¡Cristo ha resucitado! La muerte ha sido vencida ¡Cristo ha resucitado! La muerte ha sido vencida
es decir, el domingo,
en el que los cristianos
celebran su asamblea
litúrgica, María de Magdala
siguiendo los impulsos
de su corazón va de
madrugada al sepulcro.
Ve que la piedra ha sido
quitada y corre a Pedro y
al discípulo al que Jesús
amaba y les dice: “han
quitado del sepulcro al
Señor y no sabemos dónde
lo han puesto”. María
al ver la piedra corrida
pensó que lo “habían
llevado al Señor”, evidentemente
todavía estaba
desconcertada. Sólo
el posterior encuentro
con Jesús le quitará sus
dudas.
Ante las palabras de
María, Pedro y el “discípulo”
se pusieron a correr
hacia el sepulcro lo
que expresa el amor que
ambos sentían por Jesús.
El discípulo llega primero
que Pedro, ve los lienzos
colocados allí, pero
no entra. Pedro, que llega
después, entró al sepulcro,
vio los lienzos y el
velo que cubría la cabeza
del cadáver de Jesús colocados
en distintos lugares.
¿cuál fue su reacción?
El texto no lo dice
explícitamente, pero podemos
suponer que se
quedó pensativo, tratando
de interpretar el enigma.
Lo que era seguro, es
que el cadáver de Jesús
no había sido robado.
Luego, entró el discípulo
amado, “vio y creyó”.
La intimidad con el
Señor, su amor incondicional,
le permite reconocer
el “misterio de
su presencia” a través de
estos indicios que quedaron
en el sepulcro. Su
amor por Jesús hizo que
se le abriera la mente y
el corazón para entender
que el Señor había sido
glorificado. Después,
en el encuentro personal
con él, descubrirá el verdadero
sentido de la Resurrección.
Por ahora, al
ver los signos, se da cuenta
que Jesús ha vencido a
la muerte.
Conclusión
Los cristianos celebramos
hoy la fiesta de Pascua,
el triunfo de Jesús
sobre el pecado, la muerte
y todo aquello que esclaviza
a los hombres.
El Padre ha resucitado
a Jesús de entre los
muertos para rehabilitar
su causa: el Reino de
Dios que desde ahora actúa
en el mundo poniendo
en crisis los viejos modelos
de relaciones humanas,
con la naturaleza
y con él mismo.
Hay un horizonte
nuevo de expectativa para
la humanidad, no estamos
condenados al fracaso
y al sufrimiento. Ahora
sí, es posible un mundo
de hermanos, la búsqueda
de paz universal
recobra su vigencia y la
justicia largamente esperada
encuentra su cauce.
Sólo el amor de Dios,
hecho misericordia en el
servicio a los últimos de
la sociedad, será un signo
creíble de estos nuevos
tiempos de gozo y esperanza.
Los cristianos vivimos
en la presencia del Cristo
Resucitado, no hay lugar
para el sufrimiento, el
pesimismo y la indiferencia.
Nuestra vida debe estar
animada por el Espíritu
de Jesús. Nada ni nadie
puede alejarnos de su
amor, en todo vencemos
por Aquél que nos amo.
¡Cristo está vivo! Anunciémoslo
al mundo,
compartamos
su presencia
con todos.