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Las tendencias políticas en los sucesos de Mayo

25/05/2017 00:00 Opinión
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Las tendencias políticas en los sucesos de Mayo Las tendencias políticas en los sucesos de Mayo

E n la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, las más variadas hipótesis se tejen, a mediados del mes de Mayo de 1810, acerca del destino de la España invadida por las tropas de Napoleón. Se conocía la caída de Gerona y después la de Sevilla, de la cual han huido los integrantes de la Junta Central, pretendida depositaria de los derechos del monarca cautivo. Después, el silencio. ¿El destino de la América española sería ser colonia francesa? Por fin, llegan noticias traídas por dos navíos, el Juan Paris y el Milestoe. La situación de la metrópoli es desesperante. El último baluarte es la ciudad de Cádiz y la minúscula isla de León, protegidos por la poderosa flota inglesa, país aliado de España. En la pequeña zona no conquistada, se ha formado un Consejo de Regencia -de dudosa legitimidad-, que dice reemplazar a la Junta disuelta. La "Semana de Mayo" en Buenos Aires. Día 18. El Virrey Baltazar Hidalgo de Cisneros, ante la imposibilidad de que las alarmantes noticias se propaguen, da a conocer una Proclama. En ella informa las novedades recibidas, reconoce que peligra Cádiz y el "Gobierno soberano", e insta a conservar la América española para el desgraciado monarca y sus sucesores. Asegura que, en caso de pérdida definitiva de la península, no se tomará decisión alguna sin antes consultar a los representantes de Buenos Aires, a las distintas provincias del Virreinato, e incluso a los otros virreinatos españoles de América, para establecer una representación del Rey Fernando Séptimo. Por fin, vienen los consejos paternales, destinados a impedir decisiones precipitadas: "Vivid unidos", "Huid de los genios inquietos y venenosos". Esa noche, el grupo revolucionario se reúne en casa de Martín Rodríguez y deciden convocar a Cornelio Saavedra, a la sazón en su chacra de San Isidro. Para eso hablan con su ayudante, Juan José Viamonte, quien se compromete a darle aviso. Día 19. Por la mañana llega Saavedra. Puesto al día de las novedades por los dirigentes revolucionarios, éstos le preguntan: "¿Aún nos dirá Ud. que las brevas no están maduras? Saavedra les contesta: "Señores, ahora digo que no sólo es tiempo, sino que no se debe perder una sola hora". Día 20. Ese domingo, la ciudad colonial está en aparente calma. Sin embargo, los patriotas se reúnen en casa de Nicolás Rodríguez Peña. El comandante del cuerpo de Patricios, Saavedra, ordena su acuartelamiento. Tanto éstos como el pueblo en general, desconocen la razón de tal circunstancia. Día 21. El acta del Cabildo de la ciudad, da cuenta de que se habían apersonado algunos de los Comandantes de los cuerpos militares, y también individuos particulares, manifestándose inquietos por los sucesos de la península. Ante esto, el Alcalde de Primer Voto, Don José Antonio Lezica, comunicó el hecho al Virrey Cisneros, requiriendo éste la presencia del Síndico Procurador General, Don Julián de Leyva. Conviene aquí desmentir algunas fábulas escolares que pretenden que la autorización del Virrey para celebrar el Cabildo Abierto, le fue arrancada a aquél contra su voluntad. El hábil Leyva es quien convence a Cisneros de la conveniencia de celebrar ese Cabildo Abierto o Congreso General y, que a tal efecto, el Cabildo le solicitará una autorización. Se invitará a la parte principal y más sana del Pueblo. Cisneros cita a los Comandantes y simula ceder ante ellos, autorizando el Cabildo Abierto cuya conveniencia había acordado con Leyva. Se imprimen 450 esquelas de invitación, en la Imprenta de Niños Expósitos; comienzan a repartirse las mismas. Día 22. Antes de tratar lo ocurrido en el Cabildo Abierto del 22 de