LADRONES EN FUGA LADRONES EN FUGA
-¿También tenían que traerlo?
-Carnaval tiene la culpa- respondió el Gordo Estanciero,
al que habíamos llevado por si se armaba
lio. Su sola presencia causaba estupor entre la gente,
semejante presencia digo, aunque no tan grandote
como el otro. Pero el Yeti, al que le decíamos
Blanquito era pacífico incapaz de matar una mosca,
con eso le digo todo.
Entramos. Justo a esa hora el baile hervía de gente.
Apenas alcancé a divisar para el lado de la pista y
una bombita me dio de lleno en el ojo. Un grupo de
chicas de la otra cuadra que también habían ido, se
nos vinieron al humo. Y ya comenzaron las corridas
y los gritos. Me acuerdo que le tenía ganas a la Fátima,
pero esa tarde me terminé enganchando con la
hermana, que no estaba tan buena, pero, para el caso
daba lo mismo. El Gordo Estanciero la apretaba a
la Marianela y los Bony's sonaban en los parlantes
“tú y yo en la noche más oscura, tu y yo dos ladrones
en fuga, tú y yo un amor prohibido, un amor prohibidooo”.
El Gordo, lo viera, movía la cara para todos
lados, ponía la jeta así y repetía:
-¡Prohibidooo!
A esa hora ya estaba enloquecido.
Mientras, había ido pasando el tiempo, se había
hecho de noche y seguíamos meta bailar. Al final ya
jugábamos con barro porque se nos habían acabado
las bombitas. Embarrábamos a la primera que
veíamos que tuviera un poquito de la remera limpia,
aunque fuera un cachito así. Me acuerdo que la hermana
de la Fátima había perdido las ojotas en medio
de las corridas, pero a esa hora a quién le importaba.
Fue en ese carnaval del 2003, que en un momento
dado me paré en medio de la pista, botella de cerveza
en la mano, mirando el cu… erpo de una flaca
que bailaba con un muchacho que conocía de vista,
y me pregunté: “Qué hago aquí, quién soy, por qué
estoy perdiendo el tiempo lastimosamente en vez de
hacer algo útil por mi vida, convertirme en alguien
serio, reposado, de la casa al trabajo del trabajo a la
casa”.
Pero se me pasó enseguida y seguí tratando de
convencerla a la hermana de la Fátima de que al final
nos teníamos que ir a casa los dos juntitos, no
separarnos nunca más en la perra vida y vivir felices
haciendo chicos mañana, tarde y noche.
-No me voy a aburrir de fabricar niños con vos- le
susurraba al oído mientras le trataba de indicar cómo
se hacían.
-Salí, che- me decía ella haciéndose la enojada,
pero se vé que tan mal no le caía la propuesta.
Yo me hacía el zonzo, como si no hubiera sabido
que ella ya tenía varios grandes premios nacionales
corridos y ganados de punta a punta, con la fusta
bajo el brazo y saludando a la tribuna.