El mal El mal
dijo con mucha verdad:
‘Para que no existiera el
mal, para que la humanidad
fuera feliz, no tendría
que haber mujeres.
Ni hombres’. El caso es
que si no hubiera mujeres
ni hombres, tampoco
habría humanidad.
O sea que el mal existe
desde que los hombres
existen. Mejor dicho,
desde que el pecado entró
en el corazón humano.
Dios no quiso el mal,
pues todo lo hizo bien:
‘Vio Dios todo cuanto había
hecho, y he aquí que
estaba muy bien’ (Gn 1,
31).E l mismo libro del
génesis, capítulo 3, nos
muestra cuál fue el origen
del mal: el pecado
cometido por nuestros
primeros padres. Ellos,
que eran casi perfectos,
quisieron ‘ser como dioses’
(Gn 3, 5), y el cambio
sufrieron una caída que
introdujo el mal no sólo
en ellos sino también en
sus descendientes.
De ahí que nosotros
nacemos con una especie
de ‘falta de fábrica’, donde
junto a lo bueno conviven
elementos malos.
Toda nuestra lucha personal
consiste en hacer
crecer lo bueno y erradicar
lo malo. Cristo venció
el mal mediante su muerte:
pero quedan todavía
en el corazón del hombre
demasiadas raíces
que necesitan extirparse.
Esta es nuestra tarea,
que puede lograse con el
auxilio de Dios.
A propósito del mal,
tengo a mano esta página
de René Trossero, publicada
en ‘Crecer y vivir
en libertad’. Sintetiza
bien un aspecto del problema:
‘Toda realidad es buena;
el único capaz de maldad
es el hombre. Multiplicamos
las ‘cosas malas’
y las ponemos fuera
de nosotros para evadirnos
de nuestra responsabilidad
de ser los únicos
capaces de maldad.
No son malas las palabras,
sino el hombre que
las pronuncia. No es malo
el sexo, sino el hombre
que lo prostituye. No es
mala la tira, sino el hombre
que se enfurece, se
descontrola y mata. No
es malo el dinero, sino el
hombre que lo endiosa,
lo consigue a cualquier
precio y lo emplea malamente’.
Para el final, un pensamiento
de Kempi s :
‘Atajar al principio el mal
procura: si llega a echar
raíces, tarde se cura’.
¡Hasta mañana!