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EL LIBERAL . Opinión

El verdadero sentido del poder

26/05/2017 00:00 Opinión
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El verdadero sentido del poder El verdadero sentido del poder

Hermanos y hermanas del Pueblo de Dios, autoridades presentes: en este día, en que celebramos nuestras fiestas patrias, todos los argentinos vibramos con emoción y la Iglesia, siguiendo la misma tradición desde el día del nacimiento de la Patria, celebra con la Acción de Gracias por este magnífico don. En la lectura del Evangelio que acabamos de escuchar la madre de Juan y de Santiago, dos de los discípulos, le pide a Jesús que tuviera en cuenta a sus hijos. Este pedido de Santiago y Juan expresa una realidad presente en la comunidad de los discípulos, y en el hoy también, el inicio de pequeñas luchas de lugares de privilegio. Indudablemente que el deseo se anidó en el corazón de los hijos del Zebedeo y la aspiración de ambos fue expresión de sus ambiciones de supremacía, de seguridad, dominio y poder. Y aunque seguían a Jesús no habían logrado aún romper con la mentalidad de su tiempo, sus expectativas eran de glorias terrenas. Jesús lo advierte. No han entendido la naturaleza de la vocación, ni la razón de su tarea. Y les responde: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?" ¿De qué cáliz se trata? Ciertamente no entendían del cáliz que les hablaba el Maestro. Lo van a entender después de la Pasión de Jesús. El Señor se refería al cáliz del servicio, que más que una tarea que se realiza, es la entrega de toda la vida por el otro. La escena termina con la sentencia que ilumina e inspira nuestra oración por la Patria. En este día de la Patria, quiero detenerme entonces en la enseñanza del Señor: "el que quiera ser grande que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del Hombre, que no vino para ser servido sino para servir…" (Mt 20,26-28). El Evangelio que es buena noticia para todos los hombres de buena voluntad, ilumina las realidades terrenas y se convierte en principio orientador de la vida ciudadana. Sus palabras no van dirigidas sólo al creyente y al practicante. Alcanzan a toda autoridad tanto eclesial como política, ya que sacan a la luz el verdadero sentido del poder. Un poder que sólo tiene sentido si está al servicio del bien común y cuando se emprende el camino del servicio renace en nosotros la confianza, se enciende el deseo de heroísmo, se descubre la propia grandeza. El ejemplo de los padres de la Patria fue su capacidad de postergar aspiraciones personales a favor de un bien superior: el bien de toda una comunidad. Animados por un genuino espíritu libertario arriesgaron sus vidas y sus bienes para iniciar un proceso de emancipación que llevaría años después a la declaración de la Independencia y al surgimiento de una nueva Nación: libre y soberana de los poderes imperiales. Estos patriotas supieron escuchar el clamor silencioso del pueblo, que anhelaba una vida más digna, más igualitaria. Es deber de las autoridades en todos sus niveles estar atentos a la voz y a las necesidades de la gente. Cuando se pierde ese sentido de autoridad, -que es un servicio generoso y total al bien de los demáses fácil caer en otros móviles y tentaciones del poder: centrarse en intereses personales o de pequeños grupos, el mantenimiento de puestos y privilegios adquiridos, ahondar diferencias, en vez de construir puentes, fomentar internismos que paralizan y dispersan fuerzas en la búsqueda de soluciones a graves y complejos problemas que exigen de la participación de muchos. Nuestra patria y nuestra querida provincia de Santiago del Estero, estan heridas por la pobreza y a veces indigencia de un tercio de nuestra población, la gran desigualad social de los "muchos que tienen poco o nada y de los pocos que nadan en la abundancia" de falta de oportunidades para todos, de hambre de trabajo digno y justamente remunerado, de integración de los que están más postergados y viven en las periferias, de un trato igualitario ante la ley, de una Justicia imparcial y más ágil para resolver conflictos y delitos. Nos duele y preocupa de tantos jóvenes que estudian y se sacrifican, pero no pueden llegar a un trabajo honesto y digno. Esto crea desesperanza en ellos y es fácil que empiecen a transitar y buscar paraísos que les lleva a la aniquilación. Estas son algunas de las causas de tanta agresividad y manifestaciones de violencia que hay en nuestra sociedad. Decía el Cardenal Bergoglio en un tedeum siendo arzobispo de Buenos Aires: "Pero mientras esto sucede, una vez más desde las reservas más profundas de nuestro pueblo surge la valoración intuitiva del llamado evangélico que hoy hemos escuchado: ¡beber el cáliz del servicio! Nuestro pueblo lo bebe diariamente en el servicio de millones de personas que silenciosamente ponen el cuerpo al trabajo o a la búsqueda de él y no a la especulación, en el servicio de los que sostienen la convivencia y solidaridad callada y no los absurdos fantasmas de xenofobia propios de minorías ideológicas agitadoras de conflictos, en el servicio de los que no han dejado de igualarse en la solidaridad de organizaciones comunitarias y manifestaciones culturales, espontáneas y creativas. Todos estos, mujeres y hombres de nuestro pueblo, que rechazan la desesperanza y se rebelan contra aquellas mediocridades, quieren decirle no a la anomia, no al sinsentido y a la superficialidad fraudesca (cuando no farandulera) que alienta el consumismo. Y no, en fin, a quienes necesitan un pueblo pesimista y agobiado de malas noticias para obtener beneficios de su dolor. Es la respuesta a la incertidumbre en un país dañado por los privilegios, por los que utilizan el poder ya sea político o económico en su provecho, por quienes exigen sacrificios incalculables, escondidos en sus burbujas de abundancia, mientras evaden su responsabilidad social y lavan las riquezas que el esfuerzo de todos producen. Las reglas de juego de la realidad de estos tiempos son un cáliz amargo, pero esto debe redoblar la entrega y el esfuerzo ético de una dirigencia que no tiene derecho a exigir más a los de abajo si el sacrificio no baja desde arriba: "…el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes". "Servir a" imponiéndose al "Servirse de". Repito una vez más: el verdadero poder es el servicio. Esto debe ser una de las máximas que orienten nuestra permanente evaluación y revisión de conductas. Pero debe ser también orientación de nuestro caminar en los puestos dirigenciales. Volver siempre al ejemplo de grandes hombres y mujeres, que marcaron nuestra historia con su entrega desinteresada, que no se ataron a los cargos sino que supieron responder al clamor del pueblo que busca una vida digna. En este día de la Patria nuestro pueblo nos reclama y nos pide que no nos cansemos de servir, que sólo así ese nuevo vínculo social que anhelamos, sea una realidad. Ya hemos probado hasta el hartazgo cómo se desgasta nuestra convivencia por el abuso opresor de algún sector sobre otro, con los internismos que dan la espalda a los grandes problemas, con equívocas lealtades, con los enfrentamientos sectoriales o ideológicos más o menos violentos. Estas dialécticas del enfrentamiento llevan a la disolución nacional, anulan el encuentro y la proximidad. La Iglesia, maestra de verdadera humanidad y faro luminoso, ofrece desde la riqueza del evangelio abundantes luces para la vida social y política de un país. Jesucristo el Señor de la Historia nos anima a no tener miedo de beber el cáliz del servicio. El servicio nos dignifica, devolviéndonos esa dignidad que clama por su lugar, por su estatura y sus necesidades Queridos hermanos, aprovecho esta ocasión para desearles unas felices Fiestas Patrias, para darles mi afectuosa bendición a todos los santiagueños aquí presentes, a sus hijos, a sus familias. Nuestra Señora de la Consolación de Sumampa, modelo de amor maternal, de amor silencioso y paciente no dejará de acompañar a su Pueblo.

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