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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Lucas 24,13-35.

25/04/2017 22:58 El Evangelio
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Evangelio según San Lucas 24,13-35. Evangelio según San Lucas 24,13-35.

Ese mismo día, dos de los

discípulos iban a un pequeño

pueblo llamado Emaús, situado

a unos diez kilómetros de Jerusalén.

En el camino hablaban sobre

lo que había ocurrido. Mientras

conversaban y discutían, el

mismo Jesús se acercó y siguió

caminando con ellos. Pero algo

impedía que sus ojos lo reconocieran.

El les dijo: “¿Qué comentaban

por el camino?”. Ellos se detuvieron,

con el semblante triste,

y uno de ellos, llamado Cleofás,

le respondió: “¡Tú eres el único

forastero en Jerusalén que ignora

lo que pasó en estos días!”.

“¿Qué cosa?”, les preguntó. Ellos

respondieron: “Lo referente a Jesús,

el Nazareno, que fue un profeta

poderoso en obras y en palabras

delante de Dios y de todo

el pueblo, y cómo nuestros sumos

sacerdotes y nuestros jefes

lo entregaron para ser condenado

a muerte y lo crucificaron.

Nosotros esperábamos que

fuera él quien librara a Israel. Pero

a todo esto ya van tres días

que sucedieron estas cosas.

Es verdad que algunas mujeres

que están con nosotros nos

han desconcertado: ellas fueron

de madrugada al sepulcro y al no

hallar el cuerpo de Jesús, volvieron

diciendo que se les habían

aparecido unos ángeles, asegurándoles

que él está vivo. Algunos

de los nuestros fueron al sepulcro

y encontraron todo como

las mujeres habían dicho. Pero a

él no lo vieron”.

Jesús les dijo: “¡Hombres duros

de entendimiento, cómo les

cuesta creer todo lo que anunciaron

los profetas!

¿No era necesario que el Mesías

soportara esos sufrimientos

para entrar en su gloria?”. Y

comenzando por Moisés y continuando

con todos los profetas,

les interpretó en todas las

Escrituras lo que se refería a él.

Cuando llegaron cerca del pueblo

adónde iban, Jesús hizo ademán

de seguir adelante.

Pero ellos le insistieron:

“Quédate con nosotros, porque

ya es tarde y el día se acaba”. El

entró y se quedó con ellos. Y estando

a la mesa, tomó el pan y

pronunció la bendición; luego lo

partió y se lo dio. Entonces los

ojos de los discípulos se abrieron

y lo reconocieron, pero él había

desaparecido de su vista.

Y se decían: “¿No ardía acaso

nuestro corazón, mientras

nos hablaba en el camino y nos

explicaba las Escrituras?”. En

ese mismo momento, se pusieron

en camino y regresaron a

Jerusalén. Allí encontraron reunidos

a los Once y a los demás

que estaban con ellos, y estos

les dijeron: “Es verdad, ¡el Señor

ha resucitado y se apareció a Simón!”.

Ellos, por su parte, contaron

lo que les había pasado en el

camino y cómo lo habían reconocido

al partir el pan.

Comentario

Acabáis de escucharlo,

amados hermanos: dos discípulos

de Jesús iban por el camino

y aunque no creían en él,

hablaban sin embargo de él. El

Señor se les apareció sin presentárseles

bajo una forma

que pudieran reconocerle. Así

es que el Señor llevó a cabo en

lo exterior, a los ojos del cuerpo,

lo que en ellos se realizaba

en el interior, a los ojos del corazón.

En el interior de sí mismos,

los discípulos amaban y

dudaban al mismo tiempo; en

lo exterior el Señor se les hizo

presente sin manifestarles

que era él. A los que hablaban

de él, les ofreció su presencia;

pero a los que dudaban de él,

les escondió su familiar aspecto

que les hubiera permitido

reconocerlo. Intercambió

algunas palabras con ellos, les

reprochó su lentitud en comprender,

les explicó los misterios

de la Santa Escritura que

se referían a él. Y sin embargo,

para el corazón de los discípulos,

por su falta de fe, seguía

siendo un extraño; hizo,

pues, ademán de ir más lejos...

La Verdad, siendo simple,

nada hizo con doblez, sino

que simplemente se manifestó

a los discípulos en su cuerpo

de la misma manera que estaba

en su espíritu. A través

de esta prueba el Señor quería

ver si los que todavía no

le amaban como Dios, al menos,

eran capaces de amarle

como viajero. La Verdad caminaba

con ellos; ellos no podían,

pues, permanecer extraños

al amor: le ofrecieron hospitalidad

como se hace con un

viajero. Porque, por otra parte,

nosotros decimos que le

ofrecieron hospitalidad siendo

así que está escrito: ‘Lo apremiaron’.

El ejemplo nos muestra

bien a las claras que no sólo

debemos ofrecer hospitalidad

a los viandantes, sino que

debemos hacerlo de manera

apremiante. Los discípulos

ponen la mesa y ofrecen algo

para comer; y Dios, a quien

no habían reconocido durante

la explicación de las Escrituras

Santas, le reconocieron al

partir el pan. No es escuchando

los mandamientos de Dios

que han sido iluminados sino

poniéndolos en práctica.

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