Sufrimiento Sufrimiento
no le gustaría escuchar de
Dios unas palabras de consuelo?
Miguel Ortega Riquelme lo
intenta en “Le oí decir a Dios”.
Tal vez esto valga para usted:
“Yo sé que sufres, Conozco
tu dolor profundo. Sé de tus lágrimas
silenciosas y de tu sufrimiento
oculto. Muchas veces te
veo derrotado y triste, y te escucho
maldecir mi nombre. Y
me lo gritas: “¿Por qué, si eres
poderosos, permites mi dolor?
¿Por qué me abandonas ¿Por
qué me castigas?”. Y te callas,
esperando mi respuesta.
Hijo querido: yo no te dejaré
solo. Jamás te he abandonado.
Nunca he pensado en castigarte.
Pero en esta ancha siembra
que con amor he cultivado,
el enemigo vino en la noche y ha
sembrado cizaña. Y así, junto al
amor y la alegría, nacieron las
envidias, las irresponsabilidades,
el atropello, las inhibiciones,
los desvíos, la soledad y
las injusticias. Y ese rostro tuyo
que fabriqué para sonreír tuvo
que conocer el llanto. Y sufres
en tu atormentado silencio.
Yo no te abandono, también
Jesús, mi Hijo, lo sintió así colgando
de un madero. También
él conoció el dolor, la humillación,
la tortura, la traición y la
deslealtad. Todos los dolores
cayeron sobre él. Pero lo mismo
que el grano de trigo se pudre
en la tierra y luego da fruto,
así también yo lo resucité de
su muerte, para llenar de gozo
la tierra. El dolor después de él
no tiene la última palabra.
¡Yo jamás te abandonaría!
Tu muerte es semilla de vida.
Tu llanto es riego a la sonrisa.
Tu dolor es paso hacia el futuro.
No te castigo. Te salvo.
Y hay algo más aún: con tu
dolor y tu pena vas adquiriendo
el rostro y teniendo la experiencia
de mi propio Hijo Jesús. Te
voy dando la gracia y ofreciendo
el regalo de reproducir su vida
en la tuya. Es un don que te
hago. Cargas como él un madero
sobre la espalda. Recibes
como él unas espinas en tu cabeza.
Te asemejas a él en el sufrimiento.
No te quejes. No dudes. No
llores. Contempla a mi Hijo adolorido.
Y comprende desde hoy
ese tercer día de Resurrección
que tú vives y preparas’.
¿No es para releerlo?
¡Hasta mañana! ?