Manos divinas Manos divinas
modos de imaginarse
las manos de Dios. Y cuando
decimos que nos ponemos
en ellas ni siquiera
imaginamos todo lo que la
expresión incluye. Tal vez
nos ayude una oración de
Tato Ortega, titulado precisamente
“En Tus manos”.
Estamos en Tus Manos,
Señor. A pesar de nuestras
complejas computadoras y
nuestros vuelos espaciales,
de las luces de neón y las
drogas que nos atan, estamos
en Tus Manos. Manos
que conocieron el trabajo y
el cansancio, y repartieron
el pan de todo un pueblo,
manos grandotas y sabias,
enormes y eternas, tus incansables
Manos de Papá.
Manos que empujaron al
pueblo en el desierto, manos
que acariciaron el dolor
de cada santo, manos
torturadas y sangrantes, y
por eso mismo redimidas
por amor, inmaculadas. En
esas manos tiernas y fuertes,
poderosas y sensibles,
están depositados nuestro
cansancio como pueblo,
nuestros anónimos gestos,
nuestros concretos signos
de reconciliación.
Y por más que intenten
confundirnos o desviarnos,
nosotros ya no podremos
olvidar Tus Manos blancas,
perfectas, transfiguradas
después de la Cruz, en
signos palpables de Resurrección.
Por eso estamos en Tus
Manos. Con nuestra deuda
externa y nuestros desocupados,
con nuestras confusiones
y nuestros desacuerdos,
con nuestras equivocaciones,
con nuestras mejores
intenciones, con nuestra
voluntad de ser latinoamericanos,
justos y cristianos,
con toda la esperanza
puesta en esas Manos justicieras,
que echadas a volar
parecen palomas incansables,
obstinadas mensajeras
de Humanidad.
Estamos en Tus Manos,
Señor, y queremos vivir y
morir en ellas”.
Las manos de Dios están
siempre disponibles.
Y como no son manos físicas,
abarcan mucho más
de lo imaginable. Pero aún
siendo todopoderosas, limitan
su poder a la medida
de nuestra entrega. No basta
pues, estar en las Manos
de Dios. Hay que dejarse
tomar por ellas a cada instante.
¡Hasta mañana!?