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EL LIBERAL . Santiago

Problema generalizado: la violencia de género, un flagelo que llega a cada rincón del país

08/03/2017 00:00 Santiago
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La violencia de género golpea fuerte en la provincia, pero lamentablemente es un tema generalizado y alcanza a todo el país y el mundo.

Fernanda Serna, por ejemplo, dice que por primera vez en más de 10 años se siente dueña de su vida. Aunque para recuperar el gobierno de su cuerpo, de sus emociones y de sus actos requiera de una custodia en la puerta de su casa. "Puede sonar increíble, pero después de que me quemara el 45% del cuerpo, apareció con flores y volví con él. Lo único que sentía por ese tipo era miedo", cuenta Fernanda, que tiene 48 años y vive en Rosario.

"¿Sabés lo que tuve que hacer para animarme a denunciarlo? Cuando me estaba recuperando de las quemaduras, me dio una paliza. Con la ayuda de una amiga, me interné en una clínica. Ahí me sentía segura y podía pensar. Conseguí que me llevaran a un hospital para que constataran los golpes. Y con esas pruebas, en enero de 2014 lo denuncié", reconstruye Fernanda.

La ex pareja de esta peluquera rosarina que hoy lidera el grupo de apoyo Mujeres Resilientes enfrenta las denuncias en libertad. Fernanda recibió varios reveses judiciales, como una pericia de los bomberos en las que se indica que no fue posible determinar si las quemaduras fueron provocadas por un tercero. Y especula con que debido a que su ex pareja es empleado judicial desaparecieron fotos que había aportado al expediente.

"A veces pienso que hubiese sido más sencillo seguir aguantando un par de golpes por semana que haberlo denunciado. Pero después me doy cuenta de que soy una sobreviviente que pudo hacer la denuncia, que tengo una custodia en la puerta de mi casa y que me pude empoderar para adueñarme de mi vida", concluye Fernanda.

Por otra parte está Lidia, de 57 años. A su pareja la conoció a los 20 y hasta los 47 debió soportar de todo. Que le dijera pedazo de carne con ojos, que la amenazara con pisarla con la camioneta o que la golpeara tanto como para necesitar un cuello ortopédico durante varios meses. Hace diez años, cuando pidió ayuda en la Casa de la Justicia, de Caseros, su vida no sufrió un giro por completo, pero sí empezó a despojarse de muchos de sus padecimientos.

Desde entonces, logró sacar de su casa a su marido, que se niega a firmarle el divorcio; logró una exclusión de hogar; y mantenerse a salvo de sus golpes. Pero pelea contra la burocracia, lentitud y desidia del proceso judicial.

"Estoy más tranquila, pero le sigo teniendo miedo. Incumple la prohibición de acercarse a casa y se lleva a la nena de 15 años, la más chica. Y yo tengo que bancar el 100% del hogar", cuenta Lidia en un tono firme.

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