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Mercedes del Niño Jesús Guerra: la mujer fuerte y paciente

26/03/2017 00:00 Santiago
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Mercedes del Niño Jesús Guerra: la mujer fuerte y paciente Mercedes del Niño Jesús Guerra: la mujer fuerte y paciente

Por Rita Umaño - Prof. de Historia y Teología del Col. Madre Mercedes Guerra

En la vida de Mercedes del Niño Jesús Guerra, el dolor, las contrariedades, las dificultades fueron una constante. Sin embargo, los límites que constantemente encontraba en su camino no eran sinónimo de fracaso. Por el contrario, cada obstáculo era una nueva oportunidad para buscar nuevas alternativas y seguir adelante. No cabe duda que hacía honor a su apellido, siempre luchando, enfrentando a cada paso los impedimentos, una guerrera de la vida. Su heroico espíritu había demostrado que huir de las dificultades no era algo que considerara como una opción. Y así fue como una vez más su débil salud quiso trabar sus planes. Sucedió que mientras se encontraba trabajando en la casa de la familia Lezica sintió agudos dolores en ambos ojos, y quedó totalmente ciega. Los Lezica buscaron de forma inmediata que fuera atendida, sin embargo, los médicos se mostraron escépticos, negando cualquier posibilidad de recuperación.

Contardo Miglioranza nos cuenta: "Un especialista distinguido después de examinarla, como único remedio aconsejo practicarle una operación con el solo fin de aliviarle los agudos dolores que sufría. Pero aseguró terminantemente que no recuperaría la vista." Estamos en un momento crucial en la vida de Mercedes. Ante la impotencia de la medicina, se pone en manos de Dios. Se muestra dócil ante el dolor, no reniega ante su discapacidad. Es normal pensar que la "oscuridad" de sus ojos cubría también su estado de ánimo. Pero no. Una vez más da ejemplo de fortaleza, de tenacidad, de constancia. Su fe no le permite caer en la tentación que caemos muchos: renegar de Dios, renegar de nuestra vida, renegar de la fragilidad propia de nuestros cuerpos. Ella confía en que esta oscuridad es pasajera, porque los verdaderos guerreros cuando pierden batallas no se sienten vencidos, solo aguardan con paciencia tener una nueva oportunidad de demostrar su valor. Entonces comienza un largo viacrucis en la vida de Mercedes.

Los médicos que admiraban a la santiagueña que había salvado a tantos durante las epidemias, la visitan tratando de convencerla que debía operarse. Una operación que no haría que recuperara la visión, solo que se detuvieran los dolores que la atormentaban. La enfermedad que afectaba los ojos de la sierva de Dios era un glaucoma y para la época, no se conocía un medio de curación, solo paliativos que quitaran los tremendos dolores que ocasionaba. El único remedio era seccionar el nervio óptico, lo cual significaba la pérdida definitiva de la visión. Finalmente, accede a ser operada y transcurre año y medio en total oscuridad, a pesar de los diagnósticos dados por importantes especialistas de aquella época, la tenacidad y el coraje de Mercedes la llevan a esperar un milagro. Porque como mujer de fe, sabe que lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. Sucedió que por aquellos días volvió al país el joven Domingo Lezica luego de una larga estadía en Francia y estando allí había sido testigo de los milagros que se le adjudicaban al manantial que brotaba de la gruta de Lourdes. Por su familia escuchó lo que le había ocurrido a la noble santiagueña, sin dudarlo le regaló un frasquito con esa bendita agua.

Desde ese momento, los rosarios desgranados por Mercedes eran acompañados por esa agua, que ella utilizaba para mojar sus ojos. Jesús dijo: "Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llame se le abrirá." Y Mercedes, la mujer fuerte y paciente, comenzó a ver.

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