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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Lucas 1,39-56.

30/05/2017 21:50 El Evangelio
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Evangelio según San Lucas 1,39-56. Evangelio según San Lucas 1,39-56.

María partió y fue sin demora

a un pueblo de la montaña de Judá.

Entró en la casa de Zacarías

y saludó a Isabel.

Apenas esta oyó el saludo de

María, el niño saltó de alegría en

su seno, e Isabel, llena del Espíritu

Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita

entre todas las mujeres y

bendito es el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo, para que la madre

de mi Señor venga a visitarme?

Apenas oí tu saludo, el niño saltó

de alegría en mi seno. Feliz de ti

por haber creído que se cumplirá

lo que te fue anunciado de parte

del Señor”. María dijo entonces:

“Mi alma canta la grandeza del

Señor, y mi espíritu se estremece

de gozo en Dios, mi Salvador,

porque él miró con bondad la pequeñez

de su servidora.

En adelante todas las generaciones

me llamarán feliz”.

Porque el Todopoderoso ha

hecho en mí grandes cosas: ¡su

Nombre es santo!

Su misericordia se extiende

de generación en generación sobre

aquellos que lo temen. Desplegó

la fuerza de su brazo, dispersó

a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de

su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos

y despidió a los ricos con las

manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor,

acordándose de su misericordia,

como lo había prometido

a nuestros padres, en favor de

Abraham y de su descendencia

para siempre”.

María permaneció con Isabel

unos tres meses y luego regresó

a su casa.

Comentario

Hoy, en la fiesta de la Visitación,

como en todas las páginas

del Evangelio, vemos a María

dócil a los planes divinos y

en actitud de amor previsor a

los hermanos. La humilde joven

de Nazaret, aún sorprendida

por lo que el ángel Gabriel

le había anunciado -que será la

madre del Mesías prometido-,

se entera de que también su anciana

prima Isabel espera un hijo

en su vejez. Sin demora, se pone

en camino, como dice el evangelista,

para llegar “con prontitud”

a la casa de su prima y ponerse

a su disposición en un momento

de particular necesidad.

¡Cómo no notar que, en el

encuentro entre la joven María

y la ya anciana Isabel, el protagonista

oculto es Jesús! María lo

lleva en su seno como en un sagrario

y lo ofrece como el mayor

don a Zacarías, a su esposa

Isabel y también al niño que está

creciendo en el seno de ella.

“Apenas llegó a mis oídos la voz

de tu saludo -le dice la madre

de Juan Bautista-, saltó de gozo

el niño en mi seno”. Donde llega

María, está presente Jesús.

Quien abre su corazón a la Madre,

encuentra y acoge al Hijo

y se llena de su alegría. La verdadera

devoción mariana nunca

ofusca o menoscaba la fe y

el amor a Jesucristo, nuestro

Salvador, único mediador entre

Dios y los hombres.

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