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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Juan 10,22-30.

08/05/2017 22:06 El Evangelio
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Evangelio según San Juan 10,22-30. Evangelio según San Juan 10,22-30.

Se celebraba entonces en

Jerusalén la fiesta de la Dedicación.

Era invierno, y Jesús

se paseaba por el Templo, en

el Pórtico de Salomón. Los

judíos lo rodearon y le preguntaron:

“¿Hasta cuándo

nos tendrás en suspenso? Si

eres el Mesías, dilo abiertamente”.

Jesús les respondió: “Ya

se lo dije, pero ustedes no lo

creen. Las obras que hago en

nombre de mi Padre dan testimonio

de mí, pero ustedes

no creen, porque no son de

mis ovejas.

Mis ovejas escuchan mi

voz, yo las conozco y ellas me

siguen.

Yo les doy Vida eterna:

ellas no perecerán jamás y

nadie las arrebatará de mis

manos.

Mi Padre, que me las ha

dado, es superior a todos y

nadie puede arrebatar nada

de las manos de mi Padre.

El Padre y yo somos una

sola cosa”.

Comentario

A pesar de la franqueza

de Jesús, los judíos no le

reconocen como el Mesías.

Ellos inquieren y requieren a

Jesús, pero están prejuiciados.

Le piden que no les tenga

en suspenso; que les diga.

Pero Jesús no les dice. Se

lo ha dicho ya con mil palabras,

que ellos no escuchan,

porque no quieren escuchar.

Esta es la razón de su obcecación:

que no quieren escuchar.

No se parecen a sus

“ovejas” que “escuchan su

voz”, porque tienen espabilado

el oído y abierto el corazón

para acoger su testimonio,

como el testimonio del

Padre Dios. Ellas le siguen. Y,

en su seguimiento, se saben

seguras. Nadie las arrebatará

de la mano del Pastor, que las

ha recibido como un don de

Dios y en su nombre las cuida.

Es cierto que, cuando se

hiera al Pastor, se dispersarán

las ovejas. Pero, después

de reunidas, adquirirán una

fuerza enorme. Será la fuerza

del Resucitado. La fuerza del

Espíritu Santo, que superando

el miedo, las capacita para

hablar y dar testimonio sin

ambages allí donde están.

El libro de los Hechos nos

dice, en el párrafo que hoy

recoge la primera lectura,

dónde estaban los discípulos

y cómo actúan, después de la

persecución provocada por

lo de Esteban. Están huyendo,

pero no se callan como

perros mudos, sino que proclaman

y dan testimonio del

Resucitado. Así actúan.

Hay algo que me sorprende

en esta proclamación testimoniante.

Normalmente no

predican la palabra más que

a los judíos. Pero “algunos”

se ponen a hablar a los griegos,

anunciándoles al Señor

Jesús. ¿Quién o quiénes les

habían convocado a realzar

esta misión? Los responsables

de la Iglesia de Jerusalén

no, ya que se enteran, cuando

les llega la noticia. Entonces

envían a Bernabé, que es

“un hombre de bien, lleno de

Espíritu Santo y de fe”.

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