Evangelio según San Mateo 5,43-48. Evangelio según San Mateo 5,43-48.
“Ustedes han oído que se
dijo: amarás a tu prójimo y
odiarás a tu enemigo.
Pero yo les digo: amen a
sus enemigos, rueguen por
sus perseguidores; así serán
hijos del Padre que está en el
cielo, porque él hace salir el
sol sobre malos y buenos y
hace caer la lluvia sobre justos
e injustos.
Si ustedes aman solamente
a quienes los aman,
¿qué recompensa merecen?
¿No hacen lo mismo los publicanos?
Y si saludan solamente a
sus hermanos, ¿qué hacen
de extraordinario? ¿No hacen
lo mismo los paganos? Por lo
tanto, sean perfectos como
es perfecto el Padre que está
en el cielo.
Comentario
He pasado unos cuantos
años encargado de una residencia
de estudiantes. Había,
¿cómo no?, conflictos de
muy diverso tipo en la convivencia.
De vez en cuando había
que poner orden. La casa
tenía un reglamento. Y a
él se agarraban los estudiantes
siempre que podían. “Es
que el reglamento no dice nada
sobre...”, “Es que el reglamento
dice sólo...” Pero como
toda acción tiene su reacción,
a los que estábamos en
la dirección nos tocaba muchas
veces llamar la atención
de los estudiantes sobre otro
documento que regía la vida
de la residencia: era el proyecto
educativo.
A los cristianos nos pasa
de vez en cuando algo parecido.
Dejamos nuestra mente
y nuestra atención fijada en
el límite entre lo que se puede
hacer y lo que no se puede
hacer. Hasta aquí se puede.
Pasar ese límite ya es pecado.
Hay que ir a misa todos
los domingos y fiestas de
guardar. Pero, ¿es pecado si
se falta sólo un domingo? ¿y
si se tiene una causa justificada?
¿y si no se tiene? ¿es
pecado mortal o venial? ¿y si
se faltan muchos?
Me atrevería a decir que
andar con esas cuestiones es
perder el tiempo y olvidarnos
de lo más importante. Porque
lo esencial es la invitación
que nos hace Jesús al final
del evangelio de hoy: “sed
perfectos como vuestro Padre
celestial es perfecto”. Lo
nuestro no es quedarnos en
el límite (hay que perdonar,
pero ¿hasta dónde es obligatorio
perdonar y desde dónde
es voluntario?) sino llegar a lo
mejor. Hay que lanzar la mirada
al horizonte y tenerla clara
en la meta a la que queremos
llegar.