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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Juan 6,30-35.

01/05/2017 22:51 El Evangelio
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Evangelio según San Juan 6,30-35. Evangelio según San Juan 6,30-35.

La gente dijo a Jesús: “¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: les dio de comer el pan bajado del cielo”.

Jesús respondió: “Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo”.

Ellos le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”.

Jesús les respondió: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”.

Comentario

El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Sabiendo que había llegado la hora de partir de este mundo para retornar a su Padre, en el transcurso de una cena, les lavó los pies y les dio el mandamiento del amor (Jn 13, 1-17). Para dejarles una prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles partícipes de su Pascua, instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y de su resurrección y ordenó a sus apóstoles celebrarla hasta su retorno, “Constituyéndoles entonces sacerdotes del Nuevo Testamento” (Concilio de Trento).

Al celebrar la última Cena con sus apóstoles en el transcurso del banquete pascual, Jesús dio su sentido definitivo a la pascua judía. En efecto, el paso de Jesús a su Padre por su muerte y su resurrección, la Pascua nueva, es anticipada en la Cena y celebrada en la Eucaristía que da cumplimiento a la pascua judía y anticipa la pascua final de la Iglesia en la gloria del Reino.

El mandamiento de Jesús de repetir sus gestos y sus palabras “hasta que venga”, no exige solamente acordarse de Jesús y de lo que hizo. Requiere la celebración litúrgica por los apóstoles y sus sucesores del memorial de Cristo, de su vida, de su muerte, de su resurrección y de su intercesión junto al Padre.

Siempre estamos pidiendo signos y pruebas como criterio de veracidad. En un mundo híper-tecnificado, corremos el riesgo de reducir toda la realidad a lo empíricamente demostrable; sin embargo, hay realidades que no pueden verificarse a través del método científico, son invisibles a este análisis, pero existen. “¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti?” le preguntan hoy a Jesús en la secuencia del Evangelio. Su dureza de corazón les impide reconocer la realidad salvífica que tienen delante de sus ojos. Es la misma dureza que recrimina Esteban, antes de ser apedreado, en la secuencia de los Hechos de los Apóstoles: “duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos”.

La verdadera prueba de que el tiempo pascual está transformando nuestro ser es que aunque vivamos lo mismo de siempre, nuestras realidades cotidianas, las miramos con otros ojos, con otro espíritu, con otro talante. Si la alegría, la esperanza, la vitalidad, la paz interior, el optimismo, están en ti, estás cerca del Resucitado. Para que estas actitudes pascuales aniden en el corazón, hay que alimentarse con el Pan de vida que es Jesús.

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