida una referente

a si los caracoles son carne

o pescado, es decir, si

pueden comerse en viernes

de cuaresma o no. Y no

puedo evitar este recuerdo

cada vez que me encuentro

con el texto paulino “el Reino

de Dios no es comida ni

bebida, sino justicia y paz

y gozo en el Espíritu Santo”

(Rom. 14,17).

San Pablo no coincidió

con Jesús por los caminos

de Palestina, pero estuvieron

muy cercanos en su crítica

a la superficialidad religiosa,

las exterioridades y

la casuística moral. Ni uno ni

otro se hizo problema de la

posible suciedad física (purificación

de las manos) o

de la distinción entre alimentos

puros e impuros. Y la escuela

paulina relacionó esa

libertad con el mensaje del

Génesis: “todo lo que Dios

ha creado es bueno, no hay

que desechar nada, basta

tomarlo con acción de gracias”

(1 Timoteo 4,4).

¿Cuánto tiempo y energías

habremos perdido los

cristianos en disquisiciones

bizantinas, sin consistencia

ni sentido? En nuestras discusiones,

a veces seculares,

con hermanos de otras confesiones,

sobre sutiles y refinadas

formulaciones teológicas,

¿hemos cuidado los

sentimientos del corazón,

como Jesús pedía? Y cuando

hemos rechazado a un

sacerdote de la propia parroquia,

o de la comunidad

religiosa, a causa de una nimia

“irregularidad” litúrgica,

¿hemos pensado dónde están

los acentos del evangelio?

Jesús lo dijo magistralmente:

“coláis el mosquito

y os tragáis el camello” (Mt

23,24). Que él nos ayude a

poner nuestra atención en lo

que se la merece.

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