Mayo, haremos algunas consideraciones generales sobre la población de la capital del Virreinato del Río de la Plata. Sólo así puede entenderse quiénes fueron los protagonistas de los sucesos de Mayo. Tanto en las consideraciones siguientes, como en el análisis de la votación del Cabildo Abierto del 22, seguimos la muy autorizada opinión de Enrique Corbellini, expuestas en una serie de luminosos artículos publicados en el diario "La Nación" hacia los años 50 del siglo XX, compiladas en su obra en dos tomos "La Revolución de Mayo". Buenos Aires tenía entonces una población de algo más de 50.000 almas. Su clase dirigente estaba conformada por unos 3.000 "vecinos caracterizados". Una numerosa clase media se encuentra por debajo, compuesta por empleados, tropa de los regimientos, artesanos, etc. Un aún más numeroso proletariado de hombres libres le sigue en la escala social, integrado por peones, troperos de las carretas, pequeños artesanos, vendedores ambulantes, lavanderas, servicio doméstico blanco. Finalmente, por debajo, los esclavos negros. Las 450 esquelas de invitación se distribuyeron únicamente entre los miembros de la clase dirigente. Conviene, por tanto, ver cómo estaba compuesta la misma. En el nivel superior, encontramos a los españoles metropolitanos. éstos habían nacido en España y habían venido a América a desempeñar los cargos más encumbrados del Virreinato (el de Oidor de la Real Audiencia, era uno de los más apetecidos). Cumplidas sus funciones, eran designados luego en cargos similares pero en ciudades más importantes, como Méjico o Lima. O ascendidos, si cabía. Por último, volvían a España, donde conservaban sus lazos de sangre con la nobleza. No arraigaban en América; ello hubiera constituido una "capiti diminutio", además de que les estaba vedado contraer matrimonio con mujeres de las poblaciones en que desempeñaban sus altas funciones. Por debajo de ellos, encontramos a la aristocracia criolla. Son los descendientes de los conquistadores, con varias generaciones en América, lo que los ha desvinculado de sus ya lejanos parientes próximos a la Corte española, con lo que han perdido valimiento ante el trono. Son los propietarios de los inmuebles (tanto urbanos como rurales) y tienen acceso a los cargos capitulares (de hecho, encontramos algunos de sus apellidos reiteradamente ocupando esos cargos, en integraciones del Cabildo de Buenos Aires durante varias generaciones). Entre ellos encontramos a los militares Jefes de los regimientos. También a comerciantes ricos, que actúan como representantes o comisionistas, en el Río de la Plata, de importantes firmas radicadas en los puertos españoles. Con todo, esta aristocracia criolla estaba cediendo protagonismo, a la época de los sucesos de Mayo, frente al pujante grupo de jóvenes intelectuales, por lo general hijos de fuertes comerciantes cuyas fortunas les habían permitido estudiar en las Universidades de Córdoba y Charcas, y algunos hasta en Salamanca. Volvían con sus títulos e instalaban sus Estudios o se incorporaban como asesores de la Real Audiencia o del Consulado, arcaicas instituciones en dónde procuraban infiltrar, para mejorarlas, las nuevas ideas (en lo político y en lo económico) de que volvían imbuidos. Manuel Belgrano, hijo de un comerciante genovés, es un buen ejemplo de éstos. Al sector más esclarecido de la clase dirigente de Buenos Aires, tan someramente descripto, estaban dirigidas las 450 esquelas de invitación al Cabildo Abierto. No puede haber estado ajena al acuerdo entre Cisneros y Leyva, el hecho de que la parte principal y más sana del Pueblo (que es la que más tiene que perder) iba a ser renuente a cambios bruscos o "saltos al vacío", que hicieran peligrar su preponderancia. Sin embargo, sorprenderá el resultado de la votación. De los 450 vecinos invitados, acudieron 251, pero 26 se retiraron sin votar. Por lo que votaron 225, la mitad