Evangelio según San Marcos 16,9-15. Evangelio según San Marcos 16,9-15.
a la mañana del primer
día de la semana, se apareció
primero a María Magdalena,
aquella de quien había echado
siete demonios.
Ella fue a contarlo a los que
siempre lo habían acompañado,
que estaban afligidos y lloraban.
Cuando la oyeron decir que
Jesús estaba vivo y que lo había
visto, no le creyeron.
Después, se mostró con
otro aspecto a dos de ellos,
que iban caminando hacia un
poblado.
Y ellos fueron a anunciarlo
a los demás, pero tampoco les
creyeron.
En seguida, se apareció
a los Once, mientras estaban
comiendo, y les reprochó
su incredulidad y su obstinación
porque no habían creído
a quienes lo habían visto resucitado.
Entonces les dijo: ‘Vayan
por todo el mundo, anuncien
la Buena Noticia a toda la creación’.
Comentario
En el Evangelio de hoy encontramos
un resumen de los
relatos que hemos leído a lo
largo de la semana: la aparición
a María Magdalena, a los discípulos
de Emaús y a los Once en
el curso de una comida. Concluye
con el tema de la misión
universal: “Id al mundo entero y
proclamad el Evangelio a toda
la creación!” (Mc 16,15).
Los destinatarios de la misión
además de los hombres,
también alcanza el cosmos.
La resurrección beneficia no
solo los hombres, sino también
la creación, transformada
por el poder de Jesús resucitado.
Siguiendo la antigua
tradición de la Iglesia, esto
es lo que celebramos en la
Eucaristía al ofertar el pan y
el vino: no tanto la noción de
sacrificio, sino el sentido de
“re-ofrecer” a Dios su propia
creación.
Como nos enseña el papa
Francisco en su Encíclica sobre
la ecología: “la Eucaristía
es de por sí un acto de amor
cósmico: “¡Sí, cósmico! Porque
también cuando se celebra
sobre el pequeño altar de una
iglesia en el campo, la Eucaristía
se celebra, en cierto sentido,
sobre el altar del mundo”.
La Eucaristía une el cielo y
la tierra, abraza y penetra todo
lo creado. El mundo que salió
de las manos de Dios vuelve
a él en feliz y plena adoración”
(Laudato Si, n. 236)
La resurrección nos enseña
algo grande para nuestra
vida y que celebramos en
la eucaristía: que Jesús ha tomado
el mundo en sus manos,
lo ha integrado creativamente
y lo ha refiere a Dios en la
cruz. Al resucitar, libera toda
la creación de sus límites
y le abre a la plenitud. La resurrección
nos abre un horizonte
de esperanza, libre de la
corrupción del pecado. Como
cristianos, nos toca asumir el
mundo en nuestras manos y
referirlo a la plenitud que Cristo
nos otorga con su presencia.
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