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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Lucas 1,57-66.80.

24/06/2017 00:20 El Evangelio
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Evangelio según San Lucas 1,57-66.80. Evangelio según San Lucas 1,57-66.80.

Cuando llegó el tiempo en

que Isabel debía ser madre,

dio a luz un hijo. Al enterarse

sus vecinos y parientes de la

gran misericordia con que Dios

la había tratado, se alegraban

con ella. A los ocho días, se reunieron

para circuncidar al niño,

y querían llamarlo Zacarías,

como su padre; pero la madre

dijo: “No, debe llamarse Juan”.

Ellos le decían: “No hay nadie

en tu familia que lleve ese

nombre”. Entonces preguntaron

por señas al padre qué

nombre quería ponerle.

Este pidió una pizarra y escribió:

‘Su nombre es Juan’. Todos

quedaron admirados.

Y en ese mismo momento,

Zacarías recuperó el habla y

comenzó a alabar a Dios.

Este acontecimiento produjo

una gran impresión entre

la gente de los alrededores, y

se lo comentaba en toda la región

montañosa de Judea.

Todos los que se enteraron

guardaban este recuerdo en su

corazón y se decían: ‘¿Qué llegará

a ser este niño?’. Porque

la mano del Señor estaba con

él. El niño iba creciendo y se

fortalecía en su espíritu; y vivió

en lugares desiertos hasta

el día en que se manifestó a Israel.

Comentario

¡Hoy estamos de fiesta! El

nacimiento de un niño es siempre

un motivo de fiesta. Es la

vida que despierta, que empieza,

que se desenvuelve y despliega

en toda su fuerza. Tiene

su gracia que celebremos tanto

el nacimiento de un niño porque

en realidad un niño es más

una promesa que una realidad.

Es la indefensión absoluta. Su

vida es precaria y está amenazada

por mil peligros. Tiene que

pasar mucho tiempo y muchos

cuidados, hasta que se pueda

decir que algo de esa promesa

se ha convertido en realidad.

Por el camino se ha podido

desviar mil veces de su senda.

Y la vida se ha podido, se

puede siempre, malograr.

Pero eso no se piensa en el

momento del nacimiento. Ese

momento es de gran alegría.

Las familias se reúnen y el gozo

estalla. En todas las culturas,

en todos los países. Es como

si el nacimiento de un niño

nos diese la sensación de que

tenemos un poco más de futuro

para nosotros mismos. Ese

futuro, siempre incierto, se ilumina

con la nueva vida recién

nacida, que nos asegura de

que la vida es más fuerte que

la nada y el vacío al que a veces

nos parece que estamos abocados.

Hoy estamos de fiesta

porque celebramos el nacimiento

de Juan, el hijo de Zacarías,

el viejo sacerdote, y de

Isabel, su también anciana mujer.

De donde ya parecía que no

era posible que brotase la vida,

ha surgido el milagro. ¡Un niño

nos ha nacido! Por eso la alegría

de los vecinos y de todos

los que conocieron la noticia.

Y surge la pregunta: ¿Qué va

a ser de este niño? Lo que no sabían

aquellas buenas gentes es

que aquel niño, su vida y misión

iba a estar en el umbral de una

nueva era. Con aquel niño comenzaba

el amanecer de un nuevo

mundo marcado por la presencia

salvadora de Dios. La luz

del día que entonces empezaba

iba a ser tan fuerte que, posiblemente,

ni siquiera Juan, el niño ya

hecho mayor, iba a entender en

plenitud la novedad de ese nuevo

amanecer que se iba a materializar

en Jesús, el hijo de María,

prima de su madre. Sería bueno

que hoy viviésemos la fiesta

de la nueva vida que comienza,

que revivamos en nuestros

corazones el espíritu de aquellas

gentes. Y que, en medio de

la alegría, preguntemos de nuevo:

¿Qué va a ser de este niño?

Y tomemos conciencia del nuevo

mundo que está aquí presente

en medio de nosotros. Donde

la muerte, el odio, la venganza, la

ira y la injusticia, están vencidas

y la luz del amor, de la misericordia,

de la justicia, del perdón y la

reconciliación brilla sobre nuestros

corazones.?

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