de los convocados. Conviene también aquí terminar con otra fábula escolar: no hubo "invitaciones suplementarias" por encima de las 450 autorizadas por el Cabildo. Tampoco hubo vecinos convocados que no pudieran llegar al Cabildo, por haberle sido impedido su paso por grupos armados. En el Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 no hubo fraude. Alberto Reyna Almandós, en su libro "El supuesto fraude electoral en la Revolución de Mayo", aclaró exhaustivamente la cuestión. Los ausentes lo fueron por otros motivos. El futuro Director, Gervasio Posadas, nos da una idea, en sus memorias, de cuáles podrían haber sido éstos (comodidad, el famoso "no te metás" que parece haber tenido ya vigencia en nuestro país). Conmueve la ingenuidad del vecino Benito González de Ribadabia (padre de Bernardino) quien en protocolar esquela explica al Cabildo que no podrá acudir a la invitación, ya que debía tomar un purgante por la mañana y esperaba que le hiciera efecto hasta el mediodía. El Cabildo al cual estaban invitados los vecinos, constaba a la sazón de diez capitulares, cinco españoles y cinco criollos. Por la mañana, los vecinos van llegando y tomando ubicación en los largos bancos de madera. La trascendental sesión, que se prolongará hasta la medianoche, comienza con un discurso pronunciado por el Escribano del Cabildo, Dn. Justo José Núñez; es posible que se deba a la pluma del Síndico Leyva. Este discurso inaugural recuerda los paternales consejos de Cisneros en su Proclama. Ahora son: "Huid de cualquier extremo", "Caminad por el camino medio", "No podréis subsistir sin la unión de las provincias interiores", "Despreciad medidas estrepitosas o violentas". Desechadas dos propuestas (una de Castelli, por extrema; otra de Leyva, por dilatoria), la Proposición que se acepta someter a votación es expresada por un prestigioso vecino, Canciller de la Real Audiencia, Dn. Antonio José de Escalada, futuro suegro del Gral. San Martín. ésta dice: "Si se ha de subrogar otra autoridad a la del Excmo. Señor Virrey, dependiente de la soberana que se ejerza legítimamente a nombre del Sr. Don Fernando Séptimo, y en quién". Antes de entrar a analizar la votación, cabe recordar que el acta del Cabildo nos habla de "largas discusiones" previas a la votación. No se tiene registro de ellas, pero testigos presenciales nos informan al respecto. El Gral. Nicolás de Vedia se las narró a su futuro yerno, Bartolomé Mitre. Vicente López y Planes a su hijo, el historiador Vicente Fidel López. Y también Nicolás Rodríguez Peña. El Obispo de Buenos Aires, el español Benito de Lué y Riega, inició el debate, expresando su convicción de que se debía mantener al Virrey en su cargo. Recordó los derechos de conquista que tenían los españoles y aconsejó evitar cualquier mudanza. Juan José Castelli (abogado, primo de Belgrano) respondió con acierto que, si se trataba de derechos de conquista, los herederos de los conquistadores eran los vecinos que se encontraban presentes, sus descendientes. Y expuso el gran argumento, de inspiración suareciana: la retroversión de los derechos al pueblo, al encontrarse prisionero el Rey a quien el pueblo había conferido originariamente el mando. El prestigioso abogado y Fiscal de la Real Audiencia, Genaro de Villota, con habilidad expuso un argumento aparentemente incontestable: la ciudad de Buenos Aires no podía, por sí sola, tomar una decisión que afectaba a todas las provincia del vasto Virreinato del Río de la Plata. Juan José Paso, también abogado, admitió los derechos de las provincias a ser consultadas sobre la decisión a tomar. Empero, Buenos Aires, en caso de urgencia y en su calidad de hermana mayor (era la capital del Virreinato) podía tomar la iniciativa, sometiéndose a la aprobación ulterior de las provincias. Sorteado así el obstáculo, se procedió a la votación.

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