Errores Errores
se puede equivocar, pero
sólo los necios perseveran
en el error”, escribió ya en
su tiempo Cicerón.
Creo que en teoría todos
estamos dispuestos
a admitir que somos falibles,
que nos equivocamos,
que esto es muy humano
y que debemos corregirnos.
El problema
comienza cuando se trata
de un error concreto,
con nombre propio y
que afecta nuestro natural
orgullo. Y, sobre todo,
cuando nos lo señalan
de malos modos... Gollán
decía al respecto: “Quien
encuentra motivos de diversión
y burla al descubrir
la equivocación en la
que otro pudo haber incurrido,
demuestra pobreza
de espíritu y carencia
de sentimientos nobles”.
Alguien comentaba que
“el mundo se divide entre
los que se alegran por
los errores ajenos y los
que ofrecen su ayuda para
que los reparen”.
Más allá de lo que
piensen los demás, es la
propia conciencia la que
debe ayudarnos a admitir
nuestros errores. La Fontaine
aseguraba que “la
vergüenza de confesar el
primer error hace cometer
muchos otros”...
Tengo a mano “El sometimiento
al error”, una
excelente nota del escritor
Marcos Aguinis. Entresaco
unos pocos pensamientos:
“Contrariamente a lo
que diría un enfoque superficial,
no es sencillo
reconocer un error ni
aplicarse a enmendarlo.
Para ello se requiere
disponer de cierto espíritu
rebelde y una robusta
personalidad. Sírvanos
como ilustración la
diferencia entre un científico
mediocre y uno genial.
Este último no tiene
inconvenientes en refutar
su propia teoría de hace
unos años y convertirse
en el crítico más severo
de sí mismo. El mediocre,
en cambio, destina
muchas energías en disimular
su error, o ni tiene
el coraje de reconocerlo.
Llegará a sentir los ataques
contra su equivocación
como hostilidad contra
su persona.
A dmi t i r u n e r r o r
-amén del amor a la verdad-
entraña sufrimiento.
No todos pueden tolerarlo.
Hay que reconocer
el tiempo y esfuerzo perdidos.
Hay que reconocer
los perjuicios que ha generado
la puesta en práctica
del error. Hay que reconocer
la propia falibilidad
y la humana pequeñez”.
Pero este sufrimiento
vale la pena, cuando
se lo acepta en aras de la
verdad.
¡Hasta mañana!?