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De vivir en Fuerte Apache como inmigrante ilegal a revolucionar el mercado de los electrodomésticos

10/06/2017 21:33 Economía
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De vivir en Fuerte Apache como inmigrante ilegal a revolucionar el mercado de los electrodomésticos De vivir en Fuerte Apache como inmigrante ilegal a revolucionar el mercado de los electrodomésticos

En el mercado de tostadoras y cafeteras, entre otros electrodomésticos pequeños, las de Peabody se distinguen fácilmente en las góndolas: son de las pocos que permiten adornar una cocina con aparatos celestes, rojos o amarillos. Sin embargo, pocos conocen la historia detrás de esa política de negocios. Y Dante Do Sun Choi, hoy empresario detrás de la marca, tiene mucho que ver con ella. En una de las últimas emisiones del programa de televisión “Historias que inspiran, el hombre de Corea del Sur contó cómo sobrevivió al cierre de dos fábricas y una inundación para convertir su empresa en una de renombre en el rubro y exportadora a nivel regional.

“Nací en Corea del Sur, en la ciudad de Seúl. Llegamos a la Argentina en el ’77, en la época de los militares, y vivimos muchos años como inmigrantes ilegales en Fuerte Apache”, inicia su relato Choi. A su traumática llegada le siguieron la obligación de dejar la secundaria por no tener documento, el pedido de deportación para su familia y la prisión de su padre, cuya libertad salvó gracias a una carta a Raúl Alfonsín que el ex presidente respondió personalmente.

Fue tiempo después, ya ciudadano argentino, que fundó su propia empresa, a lo que luego sumó la compra de la marca Peabody en 2004.

“Nosotros importábamos algunos productos, hasta que de repente ya no se pudo importar más y a partir del 2010 empezamos a tener fabricación propia. Compré una fábrica casi quebrada en Río Grande, Tierra del Fuego, y ahí fue cuando prácticamente me fundí”, recuerda Choi. Con mercadería que no podía vender y sin fondos para pagar sueldos, el emprendedor decidió ponerse en contacto con el ex Secretario de Comercio, Guillermo Moreno. “Lo llamé y le dije que si no me daba una mano me iba a pegar un tiro, me iba a morir ahí mismo”, relata.

A la venta de esa planta a fines de 2011 le siguió la compra de una pequeña fábrica en Luján, donde los problemas llegaron primero de la mano de un conflicto con la gestión. “Contratamos a una persona para que administrara la planta, pero tenía un problema de comunicación muy grande con la gente y comenzamos a tener graves problemas de ausentismo, producción, e inclusive, calidad “, reconoce.

Luego, a las dificultades internas se sumaron los problemas con la Aduana. “Había un componente que llegaba al puerto y que necesitábamos sí o sí para fabricar, pero no nos dejaban sacar la mercadería. Fui un día a las 6 de la mañana a ver qué pasaba y terminé pateando y rompiendo una puerta Blindex, como loco, a los gritos. Le dije a la gente de Gendamería que iba a ir al puerto al día siguiente con todos mis empleados y sus familias a hacer un piquete y quemar cubiertas para que nadie pudiera entrar ni salir. Al día siguiente pude sacar la mercadería”, rememora.

Lo que terminó por convertirse en el fin de esa etapa de Peabody fue una de las últimas inundaciones en Luján. “Había más de un metro y medio de agua en la zona de la planta”, comenta Choi. Tras 15 días sin poder entrar ni sacar un camión de la fábrica y un mes sin poder fabricar, el empresario decidió dejar de hacerle frente a las dificultades externas y del personal y cerrar el negocio.

Casi tres años atrás, la empresa comenzó a idear la solución que le volvería a dar vida a la marca. “Nos dimos cuenta que teníamos que sorprender y decidimos lanzar los calefactores eléctricos en los que veníamos trabajando al mercado; algo que se terminó convirtiendo en una categoría que antes no existía”, explica Pablo Carbajosa, hoy gerente general de Peabody.

Más tarde añadieron a su catálogo los productos de color. “Estuve 15 días en Italia y me doy cuenta que todos los electrodomésticos eran feos, y que teníamos que hacer productos con diseño y arte”, agrega Choi sobre el origen de este segundo salvadidas.

Hoy, el ex inmigrante ilegal asegura que lo que le devolvió el oxígeno a su empresa fue crear productos innovadores y escuchar los comentarios de sus clientes. Sobre su mayor aprendizaje, confiesa: “Aprendí que cuando la gente empieza a desconfiar de vos, eso no es reversible. Y cuando uno promete algo, tiene que cumplir. Sobre todo, hay que hablar con franqueza”.

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