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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangel io según San Juan 6,1-15.

28/04/2017 01:19 El Evangelio
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Evangel io según San Juan 6,1-15. Evangel io según San Juan 6,1-15.

Jesús atravesó el mar de

Galilea, llamado Tiberíades.

Lo seguía una gran multitud,

al ver los signos que hacía

curando a los enfermos.

Jesús subió a la montaña

y se sentó allí con sus discípulos.

Se acercaba la Pascua, la

fiesta de los judíos.

Al levantar los ojos, Jesús

vio que una gran multitud acudía

a él y dijo a Felipe: “¿Dónde

compraremos pan para darles

de comer?”.

él decía esto para ponerlo

a prueba, porque sabía bien lo

que iba a hacer.

Felipe le respondió: “Doscientos

denarios no bastarían

para que cada uno pudiera comer

un pedazo de pan”.

Uno de sus discípulos, Andrés,

el hermano de Simón

Pedro, le dijo:

“Aquí hay un niño que tiene

cinco panes de cebada y dos

pescados, pero ¿qué es esto

para tanta gente?”.

Jesús le respondió: “Háganlos

sentar”. Había mucho

pasto en ese lugar. Todos se

sentaron y eran no menos de

cinco mil hombres.

Jesús tomó los panes,

dio gracias y los distribuyó

a los que estaban sentados.

Lo mismo hizo con los pescados,

dándoles todo lo que quisieron.

Cuando todos quedaron

satisfechos, Jesús dijo a sus

discípulos: “Recojan los pedazos

que sobran, para que no

se pierda nada”.

Los recogieron y llenaron

doce canastas con los pedazos

que sobraron de los cinco

panes de cebada.

Al ver el signo que Jesús

acababa de hacer, la gente

decía: “éste es, verdaderamente,

el Profeta que debe

venir al mundo”.

Jesús, sabiendo que querían

apoderarse de él para

hacerlo rey, se retiró otra vez

solo a la montaña.

Comentario

En el corazón de la celebración

de la Eucaristía se encuentran

el pan y el vino que,

por las palabras de Cristo y por

la invocación del Espíritu Santo,

se convierten en el Cuerpo

y la Sangre de Cristo. Fiel a la

orden del Señor, la Iglesia continúa

haciendo, en memoria de

él, hasta su retorno glorioso, lo

que él hizo la víspera de su pasión:

“Tomó pan...”, “tomó el

cáliz lleno de vino...”. Al convertirse

misteriosamente en

el Cuerpo y la Sangre de Cristo,

los signos del pan y del vino

siguen significando también

la bondad de la creación. Así,

en el ofertorio, damos gracias

al Creador por el pan y el vino,

fruto “del trabajo del hombre”,

pero antes, “fruto de la tierra”

y “de la vid”, dones del Creador.

La Iglesia ve en el gesto

de Melquisedec, rey y sacerdote,

que “ofreció pan y vino”,

una prefiguración de su propia

ofrenda.

El pan de cada día es el

fruto de la Tierra prometida,

prenda de la fidelidad de Dios

a sus promesas. El “cáliz de

bendición”, al final del banquete

pascual de los judíos,

añade a la alegría festiva del

vino una dimensión escatológica,

la de la espera mesiánica

del restablecimiento de Jerusalén.

Jesús instituyó su Eucaristía

dando un sentido nuevo

y definitivo a la bendición

del pan y del cáliz.?

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