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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Lucas 24,13-35.

18/04/2017 23:02 El Evangelio
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Evangelio según San Lucas 24,13-35. Evangelio según San Lucas 24,13-35.

Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado

a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban

sobre lo que había ocurrido.

Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.

El les dijo: “¿Qué comentaban

por el camino?”. Ellos se detuvieron, con el semblante

triste, y uno de ellos, llamado

Cleofás, le respondió: “¡Tú eres el único forastero en Jerusalén

que ignora lo que pasó en estos días!”.

“¿Qué cosa?”, les preguntó.

Ellos respondieron: “Lo referente

a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes

y nuestros jefes lo entregaron

para ser condenado a muerte y lo crucificaron.

Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel.

Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas

cosas. Es verdad que algunas

mujeres que están con nosotros nos han desconcertado:

ellas fueron de madrugada

al sepulcro y al no hallar

el cuerpo de Jesús, volvieron

diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles

que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron

al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron”.

Jesús les dijo: “¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas!

¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos

para entrar en su gloria?”.

Y comenzando por Moisés

y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él. Cuando llegaron cerca del pueblo adónde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron:

“Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba”. El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa,

tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.

Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron,

pero él había desaparecido

de su vista.

Y se decían: “¿No ardía

acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”.

En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron

a Jerusalén. Allí encontraron

reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: “Es verdad, ¡el Señor ha resucitado

y se le apareció a Simón!”.

Ellos, por su parte, contaron

lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Comentario

En el relato de Emaús encontramos

un mismo camino,

pero dos sentidos distintos:

de Jerusalén a Emaús, el sentido de la desilusión, y de Emaús a Jerusalén, el sentido de la alegría. Una vez más el Evangelio nos invita a lanzar una mirada sobre nuestra vida

de fe: ¿Cuál sería nuestro sentido? ¿El de la desilusión de Emaús o el de la alegría de volver a Jerusalén? Muchas veces nuestra vida es en el sentido hacia Emaús y otras, hacia Jerusalén. Su presencia

cambia la tristeza en gozo,

la desesperanza en esperanza.

Los discípulos vuelven con prisa a Jerusalén, para

anunciar el inusitado encuentro

que tuvieron con Jesús.

él les alcanzó como un forastero, caminó con ellos como un peregrino; les hizo comprender su vida como un profeta; como Cristo les enseñó

los motivos de su entrega

por amor; como huésped

permaneció con ellos y les dio de su propio pan como

un buen anfitrión.

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